¿Condiciones para la Igualdad?

Chile, abril 2014. Colaboradores IFO.– Como se sabe, una de las principales banderas de lucha del actual gobierno es lograr una igualdad lo más extendida posible para los chilenos, para lo cual se propone cambiarlo todo. Cabe advertir que como se trata de un propósito bastante forzado (salvo nuestra igualdad esencial, los seres humanos somos bien diferentes unos de otros), no será fácil lograrlo, tal como han mostrado los diferentes intentos de la izquierda a nivel internacional en el último siglo. De hecho, podría concluirse que mientras más irreal es el ideal, más monstruosa se torna la sociedad que pretende llevarlo a la práctica.

Ahora bien, se vocifera constantemente contra el sistema económico como principal, si es que no el único responsable de las desigualdades y las a veces tremendas diferencias de oportunidades que existen en muchas sociedades. Sin embargo, lo anterior tiene muchas más causas que lo simplemente económico.

Una de éstas se debe a las enormes diferencias que existen en el entorno en que los niños crecen; no solo por los recursos materiales con que se cuente ni debido a la educación formal que tengan, sino sobre todo, por la dedicación y atención que reciban de sus padres, principalmente en sus primeros años. La familia tiene por ello, una enorme (en realidad la mayor) importancia en las ventajas o desventajas comparativas que tendrá esa persona en su adultez.

Ahora bien, si esto es así (y habría que probar lo contrario), no se entiende entonces por qué la izquierda ha hecho lo imposible, a nivel mundial, por debilitar e incluso destruir la familia ahora llamada “tradicional” (padre y madre casados e hijos), que ha demostrado ser la más funcional. Hoy se pretende que casi cualquier cosa sea “familia”, homologándose las diferentes situaciones posibles mediante la ley, como si con ello pudieran igualarse en sus resultados.

En consecuencia, si tanto alega contra la desigualdad de oportunidades, y siendo evidente la importancia de la familia, la clave es reforzarla de verdad, pues parece absurdo que se pretenda solucionarlo todo sólo por medio de leyes, modificaciones económicas y educativas.

Si queremos una sociedad más justa, debemos incentivar la solidaridad y el amor entre las personas. Difícilmente se logrará esto con el actual ideal de vida defendido por la izquierda: un sujeto completamente libre, que no admite compromisos que no pueda romper a voluntad, y que piensa solo en sí mismo. ¿O alguien cree posible poder ponerse en el lugar del otro si se incentiva un ideal de persona tan egoísta?

*Max Silva Abbott

Doctor en Derecho

Profesor de Filosofía del Derecho

Universidad San Sebastián

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