EL PAPA FRANCISCO Y SU BELLO TEXTO SOBRE LA MISERICORDIA DE DIOS

Como preparación al Año Jubilar de la Misericordia, el Papa Francisco escribió para todos los fieles y personas de buena voluntad, un hermoso texto titulado: “El Rostro de la Misericordia” (Basílica Vaticana, 12-IV-2015) y se intuye -a través de su lectura- que esta larga meditación es fruto de un diálogo personal, rico y profundo con el Señor.

Porque sus palabras están llenas de una íntima convicción. Dice por ejemplo: “La misericordia en la Sagrada Escritura es la palabra clave para indicar el actuar de Dios hacia nosotros. Él no se limita a afirmar su amor, sino que lo hace visible y tangible”.

Y continúa: “El amor, después de todo, nunca podrá ser una palabra abstracta. Por su misma naturaleza es vida concreta: intenciones, actitudes, comportamientos que se verifican en el vivir cotidiano. La misericordia de Dios es su responsabilidad por nosotros. Él se siente responsable, es decir, desea nuestro bien y quiere vernos felices, colmados de alegría y serenos.

Y concluye con este pensamiento contundente: “Es sobre esta misma amplitud de onda que se debe orientar el amor misericordioso de los cristianos. Como ama el Padre, así aman los hijos. Como Él es misericordioso, así estamos nosotros llamados a ser misericordiosos los unos con los otros”.

Más adelante subraya la importancia de “dejarse alcanzar por el amor de Cristo” para transmitirlo a los que nos rodean: en la familia, entre nuestras amistades, colegas de trabajo y aquellas personas que viven en extrema pobreza.

¡Qué grandes verdades entrañan estas sabias palabras! Porque, en efecto, en las familias de la tierra, cuando los padres son afectuosos, cariñosos y educan bien a sus hijos, éstos se quieren mutuamente -con naturalidad y sin rarezas-, mantienen un equilibrio afectivo y saben comunicarlo fácil y espontáneamente a los demás, hacia aquéllos que no son de su familia.

Pienso ahora en los jóvenes quienes han recibido mucho amor en su hogar. Son capaces de tomar la iniciativa e ir con sus amigos a parroquias pobres y preguntarle al sacerdote que les sugiera visitar las casas dónde más falta precisamente ese cariño y ese amor. En resumen, dan de lo que ya tienen, de lo que han recibido desde su infancia y adolescencia.

Cuando era universitario, teníamos la costumbre -algunos amigos y yo- de visitar las barriadas más pobres. Solíamos llevarles, a esos papás y a sus hijos, unas palabras de consuelo y esperanza; les regalábamos estampas de la Virgen de Guadalupe, Rosarios y guiones para que aprendieran a rezarlo, y al final de cada visita, les obsequiábamos un pastel, unos buenos dulces o unos chocolates finos, de ésos que probablemente nunca habrían probado. Me resultan inolvidables aquellos rostros llenos de alegría, particularmente de la chiquillería, cuando les entregábamos aquellos deliciosos postres.

Ya de regreso, en el camión de pasajeros, era habitual que comentáramos que más beneficiados habíamos resultado nosotros al percatarnos de que aquella familia era muy pobre, pero tenían una enorme fe y amor al Señor y a “La Morenita del Tepeyac”. Su gran abandono en la Divina Providencia era tan profundo que nos daban una verdadera lección de Confianza en Dios, sin dejar esos papás de poner los medios para salir adelante de aquella difícil situación en la que se encontraban, mediante el trabajo cotidiano perseverante o en el esfuerzo de conseguir otro empleo mejor remunerado.

“Dios quiere vernos felices, colmados de alegría y serenos”, comenta también el Papa. Y el Santo Padre hace propio este pensamiento y suele aparecer ante las multitudes rebosante de gozo y buen humor. Y sabemos que tiene 79 años y que el próximo 17 de diciembre cumplirá los ochenta años. Es lógico que tenga las enfermedades y achaques propios de la edad, y sabemos que un pulmón no lo tiene en buenas condiciones, y sin embargo, es tan grande su amor y deseo de servir alegremente a todos los fieles, que deja de lado sus malestares físicos, y auténticamente se vuelca en servicio de los demás.

En efecto, el Papa Francisco “ha sido alcanzado por el amor de Dios” y lo comunica a los demás, mostrando un rostro radiante lleno de paz y de alegría y un semblante amable y afectuoso hacia la humanidad entera.

Le confesaba a la conocida periodista Valentina Alazraki, en una larga entrevista concedida a “Noticieros Televisa” (Roma, 13-III-2015), que le cuesta mucho esfuerzo y vencimiento personal, el realizar viajes porque afirma que toda su vida ha sido un hombre sedentario.

Pero es tan grande su amor por las almas, que -a casi tres años de su Pontificado- ya ha visitado a un buen número de países: Tierra Santa, Brasil, Corea del Sur, Albania, Estrasburgo (Francia), Turquía, Sri Lanka, Filipinas, Bosnia-Herzegobina, Ecuador, Bolivia, Paraguay, Cuba, los Estados Unidos de América y, ahora, México. ¡El Pastor sedentario se ha convertido en un Papa Viajero! ¿Qué es lo que le mueve y motiva a realizar estos viajes pastorales? Su enorme deseo de pregonar por todo el orbe que “el Nombre de Dios es Amor y Misericordia”.

Deja una respuesta