La Región más Transparente

Palacio de Bellas Artes una tarde limpia y transparente

Con este elogioso título calificaba el brillante poeta y ensayista, Alfonso Reyes, a la Ciudad de México, tomando en cuenta que  nació en 1889 y falleció en 1959. Y escribió bellos versos sobre el Valle de Anáhuac, admirando su cielo intensamente azul, sus hermosas montañas con tupidos bosques; sus ríos, arroyos, su vegetación y su encantador entorno ambiental.

Pero desde finales del siglo pasado, la situación ha cambiado drásticamente en el Distrito Federal. Un caso concreto lo tenemos en estos días en que se declaró precontingencia ambiental, después de una década que no ocurría ya que se alcanzaron hasta los 158 puntos Imeca. Se atribuye, entre otras muchas causas, a varios incendios forestales y la falta de circulación del aire.

En una  reunión de amigos, con motivo de este suceso, espontáneamente algunos comentaron que por ello se explicaban sus pequeños padecimientos, como: resequedad en los ojos, garganta irritada, oídos tapados, tos, cierta dificultad para respirar, hipertensión arterial, dolor de cabeza, comezón en la piel…

De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas, la Ciudad de México es la tercera urbe más poblada del mundo con 20.4 millones de habitantes, después de Tokio (Japón) con 37.2 y Nueva Delhi (India), con 22.7 millones (Notimex-El Universal, 6-IV-12) y una de las que más vertiginoso crecimiento ha tenido en las últimas décadas.

La pregunta es, ¿qué  ha pasado con la otrora “Ciudad de los Palacios”? Como la definía el célebre geógrafo alemán, Alejandro Humboldt (1769-1859) al quedar deslumbrado por la belleza arquitectónica de sus mansiones, fuentes, parques y edificios públicos.

Muchas de las personas de edad avanzada nos cuentan que de niños recuerdan  perfectamente que podían contemplar, casi a diario, las montañas y serranías circundantes a la capital. Lo mismo que los ríos y arroyos que bajaban desde el Ajusco, San Miguel,  El Chinaco y muchos otros montes, formando los ríos de San Joaquín, Tacubaya, San Ángel, Barranca del Muerto, Los Remedios, Río Hondo, Río Churubusco, Río Mixcoac, etc. También, tienen muy presente el Canal de la Viga que llegaba hasta el centro de la ciudad y era una natural vía de comunicación en la que se trasladaban vendedores, en lanchas y pangas, ofreciendo flores, alimentos y diversos productos. Era también el típico paseo dominical muy agradable del que gozaban los capitalinos.

Con el desarrollo desmesurado de la ciudad, numerosos ríos y lagos deliberadamente se secaron para construir viviendas y fábricas. Además, al tener México una altitud de 2,240 metros y estar rodeada de montañas, con facilidad se encajona el aire y se enrarece el clima.

Me viene a la memoria una experiencia personal. Por muchos años fui profesor de una escuela en Iztapaluca, concretamente en San Francisco Acuautla, Estado de México. En 1995 recuerdo que, para llegar al centro escolar,  había que cruzar sembradíos agrícolas y tener cuidado al conducir el coche para dejar pasar a manadas de ganado o borregos. Es decir, se estaba completamente en el campo mexiquense.

Un día me llamó mucho la atención que, al dejar la carretera México-Puebla para entrar a la zona de Iztapaluca, comenzaron a construir un gigantesco centro comercial con modernas y numerosas tiendas de las grandes y conocidas cadenas, cines, restaurantes, lugares recreativos… La verdad es que me pareció exagerada aquella considerable cantidad de edificios e intuía que aquellos comercios no iban a prosperar por la baja densidad de población.

Pero, casi simultáneamente, se comenzaron a construir muchísimas viviendas populares y edificios habitacionales. A la vuelta de 15 años, de ser una zona agrícola y ganadera, se convirtió en una zona conurbada a la capital. Ya son muy pocos los lotes baldíos que quedan. En las horas pico, aquella región que era tan tranquila y pacífica, pasó a ser una extensión más de la urbe con una alta densidad de población y de tráfico vehicular.

Lo mismo ha ocurrido en los cuatro puntos cardinales de esta enorme ciudad: hacia Pachuca, Toluca, Cuernavaca, por el rumbo de Ecatepec, de Xochimilco, Ciudad Azteca…

Según he investigado, sí existe un plan de desarrollo urbanístico y una reglamentación detallada de la zona metropolitana. Sin embargo, la realidad es que día con día crece desordenadamente y, por ejemplo, me llama la atención que ahora hay casas casi hasta la cima  del Ajusco y en la zona boscosa de “La Venta”.

Me decía un ingeniero, amigo mío, experto en ecosistemas: “No es posible que se construyan tantas casas y en forma tan desmesurada. Pienso que el día menos esperado va a venir una parálisis en la ciudad por falta de agua, de energía eléctrica, de suficiente drenaje, de infraestructura de carreteras, puentes y vías rápidas. Además se están talando infinidad de árboles y reduciendo, a pasos agigantados, las zonas verdes. Por eso ha subido tanto la temperatura en los meses de marzo, abril y mayo,  hasta que vienen las lluvias. Pero, si te fijas bien, ya no llueve regularmente, como antes. Sino que es común que vengan largas sequías y sorpresivamente tremendas trombas en las que cae demasiada lluvia y en muy poco tiempo,  provocando inundaciones en muchas partes de la ciudad. ¿Por qué? Porque se ha creado un “microclima” muy particular y dañino al perjudicar tanto el ecosistema del altiplano”.

Por otra parte, se calcula que circulan alrededor de 4 millones de vehículos en el Distrito Federal y zonas conurbadas. Además, habría que incluir a los coches que entran  diariamente a la ciudad desde otros estados de la república, lo mismo la enorme cantidad de  vehículos que mensualmente son vendidos por las agencias de automóviles y se suman a la circulación.

Todo ello, contribuye a generar un estado permanente de embotellamientos en las vialidades y, por tanto, de contaminación ambiental. Es urgente que las autoridades trabajen coordinadamente tanto del Distrito Federal como del Estado de México para estudiar, evaluar y tomar medidas más eficaces y acertivas –con la colaboración activa de todos sus ciudadanos- porque se corre el riesgo de llegar a un estado de grave crisis sin retorno por la enorme concentración de población, de vehículos, de viviendas y de la progresiva destrucción del medio ambiente. Me parece que prácticamente todos los habitantes de nuestra querida Ciudad de México deseamos que vuelva a ser una urbe más humana, habitable y segura.

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