IMPORTANTE: Inculcar amor a la patria a niños y jóvenes

Tengo un recuerdo muy vivo grabado en la memoria: los días en que estuvo en Ciudad Obregón, Sonora, el entonces Presidente de la República, Lic. Adolfo López Mateos, quien gobernó al país de 1958 a 1964.

Fue a principios de 1961. Tenía escasamente 9 años, cuando el Primer Mandatario visitó el Valle del Yaqui. Primero lo recibimos compañeros de numerosas escuelas con banderitas de México, haciendo una valla, en la carretera de entrada a la ciudad.

Después conseguí un boleto para estar presente en la inauguración de un edificio público. López Mateos tenía un liderazgo natural, con buena prestancia y era un excelente orador.  En aquella ocasión que lo vi de cerca, vestía con un traje negro, una corbata roja, con una amable y cordial sonrisa y solía acercarse a los ciudadanos para estrecharles la mano. Era alto, fornido y se conducía siempre con gran elegancia y categoría humana, de tal manera que no quedaba duda que se trataba del Presidente.

En uno de sus discursos que pronunció, me acuerdo que habló que el futuro de la nación se encontraba en los niños y jóvenes. De allí la importancia –destacó- de mejorar la calidad en su educación tanto de los profesores como de sus padres y de la necesidad que los estudiantes pusiéramos nuestro mejor esfuerzo en la escuela porque la Patria esperaba mucho de nosotros como ciudadanos responsables y proactivos.

Por otra parte, los desfiles del 16 de septiembre y el 20 de noviembre se preparaban detalladamente en todos los centros escolares. Particularmente lo hacían, los miembros de la escolta que llevaban el lábaro patrio y los de la banda de guerra. Mi hermano Arturo tocaba el tambor y varios días a la semana se reunía con  sus integrantes, después de las clases, para practicar. Y luego, en la víspera del desfile,  les ponían líquidos abrillantadores tanto para las trompetas como para el cilindro de cobre del tambor.

Una vez iniciado el desfile, al pasar por el edificio central del municipio, ubicado frente a la plaza y en cuyo balcón se encontraba el Presidente Municipal y otras autoridades, cada escolta de los diversos colegios, mostraba su marcialidad realizando algunos giros y vueltas para mostrar su disciplina y  orden, muchas veces acompañado con un solo de clarín bien ensayado, recibiendo los aplausos de la multitud allí reunida.

Recuerdo que el director de la escuela donde estudié nos hablaba de la importancia de tener amor a la Patria y que se debería de concretar en cuidar con esmero los honores a la bandera y el canto del Himno Nacional, que se hacía todos los lunes a primera hora  de la mañana.

Pero lo que más me impactó, fue que en cierta ocasión mi abuelo me invitó a un hotel frente a Palacio Nacional de la Ciudad de México, acompañado  de otros familiares y primos. Resultó emocionante cuando el Presidente salió al balcón para gritar a voz en cuello, los vivas a México y los héroes de la Independencia, y a continuación tocó la campana de Dolores, Hidalgo, cuna de este suceso histórico de 1810, cuando se comenzó a gestar el movimiento insurgente que se consumó hasta 1821.

Al concluir “El Grito”, en el Zócalo se organizó una fiesta popular donde se ofrecían tamales, atole, y otros antojitos típicos… Era  un ambiente netamente familiar, donde se gastaban bromas con serpentinas, “espanta suegras” y huevos que se rellenaban de harina y confeti y se estrellaban en las cabezas de los despistados.

Al día siguiente observar el desfile militar de las fuerzas de tierra, mar y aire fue también un espectáculo inolvidable, viendo surcar por los cielos, escuadras de aviones de combate y unos paracaidistas que se lanzaban, cayendo justo dentro del Zócalo. El Presidente se encontraba en el balcón, junto con otros Secretarios y funcionarios públicos, observando el despliegue de las fuerzas militares.

Todo ello, sin duda, contribuyó -en mis familiares y amigos- a gestar un amor por México, pero sin  “patrioterismos” frívolos o superficiales.

Nuestro abuelo siempre aprovechaba esas ocasiones para abrirnos horizontes sobre el progreso que estaba teniendo México, y que si continuaba por ese camino, a mediano plazo podría ser un país desarrollado y de vanguardia porque tenía muchas riquezas naturales.

Pero que su riqueza más valiosa era su propia gente, la unidad de las familias; el que  los jóvenes tuvieran el firme propósito, en primer lugar, de cumplir con su objetivo de ser excelentes estudiantes para, después, tener la ilusión de ser profesionales con espíritu emprendedor, creativo e innovador que el México moderno estaba necesitando.

Han pasado ya varias décadas de estos recuerdos relatados y, sorprendentemente, a pesar de haber tenido a varios malos gobernantes, las crisis económicas, las devaluaciones del peso, el país continúa progresando.

Claro está que todavía hay muchos asuntos urgentes que se requiere resolver con sentido de urgencia, como son: la pobreza extrema de millones de mexicanos, las tremendas desigualdades sociales, la inseguridad y violencia, los miles de inmigrantes, el mejorar el sector educativo, lo mismo que el de salud, de vivienda…

Aún así, los pueblos del resto de Latinoamérica miran a México como el modelo a seguir en materia de progreso industrial, en su infraestructura, de oportunidades de buenos empleos…

Un amigo, empresario paraguayo, me decía:

-Tengo la impresión de que ustedes no se acaban de convencer, de que México ejerce un liderazgo natural en el contexto del continente latinoamericano. Nosotros estamos siguiendo de cerca, paso a paso, sus avances y progresos en muchos aspectos. Ahora mismo he venido al Distrito Federal a realizar varios convenios con empresas mexicanas y, más adelante, me gustaría invertir en la Bolsa de Valores…

De manera que los retos y desafíos que tiene nuestro país son grandes, pero contamos con un activo fijo que son las nuevas generaciones que van saliendo de las universidades y vienen empujando fuerte, dispuestos a trabajar intensamente y generar más empleos. De allí la importancia de continuar inculcando en los niños y jóvenes el amor a la Patria para que este alud arrollador continúe, a pesar de los altibajos económicos (Fuente: www.yoinfluyo.com).

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