Hace pocos días escuchaba unas declaraciones de Andrés Manuel López Obrador, candidato del PRD a la Presidencia de la República, en la que afirmaba categóricamente que todas las encuestas le favorecían; que la suerte de México estaba decidida hacia su persona en el próximo sexenio y añadía, como conclusión, la coloquial frase: “Este arroz ya se coció”.
En días previos había leído también en la prensa unas afirmaciones de AMLO en las que aseguraba que se acabaría imponiendo “La República amorosa”, y todavía daba un paso más: que si perdía las elecciones no sería sino el resultado de un fraude que le habrían arrebatado el PRI y el PAN, con el contubernio de los grupos políticos poderosos y las televisoras que buscan imponer a su candidato.
Después empleaba un juego “cantinflesco” comentando que sí respetará el resultado de las elecciones y el veredicto final del Instituto Federal Electoral pero que, a la vez, no dejará que le roben por segunda ocasión la Presidencia de la nación.
Me parece que López Obrador está utilizando armas intimidatorias que no son válidas dentro de un sistema democrático y plural. ¿Dónde está el líder conciliador y abierto al diálogo que vimos al inicio de su campaña?
Por otra parte, ¿qué observamos en el 2006 cuando se reconoció la victoria de Felipe Calderón? Quizá lo de menos fue que bloqueara Paseo de la Reforma en la Ciudad de México. Lo grave fue que pretendió desestabilizar al país: organizando marchas, mítines de protesta, plantones, multitud de manifestaciones a lo largo y a lo ancho del país. México vivió meses de zozobra política.
El culmen de su conocida frase: “Al diablo con las instituciones” fue cuando hizo escarnio de la decisión final del IFE, de la Suprema Corte de Justicia y todavía más peligroso, cuando lanzó irresponsablemente a los legisladores en la Cámara para impedir a toda costa que el Presidente Electo Felipe Calderón tomara posesión.
No le quedó más remedio a Calderón que salir inesperadamente por una portezuela escondida en el estrado y, para sorpresa de todos, rendir una rápida protesta como Primer Mandatario de la Nación. Y a continuación, volver a desaparecer a toda prisa. De parte de los simpatizantes de AMLO hubo golpes, empujones, gritos, insultos hacia los otros legisladores…Todo un lamentable espectáculo que hacía tambalear la naciente democracia.
Sin duda, hay muchos seguidores del PRD que tienen la ilusión de que obtenga el triunfo electoral. Conozco a muchos de ellos. En su mayoría son ciudadanos de buena fe, que hacen uso legítimo de su libertad política y que esperan un cambio; personas que mantienen la esperanza y secundan noblemente sus propuestas.
Pero quizá no se percaten de lo que es capaz, si pierde la Presidencia. AMLO es un luchador social, no dudo de sus buenas intenciones, pero también tiene todo el perfil de un agitador profesional que lleva muchos años en este oficio.
Un botón de muestra. Todo este movimiento “Yo soy #132” que nació a partir de la inconformidad de algunos estudiantes de la universidad iberoamericana y que en lo personal me parece encomiable que la juventud salga de su apatía o su letargo, y se interese positivamente por influir en los destinos de su nación.
Pero resulta que ahora, con gran habilidad, esta movilización ha sido secuestrada y manipulada por las izquierdas. Ésta es una innegable realidad. Basta observar a las personas que la dirigen y considerar que se requieren millones de pesos para sostener económicamente todas estas manifestaciones políticas y artísticas.
Todos los mexicanos deseamos unas pacíficas elecciones este próximo primero de julio. Enrique Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota ya han declarado que acatarán completamente la decisión del IFE. Pienso que la ciudadanía espera que AMLO haga lo mismo y no ponga nuevamente en riesgo la estabilidad sociopolítica de México.
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