Como todos sabemos, el pasado 25 de agosto, el secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos, informó que ya no se podrán vender antibióticos sin receta médica en las farmacias del país y reconoció que ha faltado una campaña de información hacia la población, por lo que se corre el riesgo de que se generen falsificaciones de recetas.
Asimismo, dejó claro que la supervisión para que se cumpla con la ley corresponde a los Estados, por lo que este proceso se hará de manera progresiva. Agregó que actualmente los antibióticos que más demanda tienen son la penicilina y las ampicilinas. «El 30 por ciento de la comercialización de medicamentos es de libre acceso, es decir, que no exige receta médica para su venta», por lo que llamó a las autoridades sanitarias estatales a que también regulen este mercado y que se vendan en forma debida.
El encargado de la política sanitaria del país calculó que podría ser en tres meses cuando los lineamientos se apliquen en 80 o 90 por ciento del país. Añadió que en los últimos seis meses mantuvo reuniones con diferentes propietarios de farmacias y comentó que hay personas que se oponen a la nueva ley. «Lo que queremos es que entiendan que no es un interés punitivo, sino un interés en favor de la salud de todos los mexicanos», afirmó. “Un interés a favor de la salud de todos los mexicanos”, me retumba en los oídos cunando recuerdo la frase, puesto que me da tranquilidad el saber que eso es lo que busca mi gobierno, busca el bienestar de todos nosotros.
Sin embargo, me detengo y recuerdo que hace unos días quise comprar una medicina que consumo hace un par de años, recomendada por mi dermatólogo, y para mi sorpresa, me comunica el dependiente de la farmacia que es un antibiótico y que no podré adquirirla más sin receta médica.
Al principio me extrañé porque sinceramente no sabía que fuera un antibiótico y segundo comencé a pensar que es importante que vaya nuevamente con mi médico a consultarle si es preciso que continúe con dicho fármaco.
Pero más que esa preocupación, que ciertamente involucra mi preciada salud, conversando con el empleado de la farmacia, le pregunté si también los anticonceptivos, la píldora del día después y los medicamento que contienen MIFEPRISTONA, METOTREXATO y MISOPROSTOL que abiertamente son abortivos ya que son bloqueadores de receptores de progesterona, interrumpen la circulación sanguínea de la capa interna del útero, inhiben la síntesis de ácido fólico y detienen el crecimiento y desarrollo de las células que dan origen a la placenta, se deben de vender con receta médica.
Claramente, con una risita sarcástica, me respondió que “no” que cualquiera puede adquirir estos medicamentos, y que no sólo esos sino que también se pueden adquirir antidepresivos (PROZAC) que crean dependencia sin receta médica y sin tener un límite de edad.
Información y anécdota que me llevan a reflexionar sobre la incongruencia que nos caracteriza a los seres humanos. El Secretario de Salud mencionó que la medida de regulación de recetas para adquirir antibióticos es con “interés en favor de la salud de todos los mexicanos”, ¡de TODOS los mexicanos! Entonces ¿por qué se permite comprar fármacos letales en contra de los mexicanos más indefensos sin ningún tipo de regulación?
Existe una evidente falta de coherencia, una falta de ética sobrepasada por el relativismo ético que ha invadido la ideología de la humanidad, provocando que se piense que solamente vale la persona humana a partir de cierto punto de su desarrollo evolutivo, y antes de ese periodo es considerada invaluable, tanto que es permitido comprar un “arma” en las farmacias, a quien así lo desee, para terminar con la vida de humanos no nacidas.
Personas con un ADN único e irrepetible con el que se forman desde el momento de su concepción, y con el que morirán, entre muchos otros argumentos genéticos irrebatibles. Esta incongruencia me mueve a hacer un llamado a las autoridades gubernamentales para que de igual forma regulen este mercado, que es indistintamente nocivo y dañino para todos los mexicanos.
Es deber del Estado, defender la vida de la especie humana desde su concepción y al permitir adquirir fármacos que son abiertamente abortivos, no cumple con esa obligación que por esencia nos compete a cada uno de nosotros como género humano.
Cabe señalar, que es evidente que este tema causará controversia, puesto que al regularse el Cytotec, la píldora del día después y los anticonceptivos, afectará gravemente a una economía movida por la cultura de la muerte.
Sin embargo, yo no cejaré y si puedo sacudir conciencias, y lograr por lo menos hacer considerar el tema, me dejará tranquila sabiendo que intento hacer la diferencia por dejarles un mejor mundo a mis hijos.
Nos leemos pronto para no quedarnos atrás y ver hacia delante.
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