El descubrimiento de América y la labor del mestizaje

De antemano sé que me estoy introduciendo a un tema polémico por las corrientes indigenistas que consideran la conquista de México y del resto de Latinoamérica como un atropello a la dignidad de sus nativos.

Basta echar una mirada a Canadá y los Estados Unidos para comparar dos actitudes completamente opuestas: estos países no hicieron labor de mestizaje ni de predicación de su religión, sino que sistemáticamente fueron aniquilando a la enorme cantidad de aborígenes de esas tierras del Norte.

Siempre se han excusado dando una explicación casi infantil, de que los indígenas eran los primeros que atacaban y mataban a los conquistadores ingleses y franceses, sin misericordia alguna. Por ello, no les quedó más remedio que arrasarlos sobre la faz de la tierra.

He estado, varias veces, en Arizona, en campos de reservación de los indios navajos y de otras tribus. Da mucha pena observar que las autoridades los tienen como en una especie de cárcel,  en una versión folklórica norteamericana: les dan de comer, de vestir, medicinas y los ponen a que -durante el día- elaboren figuritas, ollitas, cintas de cuero, cinturones con dibujitos de colores llamativos, etc., para vendérselos a los turistas. Tristemente me recuerdan a los animalitos que se tienen en los zoológicos, lo cual es una grave injusticia porque atenta contra su dignidad como seres humanos.

Basta con mirar hacia el norte de la república mexicana donde radicaban tribus mucho más beligerantes, como los indios yaquis, los pápagos, los apaches y tantos más, que no lo pensaban dos veces y asesinaban con flechas y lanzas a los primeros religiosos evangelizadores.  Así han fallecido cientos y cientos de mártires que murieron defendiendo su fe cristiana.

Cuando Cristóbal Colón, en 1942, descubrió el continente y se introdujo en algunas islas, los nativos los recibieron amigablemente y por primera vez, según los relatos que le contaban, se percató que América, en su tierra firme, tenía extensiones gigantescas.

Al poco tiempo, se regresó a España –acompañado de algunos aborígenes- para comunicarles la feliz noticia a los Reyes Católicos, Fernando e Isabel y les hizo ver que era urgente planear viarios viajes más e ir preparando a otros marinos y militares para conquistar a muchos puntos distantes del sur, del Caribe, del Centro y de la futura Nueva España.

De inmediato, los Reyes Católicos, acompañados de sus asesores, se plantearon un doble objetivo: 1) dividir territorios para que en cada región hubiera un gobernante acompañado de suficientes soldados para administrar y conseguir un buen gobierno.

2. Algunos llegaron a pensar que los nativos no tenían alma, que eran una especie de animales. Pero el Rey Fernando e Isabel La Católica, con la ayuda de varios educadores y teólogos, llegaron a la conclusión de que realmente eran seres humanos. Por lo tanto, se imponía el ir planeando la Evangelización de toda América Latina.

Así que pronto se seleccionaron a Obispos, religiosos, misioneros, sacerdotes, de probada vida recta y con una profunda vida interior para llevar todos los pobladores el mensaje de Jesucristo. A ellos se les advertía que podrían morir mártires de la fe, pero eso no fue ningún obstáculo para que cada vez se apuntaran  más hombres y mujeres  de vida consagrada a Dios.

Ellos representaron como un “dique de contención” contra los malos tratos y abusos que cometían algunos soldados españoles para que fueran juzgados por las  autoridades civiles.

Un fenómeno que a la vuelta de tantos siglos no me deja de sorprender, fue que de inmediato se pusieron a funcionar las escuelas de artes y oficios, lo mismo que pronto se abrió la primera universidad de América. ¿Y quiénes fueron los alumnos, además de algunos criollos? En su gran mayoría indígenas que demostraron que tenían un enorme talento y sensibilidad para ser dibujantes, decoradores, escultores, pintores que mucho ayudaron en la terminación estética de monasterios, catedrales, iglesias, noviciados, seminarios…

Basta con ir a Cholula o a cualquier pueblo del centro de la república y visitar el  templo o algún convento para observar las maravillas que elaboraron con una creatividad fuera de serie y haciendo una particular simbiosis entre lo que iban aprendiendo de la fe con elementos prehispánicos. Es decir, fueron de inmediato asimilados a la cultura occidental y se hizo una espléndida labor de mestizaje.

Pero, además, muchos nativos pronto comenzaron a graduarse en la Universidad, como: abogados, periodistas, literatos, médicos,  catedráticos, intelectuales, arquitectos…

Realmente ocurrió una fusión de la cultura occidental y la prehispánica y el resultado fue magnífico porque recibió la admiración y el reconocimiento de los europeos que visitaban a la naciente Nueva España.

Para finales del siglo XVI ya había parroquias, clases de catecismo, de formación doctrinal-religiosa más elevada, algunos nativos llegaron a ordenarse como sacerdotes, otros fueron enviados a Roma para hacer doctorados.

En los siglos posteriores vemos muchos frutos de este mestizaje en cuanto a los monumentales edificios civiles, catedrales, iglesias muy bellas, residencias habitacionales, urbanización de las ciudades como se tenían en España…

Finalmente, siempre he pensado que el hecho tan significativo que se haya aparecido la Virgen de Guadalupe en 1531, a pocos años de la conquista de la gran Tenochtitlán, fue como la luz salvadora o el faro que siempre ha guiado a México y a todo el continente para que sus habitantes comprendieran y aceptaran rápidamente la Buena Nueva y miles de nativos se bautizaran y, además, fueran fieles practicantes de la fe cristiana. Humanamente era muy difícil cambiarles a los nativos toda su cosmovisión de la vida, con multitud de dioses pero, con la poderosa intercesión de la Virgen María, se logró un hecho milagroso: que Nueva España se convirtiera a la doctrina de salvación de Jesucristo y ha permanecido a través de los siglos y esa fe tan viva y cariñosa hacia “La Morenita del Tepeyac” la seguimos observando cada vez que vamos al Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe: sigue siendo una especie de milagro viviente que se ha transmitido de generación en generación y cada vez hay más mexicanos y latinoamericanos que acuden a visitarla y rezar ante la Guadalupana.

Les recomiendo que vayan un domingo cualquiera y se sorprenderán del hecho que siempre está lleno el Santuario por dentro, en sus alrededores, en el Templo Expiatorio, en la Virgen del Cerrito, del Pocito, en la fuente espectacular que tiene en la parte de atrás, en la Capilla de Indios, etc. A muchos amigos europeos que he invitado a conocer la Villa de Guadalupe, me comentan admirados: ¡Esta fe tan viva no se ve en ningún otro Santuario del mundo! (Fuente: www.yoinfluyo.com)

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