La cultura de los premios y los castigos

“Considero más valiente al que conquista sus deseos que al que conquista a sus enemigos, ya que la victoria más dura es la victoria sobre uno mismo.” Aristóteles

Desde pequeños es frecuente que se nos eduque a través de premios y castigos, si hacemos algo bien somos merecedores de alguna recompensa, de lo contrario podríamos ser penalizados. Vidal Schmill le llamó a esto la “disciplina idiota” ya que esta forma de “motivación” desvincula la causa de la consecuencia.

Es decir, si voy a obrar bien es porque tendré un beneficio totalmente diferente a la acción que voy a realizar. Y si no voy a obrar mal será para evitar una sanción que nada tiene que ver con lo que estoy haciendo. Esto elimina la construcción de una conciencia para pasar a un pragmatismo, es decir, actuar de acuerdo a lo que más me conviene en ese momento.

El gran problema de este tipo de enseñanza es que cuando las generaciones crecen, continúan bajo este esquema de pensamiento. Si hacemos algo o no es porque me conviene o no. Es así como no es de extrañarse una baja participación ciudadana, altos índices delictivos y de corrupción, entre tantos problemas sociales…

El pragmatismo (conveniencia) no debería determinar nuestras acciones, debería ser nuestra conciencia, impulsada por nuestra voluntad. Pero ambos conceptos (conciencia y voluntad) lamentable te han pasado a ser simples cualidades que en ocasiones se presumen pero pocas ocasiones se llevan a cabo.

Regresando a la pedagogía de Disney, la conciencia es esa pequeña voz que nos dice lo que es correcto e incorrecto. Algunas personas posiblemente podrán decir que no la tienen. Lo cierto es que en la naturaleza humana esta impregnada la conciencia, la diferencia está en que algunos la escuchamos más que otros o la ignoramos unos más que otros.

Por otro lado, la voluntad podríamos compararla con algún músculo de nuestro cuerpo: mientras más lo ejercitemos más se verá fortalecida. La voluntad es aquella cualidad que nos motiva a hacer lo que queremos a pesar de lo que deseamos. Pongo un ejemplo para clarificar: la voluntad nos ayudará a levantarnos temprano porque queremos hacer ejercicio a pesar del deseo de seguir durmiendo.

En resumen, la conciencia nos ayuda a definir lo que realmente queremos (no lo que nos ayudará a recibir un premio o evitar un castigo) y la voluntad nos ayuda a llevarlo a cabo a pesar de nuestros deseos.

La suma de este proceso es a lo que nosotros comúnmente llamamos felicidad, la cuál no es un fin, sino un proceso que podemos realizar cada día y a cada momento. La decisión es nuestra.

Juan Antonio López Baljarg

@Juanlbaljarg

Deja una respuesta