Lo verdaderamente importante

Las próximas elecciones presidenciales son bastante más importantes de lo que aparentan, aunque muchos no se hayan percatado del real motivo de dicha importancia.

En efecto, desde nuestra perspectiva (y dado que nos movemos en el mundo de las ideas), el aspecto verdaderamente relevante de esta lid no es tanto económico, sino ético-valórico, relacionado al tipo de sociedad que pretenden instaurar los diferentes competidores al sillón presidencial.

De este modo, por un lado tenemos seis candidatos –que representan a la centro-izquierda– que con mayores o menores matices, pretenden que el Estado tenga un papel cada vez más relevante en la vida de los chilenos –incluyendo lo económico–, para lo cual buscan dotarlo de un cúmulo de poderes que lo convertirían en una entidad cada vez más asfixiante.

Por el otro lado, tenemos dos candidatos que buscan promover la iniciativa privada y son enemigos de un Estado interventor, pues creen en la libertad de las personas y conocen el fracaso que “el otro modelo” ha tenido en todo el mundo. Así, desde el punto de vista económico, que tanto importa a la gente, su propuesta es claramente distinta a la que hemos tenido en este gobierno.

Sin embargo, y según se advertía, desde nuestra perspectiva, el problema más importante es ético, y apunta a evitar un modelo de vida dominado por la “agenda progresista” y de lo que podríamos llamar los “nuevos derechos humanos”, que están influidos en particular por la ideología de género. Así, al concebir la sexualidad como un constructo, pretenden cambiar completamente la fisonomía de nuestra sociedad, lo cual se manifiesta entre otras cosas, desde el aborto hasta el matrimonio homosexual, pasando por un intervencionismo grosero del Estado en la crianza y educación de los hijos –usurpando así el papel de los padres–, hasta una clara animadversión a la libertad de conciencia y de cultos, so pretexto de lograr un “Estado laicista”.

Y es aquí donde la diferencia entre los dos candidatos que quedan resulta manifiesta: porque a uno no le molesta continuar con esta agenda, al punto que permanentemente hace gestos a sus promotores; tanto, que en este punto no se diferencia demasiado (en realidad, se parece cada vez más) a los otros seis candidatos.

En cambio, al otro candidato sí le interesan estos temas y además, pretende alzar la voz por esa silenciosa mayoría cristiana de nuestro país –católica y evangélica– que en realidad, no se ha sentido representada por ningún candidato hace mucho tiempo y que ha tenido que votar a regañadientes por el erróneamente llamado “mal menor”, que a la postre ha resultado peor que sus supuestos adversarios. Ello, porque lejos de haber frenado ese modelo de sociedad, lo aceleró.

Por eso, se insiste, en esta elección se juega algo mucho más importante que unos equilibrios macroeconómicos, sin duda relevantes, pero que palidecen en relación a lo verdaderamente importante: el tipo de sociedad que queremos legar a nuestros hijos y nietos.

De ahí que haya que tener una mirada más profunda y de más largo plazo, y no ser tentados por un plato de lentejas (una supuesta prosperidad económica de los próximos cuatro años). Chile vale mucho más que eso.

Max Silva Abbott
Doctor en Derecho
Profesor de Filosofía del Derecho

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