Un mundo cada vez más dogmático

Como hemos dicho muchas veces –por algo será–, vivimos en una época que se ufana de manera casi enfermiza de su notable espíritu de tolerancia y libertad para pensar casi cualquier cosa que se quiera, y que mira con desdén, cuando no con profundo desprecio, épocas pasadas, calificándolas de “dogmáticas”.

Sin embargo, y como también no nos cansamos de denunciar, lo anterior cada vez se contradice más con los hechos y las actitudes de muchos que dicen tener este espíritu, mostrando así, de manera opuesta a lo que tanto proclaman, que los verdaderamente dogmáticos son ellos.

En efecto, tal vez como nunca, en la actualidad lo “políticamente correcto” está adquiriendo de manera creciente el carácter de dogma y en consecuencia, oponerse a ello resulta altamente peligroso. Lo anterior se demuestra muy a las claras no solo con los cada vez más gruesos epítetos que se lanzan contra los que no están alineados con lo “políticamente correcto”, sino además, porque día a día se hacen más frecuentes todo tipo de amenazas en su contra: desde el linchamiento mediático hasta las demandas en tribunales.

Siendo esto así, ¿dónde ha quedado la tolerancia y libertad que dicen defender los que atacan de este modo? Y de manera más profunda: ¿no son esas actitudes de matonaje una muestra clarísima no solo de esta ausencia de tolerancia sino también de la falta de argumentación de sus postulados? Si de verdad se pretende debatir las ideas y no imponerlas, es altamente contradictorio erizar la postura que se tenga con todo tipo de advertencias y amenazas, al punto que podría concluirse que el nivel de dichas advertencias y amenazas es inversamente proporcional a la solidez de los argumentos que se tienen.

De esta manera, vivimos en una sociedad en que el debate está siendo sustituido por este matonaje e intolerancia de una postura que descalifica de un plumazo a todo y a todos quienes no compartan su particular modo de ver las cosas, lo cual no puede estar más lejos del verdadero espíritu democrático.

Así, por poner solo algunos ejemplos, quien sostiene que el ser humano no es un simple animal es un soberbio insensible; el que critica la ideología de género es un retrógrado; aquel que no está de acuerdo con todas y cada una de las exigencias del matrimonio homosexual es un homofóbico; el que no es “progre” es un conservador miserable; el que es creyente es un intolerante; la persona que no es de izquierdas es un fascista; quien cree en el mercado, un miserable explotador, y así podríamos seguir por un buen rato.

En todos estos y muchos otros casos, se pretende excluir de un plumazo, según se ha dicho, a quienes no se muevan dentro de las coordenadas de lo “políticamente correcto”, y de manera preocupante, se están empleando de manera creciente otros medios abiertamente coactivos para amedrentar o incluso neutralizar a quienes osen salirse de sus fronteras. De esta manera, existe un grupo no mayoritario, pero que aparenta serlo, gracias a sus influencias y acceso a los medios de comunicación, que sencillamente no está dispuesto a tolerar ideas que no sean las suyas.

Así las cosas, ¿quiénes son realmente los dogmáticos e intolerantes?

Max Silva Abbott
Doctor en Derecho
Profesor de Filosofía del Derecho
Universidad San Sebastián

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