Un niño prodigio: Wolfgang Amadeus Mozart

El 30 de agosto de 1763, apareció este afiche en las paredes de Francfort:

“Hoy a las seis de la tarde, tendrá lugar irrevocablemente el último concierto entre una niña de doce años y un niño de siete. No será solamente un concierto sino que, además, el niño acompañará sinfonías al clavicordio, con la partitura y las teclas cubiertas con una tela. Además nombrará exactamente las notas y acordes que se darán en el clavicordio. Se pueden sacar las entradas en el León de Oro al precio de medio tálero.”

Wolfgang Amadeus Mozart nace en Salzburgo el 27 de enero de 1756. Sus padres Leopold Mozart y Ana María Pertl.

Esta bellísima ciudad que milagrosamente sobrevivió a la famosa guerra de los treinta años, es donde nace, crece y se desarrolla un genio musical verdaderamente increíble. Mozart nace con un don que muy pocos genios han poseído, un dominio absoluto, sobre la armonía y el ritmo. A los tres años disfrutaba oyendo las lecciones que su padre daba a su hermana, poco después se sentaba a tocar acordes en el clavicordio. Podía recordar cualquier melodía y la podía repetir sin equivocarse.

Tenía solamente cuatro años cuando empezó a componer, todos quedaban asombrados, de lo que este pequeño podía hacer. Este genio podía leer las notas cuando todavía no sabía leer. Un día todavía muy pequeño escribió un concierto tan difícil que nadie podía tocarlo, su padre no lo podía creer lloró al escucharlo.

A los seis años ya había escrito varias piezas llenas de elegancia y belleza, no podemos imaginar que una criatura nazca con un don semejante. En la historia de la música, no existe un músico de la precocidad y fecundidad de Mozart.

Leopold Mozart hombre ambicioso que nunca pudo alcanzar el éxito, quería mucho a sus hijos, pero intuía que el genio del que ellos gozaban, se lo podría proporcionar.

Así que organizó una tournée de conciertos por las principales capitales europeas en ese momento. Munich, Viena, Francfort, París, Londres, La Haya, fueron las ciudades donde debutó el precoz niño al lado de su hermana Nannerl.

Europa y lo niños estaban maravillados, nunca habían oído nada igual. El público entusiasta les aplaudía y no querían se bajasen del podio; aplaudían una y otra vez, para que el concierto no terminara y el niño, agradecido y entusiasmado seguía y seguía condescendiente con su público. En fin podríamos hacer un libro sólo contando los primeros años de este excepcional músico, que compone su primer oratorio a los nueve años.

La vida del gran Mozart, transcurre llena de éxitos, pero al mismo tiempo no lograba obtener ingresos sustanciosos. Príncipes y cortes lo celebran, le aplauden y sin embargo tuvo que luchar duramente para ganarse la vida.

Mozart viaja a Italia y hace un gran recorrido, Parma, Bolonia, Florencia, Nápoles, Roma. Su fama ya había trascendido y todos le conocían, ya que habían circulado las noticias del genio por toda Europa. En sus días en Roma escuchó en la Capilla Sixtina el Miserere de Gregorio Allegri, que no se podía copiar bajo pena de excomunión; no lo copió simplemente lo pudo transcribir de memoria. El Papa Clemente XIV nombró a Wolfgang Amadeus Mozart de Salzburgo, Caballero de la Espuela de Oro.

La creatividad de Mozart no tiene límites, escribe óperas que son una verdadera delicia. La Flauta Mágica, Idomeneo; El rapto del Serrallo, Don Giovanni, Las Bodas de Fígaro, Cosi Fan Tutte; Misas que son inolvidables y maravillosas como la famosa Misa de Coronación por nombrar alguna; conciertos para diversos instrumentos y sinfonías. En la hermosa ciudad de Praga estrena su famosa ópera Don Juan y el éxito es espectacular, pero al presentarla en Viena, fue muy discutida por los enemigos que tenía el maestro.

Mozart se casa y su esposa Konstanza, fiel compañera y admiradora de su marido, le acompaña en el duro camino, a pesar de la fama de la que gozaba.

En 1791 aparece un desconocido en la casa de Mozart y le pide le escriba un réquiem, Mozart que se hallaba sumamente enfermo, pensó que era un encargo del más allá. Esa obra única y maravillosa fue lo más excelso que se puedan imaginar, aunque no pudo terminarla. Al llegar al Lacrymossa llamó a su alumno Sussmayer y le dio instrucciones para que la acabara. El 5 de diciembre de 1791 dejó de oírse para siempre a uno de los más sublimes compositores de todos los tiempos, Mozart moría.

El entierro fue el de un hombre vulgar. El Barón Van Switen protector de Mozart aconsejó un entierro sencillo para evitar gastos. Al día siguiente a las tres, el cortejo fúnebre salió de la iglesia de San Esteban, pero en el camino del pequeño cementerio de San Marcos se levantó horrible borrasca de nieve, que dispersó a los pocos amigos que lo seguían, por lo que Mozart llegó solo a su última morada, que era la fosa común. Gigantes de la Música. José Repollés. Brugera Mexicana de Editores, S.A.

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