Uno de los principales argumentos que se esgrimen para despenalizar el aborto es que éste constituye un problema de salud pública que afecta a un sector significativo de la población, en razón del elevado número de abortos clandestinos que se producen, los que en Chile fluctuarían entre cien y trescientos mil al año.
Con todo, esta cifra resulta absolutamente imposible, puesto que como se trataría de abortos clandestinos, sus condiciones sanitarias debieran ser, por regla muy general, deficientes, lo que ocasionaría un elevadísimo número de ingresos al sistema hospitalario debido a complicaciones posteriores. Ahora, como esto no ocurre, ello demuestra claramente que la cifra es falsa. De hecho, estimaciones bastante realistas arrojan un resultado de alrededor de 15.000 casos por año, con lo cual está lejos de ser un problema de “salud pública”.
Sin embargo, y de manera paradójica para sus defensores, lo que sí constituye un auténtico problema de salud pública, son algunas de las consecuencias que produce la legalización el aborto.
Así por ejemplo, existe abundante documentación que señala que las probabilidades de cáncer de mama aumentan notablemente luego de realizado un aborto, pues éste trunca el desarrollo de sus células para la futura lactancia, células que devienen muchas veces en tumores. Igualmente, está comprobado que luego de una intervención de este tipo, suben las probabilidades de un parto prematuro y de niños con bajo peso, con todas las secuelas que ello trae para la salud de estos pequeños; de embarazos delicados, sobre todo por problemas en la placenta; de conflictos de pareja; y aunque no se quiera reconocer por algunos sectores, de diversas secuelas para la salud mental de muchas mujeres, lo que puede dar origen a cuadros depresivos, al abuso de sustancias e incluso a intenciones suicidas. Todo lo anterior, sin perjuicio de los problemas ocasionados por las propias intervenciones quirúrgicas conducentes a eliminar al no nacido, puesto que a mayor tamaño del niño, ellas resultan más riesgosas para la madre.
En suma, lejos de solucionar un inexistente problema de “salud pública”, dado el real número de abortos que se realizan en Chile y los notables niveles de sobrevivencia materna que tenemos, una ley de aborto crea uno real y en mucho mayor escala para buena parte de la población, no solo para las mujeres.
En consecuencia, y dejando al margen aspectos morales, si desde un punto de vista solamente técnico no constituye una real necesidad y por el contrario, genera reales problemas de salud pública, ¿para qué seguir empeñados en legalizar el aborto?
*Max Silva Abbott Doctor en Derecho Profesor de Filosofía del Derecho Universidad San Sebastián
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