¿Qué es prioritario para la mujer; el trabajo o la familia?

Por fin se me hizo conocer a la Dra. Nuria Chinchilla, catedrática de la Universidad de Navarra y del IESE de Barcelona (institución para la formación y capacitación empresarial), en una conferencia de un conocido hotel de la Ciudad de México.

Había escuchado y leído acerca de su labor de investigación y sus aportaciones mediante ensayos en el tema de orientación familiar y la empresa, pero en forma particular sobre el dilema de la mujer del siglo XXI entre desarrollarse en la profesión o en el hogar.

En cuanto se presentó  en el  auditorio se ganó la simpatía de la nutrida concurrencia, ¿por qué? Por su buen humor, su alegría, su sencillez y facilidad de palabra. Nos encontrábamos frente a una mujer que es esposa y madre de familia numerosa. Y por si fuera poco, guapa y atractiva y una persona muy normal.

El presentador de la conferencista hizo mención de que su libro “Dueños de nuestro destino” (Editorial Ariel), que habla de la conciliación familia y trabajo, ha sido un bestseller y se ha publicado ya en varios idiomas. Pienso que el éxito de este libro es porque responde  a cuestionamientos fundamentales de nuestro tiempo.

Comenzó narrando su experiencia de esos matrimonios en que los dos trabajan, salen muy temprano y regresan a altas horas de la noche. Sus hijos están siempre dormidos a esas intempestivas  horas y rara vez conviven con ellos. Los adictos compulsivos al deber profesional  podrán tener sus satisfacciones profesionales pero  familiarmente son tremendamente infelices al observar el fracaso en la educación de sus hijos.

Me llamó la atención que afirmara que muchas ejecutivas de hoy se equiparan tanto a los hombres –en su afán de competir- que pierden su feminidad. “Hay que recuperar el cariño, el afecto, el buen vestir y, en general, la feminidad en  las mujeres”.  Porque es una realidad social que todos venimos observando en las últimas décadas.

“Hoy  que se habla tanto de ecología –comenta la Dra. Chinchilla-, de cuidar las especies de animales y vegetales de mar y tierra, ¿no se impone proteger prioritariamente la ecología humana? Y aquí las empresas tienen un papel  fundamental fomentando las ‘empresas familiarmente responsables’. Es decir, que no se cometan graves injusticias, por ejemplo, con las empleadas o ejecutivas embarazadas y se busque –por parte de algunos directivos sin ética- el mínimo pretexto para despedirlas y que pierdan su trabajo”.

Porque, sin duda, el primer capital que tiene una empresa es el capital humano y quienes las dirigen deben de ser lo suficientemente flexibles para permitir que una madre de familia salga a una hora adecuada para que puedan ir a atender bien su otro trabajo: la educación, alimentación y formación de sus hijos.

También se extendió charlando que el varón, el padre de familia, tiene que involucrarse igual que la esposa en la formación de los hijos. No vale decir: “Aquí te dejo mi quincena y ahora me voy con mis amigos al bar o a ver tranquilamente la televisión”. Sino que es corresponsable de una misión de enorme trascendencia y debe cuidar también de sus hijos y  no es una humillación atender las sencillas labores materiales del hogar. Al contrario, es un buen ejemplo para los hijos porque también ellos pueden tener sus encargos materiales en casa.

Expuso de la misma forma otro problema dramático. En España tan sólo se tienen un promedio de 1.2 hijos por familia. Con lo cual ya se tiene un grave conflicto de relevo generacional que está afectando a este país en muchos aspectos.

Muchos sociólogos afirman que en 2040, México y otros países del continente americano tendrán problemas similares. Y ante eso, es muy difícil echar marcha atrás. Recordé las sabias palabras de la filósofa Emma Godoy, quien afirmaba: “Dios perdona siempre, los hombres algunas veces, pero la naturaleza (cuando se le violenta) nunca”.

Claro está que si comienzan a pasar los años en un matrimonio en que los dos trabajan y no vienen los hijos por desinterés o egoísmo, hay muchas más posibilidades de que surjan separaciones y divorcios ya que no existe un fuerte lazo que los una como cónyuges.

Psicológicamente –afirma la Dra. Nuria- han proliferado los casos de estrés, depresión y otras enfermedades nerviosas cuando no existe una armonía entre trabajo y familia.

Surgen los “hijos problema” con bajo rendimiento escolar y conductas anormales, no tanto porque exista un problema intrínseco en ellos sino porque  no han tenido una acertada atención de sus padres.

“Las empresas –afirma la especialista- se deberían dar cuenta que cuando se ayuda a que tengan familias normales y unidas por parte de sus empleados, son ellos mismos los que primero salen ganando porque no habrá entre sus profesionistas problemas de alcoholismo, drogadicción ni trastornos emocionales, si existe un orden en el tiempo dedicado al trabajo y a la familia”.

Recordó una frase del inmortal literato y pensador inglés G. K. Chesterton: “No saben lo que dicen quienes atacan a la familia”. Y es que la sociedad misma resulta beneficiada si cuenta con matrimonios bien constituidos, sólidos y estables. Con esta perspectiva, sale ganando tanto la familia, como la empresa y la sociedad. Se cumple al pie de la letra el “gano/ganas”.

En conclusión, la supuesta incompatibilidad entre empresa y familia se r
esuelve con la flexibilidad de las empresas familiarmente responsables y una preocupación continua de los padres por educar bien a sus hijos en el hogar.

 

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