A setenta años de la revolución comunista en la República Popular China

Cuando observamos en la actualidad un renacer de los grupos de izquierda tanto en América Latina como en Europa con el engaño o la falsa ilusión de que entrando a gobernar partidos con inspiración socialista o marxista-leninista, prácticamente todos los problemas socioeconómicos del pueblo se resolverán, viene bien mirar lo que la historia nos enseña.

Por ello es que en mis últimos artículos he analizado el caso de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (U.R.S.S.), Cuba, Alemania del Este (el Muro de Berlín) y del disidente ruso, el escritor Nobel de Literatura, Alexander Solzhenitsyn.

El caso de China fue singular porque no se centró en persuadir a los obreros sino a los campesinos que se unieran a la causa de su líder Mao Tse Tung (1873-1976), creador de “la guerra de guerrillas” y se entusiasmó con el ejemplo de Rusia.

Llegó a formar un ejército bien preparado. Después de muchos combates, en 1949 tomó el poder y fundó la República Popular China. Su libro más popular fue “El Libro Rojo”.

Mao tenía un carisma especial y el pueblo lo idolatraba. Pero los historiadores aseguran que mandó asesinar a más ciudadanos que Adolfo Hitler y José Stalin juntos, con la finalidad de consolidarse como la autoridad máxima en China.

Por ello recomiendo la lectura de dos libros fundamentales para comprender mejor las revoluciones en este país: “Los Cisnes Salvajes” y “La Historia Desconocida de Mao” ambos escritos por Jung Chang, Editorial Circe (bolsillo).

Especialmente brutal fue la represión en la llamada “Revolución Cultural” de los años sesenta en la que Mao utilizó a los jóvenes para detener, golpear y asesinar a muchos de los antiguos miembros del Partido Comunista. No obstante que ellos fueron fieles al Partido desde sus inicios, Mao decretó que era muy sana “una purga política” para renovar los cuadros y dar paso a las nuevas generaciones.

Actualmente, China presenta dos facetas: el rostro del progreso en algunas ciudades que dan hacia el este del país, hacia los puertos y zonas comerciales junto al mar y, por el contrario, la cara de la pobreza, la hambruna y el dramático retraso en la región montañosa. Los habitantes de esta parte del país no pueden libremente desplazarse hacia la región del progreso, sino con un permiso especial de las autoridades, es decir, permanece siendo como una gigantesca cárcel.

Es difícil predecir el futuro de China. Pero está claro que detrás de la riqueza y bienestar de unos cuantos ciudadanos, ha costado millones de muertes a lo largo de su historia reciente y se continúan violando los derechos humanos como ocurrió con la represión y masacre durante las protestas estudiantiles en la Plaza de Tiananmén.

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