Esclavos mentales

Tal vez una de las formas más nefastas y peligrosas de esclavitud sea aquella que secuestra el pensamiento de forma disimulada, de tal manera que el afectado no pueda percibir su situación ni, en consecuencia, liberarse de ella. Lo nefasto consiste precisamente en su falta de notoriedad, al punto que quien la padece puede llegar a creer que es libre.

            Ahora bien, lejos de lo que muchos piensan, esta terrible opresión mental resulta muy común en nuestros días, pese a que como se ha dicho, son varios los que estiman que somos más libres que nunca, en particular porque gracias a la actual tecnología, podemos tanto saber lo que ocurre en otros lugares, como comunicar lo que pensamos urbi et orbe.

            Sin embargo, el hecho que podamos comunicarnos a nivel planetario casi sin fronteras de espacio y de tiempo no implica de suyo que los sujetos sean más libres, pues la clave no está en el “cómo” se transmite la información, sino en su veracidad. Y ello ocurre a nuestro juicio, porque hoy por hoy, cada vez más gente se alimenta prioritaria o incluso únicamente de lo que fluye por los medios de comunicación de masas, pero sin investigar más, sin contrastar la información, e incluso sin poner en duda lo que ve y oye. Con la agravante que gracias a las redes sociales, muchos replican y amplifican esta misma información, ahondando aún más el fenómeno.

            De esta manera, es perfectamente posible que la mitad del planeta, literalmente, esté replicando un dato falso, al dar por cierto algo que no lo es y por tanto, obrando de acuerdo a esa premisa. Y si a lo anterior se añade que en no pocos casos esta información se reduce a meros eslóganes o a ideas simples prefabricadas, muy fáciles de digerir pero difíciles de rebatir, la situación se torna francamente peligrosa.

            Por tanto, en esta época que se cree tan libre y se vanagloria de ello, han ido surgiendo diferentes “dogmas” y “tabúes” (lo “políticamente correcto”), difundidos por estos medios de comunicación modernos y replicados gracias a las redes sociales, que van aplastando todo a su paso, al no admitir réplicas, dudas ni mucho menos críticas, pues el linchamiento se hace irresistible.

En consecuencia, quienes controlan estos medios de comunicación y redes sociales adquieren un poder insospechado, pues van “creando realidad”, siendo cada vez más difícil contrastar lo que señalan con datos verdaderos, actuales o históricos. Lo que importa así, es quién difunde el mensaje de manera más rápida, amplia y asimilable, para dirigir, cual veleta, las voluntades de grandes masas de la población en pro de sus intereses.

            Es por eso que señalábamos que la esclavitud mental es una situación tremendamente común en nuestros días, aun cuando muchos crean exactamente lo contrario.

            De ahí que el antídoto ante este maremágnum de datos es poseer una cultura lo más amplia posible, en particular histórica. Sólo así se puede estar a salvo, al menos en parte, de ser embaucados y ser utilizados como meros replicadores del mensaje de cada momento. Por cierto que es un camino más difícil, pues es mucho más cómodo tragarse la información ya digerida sin comprobar nada. Sin embargo la libertad, como cualquier otra cosa buena, exige esfuerzo no sólo para ser alcanzada, sino sobre todo para mantenerse.

Max Silva Abbott

Doctor en Derecho

Director de Carrera de Derecho

Universidad San Sebastián

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