5 mitos sobre el embarazo adolescente

México DF, Mayo, 2014. IFO Colaboradores.-  El tema del embarazo adolescente es un asunto muy sonado mediáticamente. Las notas que indican su constante crecimiento, los riesgos que implica y las probables causas que lo generan han generado diversos mitos en el afán de responder a lo que la sociedad percibe como un fenómeno social grave. “Contrario a lo que pudiera la tasa de fertilidad en adolescentes mexicanos ha disminuido en los últimos años. En 1990 había 97 nacimientos por cada mil mujeres entre 15 y 19 años, en el 2012 la cifra fue de 67 por cada mil”, explica el Mtro. Cándido Pérez Hernández, investigador de TAD (THINK ·ACTION ·DEVELOMENT).

De acuerdo con el especialista en Políticas Públicas, alrededor del tema del embarazo adolescente se han construido una serie de supuestos que se han mediatizado sin ser analizados con seriedad, situación que no hace sino difundir el tema de manera sesgada. El experto habla de cinco mitos que parecen dominar el panorama respecto al tema:

“Mito 1. Existe un aumento dramático en el número de embarazos adolescentes. “Esta afirmación es una de las más comunes, pero también una de las que menos se analiza. La realidad es que el embarazo de chicas adolescentes no está en aumento, aunque da la impresión de que así es. Lo que sucede es que hoy en día hay más adolescentes en relación con la población general total, hay más que en ningún otro momento de la historia de nuestro país. Número que explica que exista una mayor cantidad de embarazos en este grupo de edad.

Mito 2. El embarazo adolescente provoca la deserción escolar. “De acuerdo con un estudio del investigador Claudio Stern del Colegio de México, muchas chicas primero dejan los estudios y después se embarazan. Este argumento nos orienta a reflexionar sobre otros problemas que pudieran estar influyendo en la deserción, como la dinámica socio-familiar, por ejemplo.

Mito 3. La falta de conocimiento de métodos anticonceptivos provoca el embarazo adolescente. Esta afirmación carece de fundamento si se toman en cuenta que en los datos proporcionados por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), se afirma que el 97% de las adolescentes que atendieron por embarazo, refirieron tener conocimiento sobre métodos anticonceptivos. Es decir, los conocen, pero no los utilizan.

Mito 4. Todos los embarazos adolescentes son de alto riesgo. De acuerdo con información proporcionada por el Consejo Nacional de Población (CONAPO), más de la mitad de los embarazos adolescentes se presentan entre los 18 y los 19 años (adolescencia tardía). En este rango de edad se disminuyen considerablemente los riesgos fisiológicos que el embarazo en la adolescencia implica. Es sólo en edades muy tempranas (por debajo de los 14 años), cuando existe mayor riesgo en términos biológicos y su frecuencia en esas edades no tiene comparación con la cantidad de embarazos que ocurren entre los 16 y los 19 años.

Mito 5. Las madres adolescentes son estigmatizadas y rechazadas por familiares y amigos. No necesariamente: el contexto social y las personas que viven dentro de él, son quienes determinan lo cotidiano o no de las circunstancias. Por ejemplo, en las zonas rurales y poblaciones indígenas, más del 70% de los embarazos son de mujeres adolescentes, en este contexto la maternidad es vista como un rol natural que, la mayoría de las veces, determina la vida de la mujer; por lo que no existe ni la estigmatización, ni el rechazo hacia las madres adolescentes.

Desde el terreno de las políticas públicas se han cometido muchos errores al abordar el embarazo adolescente. Bajo el argumento de proporcionar una “educación sexual” adecuada, con frecuencia se reduce la solución a campañas de reparto de preservativos, por la sencilla razón de que las autoridades correspondientes no tienen claro a qué se refieren cuando se habla de educación sexual. “Una política pública que quisiera disminuir la incidencia del embarazo adolescente, tendría necesariamente que ahondar en tres puntos principales: fomentar que los adolescentes se mantengan en la escuela, promover la postergación del inicio de la vida sexual como se ha hecho con éxito en otros países y crear incentivos para que los jóvenes que se encuentran en mayor riesgo (por su marginación, pobreza, violencia familiar, etc.) no repitan patrones”, concluye el especialista.

Fuente: www.tad.org.mx

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