La industria del consumo ante la volatilidad de la época

Actualmente, en esta época del consumo superfluo y de la distorsión de la familia, nos estamos enfrentando como sociedad a cambios drásticos que por lo general sirven de reacomodo cuando existen crisis o hay cambios de era. El posmodernismo está dejando su paso a la digitalización y con esto al ser humano se le ha hecho común vivir un individualismo lastimoso que sus resultados han empezado a notarse.

La industria a su vez se ha tenido que readaptar a las nuevas realidades y estudiar los mercados para reinventarse y no desaparecer. No obstante, considero que la reflexión de los industriales, está siendo pragmática y no tanto con visión de largo plazo, sino con miras a futuros cercanos. Es decir, las empresas han sentido la necesidad de cambiar su consumidor target puesto que dan por hecho que la familia como la conocemos, se transformará para siempre y no así, que este cisma (como le llamo yo), es de carácter volátil y transitorio.

Según datos de la OCDE (Organización de Cooperación y Desarrollo Económico) en los 34 países que constituyen esta organización, la estructura familiar que menos representa a las distintas estructuras familiares, está conformada por padre o madre solteros (5 y 10 por ciento de los hogares). Por el contrario, el hogar unipersonal formado por una sola persona, es considerable, ya que representa un 40 por ciento aproximadamente. Sin embargo, México es la excepción ya que tenemos menos del 10 por ciento de hogares unipersonales viviendo en nuestro país. Es decir, los mexicanos seguimos formando hogares con familias nucleares (papá, mamá e hijos), compuestas (nuclear con otros parientes) o mixtas (nuclear con otras personas no parientes) y en su minoría solteros.

En este sentido, a lo largo de todos estos países, la tendencia general de contraer matrimonio en primeras nupcias se ha visto marcada por un incremento en la edad de las personas que deciden casarse. Por ejemplo, a principios de los años 90 el promedio era de 25.3 años en las mujeres y 27.8 años de edad en los hombres. Para el 2014 esta tendencia en las mujeres aumentó en casi cinco años, siendo que ahora se casan en promedio a los 30.0 años y los varones en promedio a los 32.6 años, lo que implica que haya más hogares unipersonales y un retraso considerable en la fecundidad (Países OCDE año 1960: 3.2 hijos por mujer, año 2015: 1.9 hijos por mujer), con sus excepciones como México (año 1960: 6.8 hijos por mujer, 2015: 2.2 hijos por mujer) pero la tendencia en la fecundidad es a la baja.

Los llamados Ingenieros Sociales del occidente, ante el afán de lograr igualdad de derechos para todas las minorías, han estado redefiniendo el matrimonio y la familia, catalogándola hasta en once tipos de estructuras familiares. Lo que entre otras situaciones ha provocado que la mujer participe más en el mercado laboral, postergue su maternidad, los adultos en gran parte no quieren contraer compromisos y por ello el incremento de los hogares unipersonales.

Hecho que posiblemente de manera transitoria, a la industria del consumo le convenga, pero no así a largo plazo ya que si no invertimos en la familia, que de acuerdo con la Declaración de los Derechos Humanos, estipulados en la Carta de las Naciones Unidas, “es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado”, la situación económica poco a poco se verá afectada y hasta la industria notará graves estragos.

El empoderamiento económico de la mujer es un buen negocio. Las empresas se benefician enormemente al aumentar las oportunidades en cargos de liderazgo para las mujeres, algo que ha demostrado aumentar la eficacia organizacional. Se estima que las compañías donde tres o más mujeres ejercen funciones ejecutivas superiores registran un desempeño más alto en todos los aspectos de la eficacia organizacional (Mckinsey.com).

Sin embargo, un aumento en hogares unipersonales y de mujeres trabajando, puede suponer que los factores de la producción se encarezcan; la tierra, el trabajo y el capital y todo a su vez cuesta más porque no existe una comunidad apoyándose como sucede en el caso de los matrimonios. Al respecto, podemos notar nuevamente en la base de datos de familia de la OCDE, que la tendencia del empleo para las mamás que están casadas en su mayoría tienen trabajo remunerado y si tienen educación superior, es aún más retribuido. Compiten con sus parejas y esto hace escasear el empleo y encarecerse la vida, a su vez delegar el cuidado y crianza de los hijos a terceros que nunca ejercen el maternaje como una madre puede.

No obstante, cabe señalar que las crisis han hecho que estos números decrezcan, sin embargo, muchos de los países de la misma OECD han visto el empleo en madres solteras decrecer, después de la crisis económica de 2008. Lo que puede sonar lógico, pero es de notar que las más afectadas son las madres solteras, puesto que en ellas el impacto es mayor y el desempleo se incrementa cuando están solas.

Las madres de familia casadas tienen una probabilidad de 67.7por ciento más de ser empleadas cuando su pareja está empleada, en comparación con el 50.3 por ciento de las mujeres que tienen una pareja desempleada, no obstante, en México la tendencia es inversa. Las madres solteras tienen 30 veces más probabilidad de estar trabajando que las que están casadas. Lo que puede deberse a las costumbres y a la falta de apoyo asistencial para este tipo de estructura familiar, viéndose obligadas las madres solteras a trabajar. No así con las casadas pero que no trabajan ya que posiblemente haya mayor estabilidad en el hogar, puesto que si el varón provee lo económico, la mujer provee el bienestar interno de la familia.

El 40 por ciento de las familias en México siguen siendo constituidas por madre, padre e hijos, las reconstituidas solamente representan el 11 por ciento, las uniones del mismo sexo solamente representan el 0.6 por ciento quienes gastan el 30 por ciento de sus ingresos en actividades de esparcimiento (Instituto de Investigaciones Sociales), y la familia nuclear gasta principalmente en alimentos y bebidas no alcohólicas (80 por ciento de su ingreso anual ENGASTO 2014) y en última instancia destina su ingreso al esparcimiento y otros bienes y servicios.

A la industria del consumo le sigue conviniendo producir bienes y servicios destinados para la familia nuclear, ya que si se piensa en negocio, el negocio está en el largo plazo y no en tendencias volátiles que tienen claros indicios de no prevalecer. Los cambios actuales son naturales, pero son reajustes de la época y lo que ha funcionado durante siglos no tiene por qué no seguir funcionando; a menos que lo destruyamos y así equivaldría como darnos un balazo en el pie.

Nos leemos pronto para no quedarnos atrás y ver hacia delante.

Nota publicada en El Heraldo de México

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