“Queridos amigos, que ninguna adversidad os paralice. No tengáis miedo al mundo, ni al futuro, ni a vuestra debilidad. El Señor os ha otorgado vivir en este momento de la historia, para que gracias a vuestra fe siga resonando su Nombre en toda la tierra”. SS Benedicto XVI
La cátedra de San Pedro quedaba vacante el 11 de febrero de 2013. Sonaban las campanas y los guardias suizos cerraban las puertas de Castelgandolfo. Terminaba así el pontificado más difícil y más luminoso de las últimas décadas a: SS Benedicto XVI renunciaba. Aquel suceso sería la dolorosa antesala de la tormenta que golpearía con fuerza a la Iglesia desde entonces. Ante su fallecimiento ocurrido el 31 de diciembre de 2022 la Iglesia Católica perdía no solo un amado hijo, sino un Papa a quien se le considera una de las mentes más brillantes del último siglo y el mayor teólogo de nuestro tiempo. Durante el pontificado de San Juan Pablo II, el entonces Cardenal Joseph Ratzinger asumiría el cargo de Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 1982 a 2005.
Algunos periodistas e intelectuales han aprovechado el momento de su fallecimiento para externar su discrepancia y críticas agrias en referencia a su período al frente de dicha Congregación, que consideraron, fue dirigida con mano de hierro y aplicada a desobedientes tales como: como Hans Kung, Leonardo Boff, Williguis Jagger, Jon Sobrino, Pedro Casaldaliga, Ivone Gebara, Gustavo Gutiérrez, Ernesto Cardenal, Edward Schillebeeckx, Charles Curran, Anthony de Mello, Balasurya de Sri Lanka, Jacques Dupuis, entre otros. En un período de 33 años sancionaría a teólogos, sacerdotes, religiosos y obispos; de los que algunos también eran asiduos escritores, lo cual facilitaba la difusión de sus errores. Las sanciones principales se aplicarían a teólogos, comprensible si tomamos en cuenta que las “novedades” que eran claros errores, habían sido difundidas por ellos entre los obispos y de éstos a sus diócesis.
Para dimensionar el trabajo realizado por el Cardenal Joseph Ratzinger durante ese período es necesario citar los problemas por los cuales aplicó sanciones: promoción de la teología de la liberación, mezcla de espiritualidades, mezclar el ministerio sacerdotal con el budismo zen, humanizar la figura de Cristo, adopción de una perspectiva y teología ecofeminista, conciliar marxismo y cristianismo, habilitación para consagrar la Eucaristía de forma distinta a la ordenación con imposición de manos, disenso en la indisolubilidad del matrimonio sacramental consumado, aprobación del aborto, la eutanasia, la masturbación, la contracepción artificial, las relaciones prematrimoniales y los actos homosexuales; sustitución de la revelación acontecida en Cristo con una intuición de Dios sin forma ni imágenes, discrepancia doctrinal con la fe católica, pluralismo religioso, entre otros temas.
Y las sentencias fueron desde amonestaciones, imposición de silencio obsequioso, perder licencia para la enseñanza y escritura de teología católica, suspensión a divinis, prohibir publicar sin censura previa, hasta la excomunión. Lo que resultó incomprensible al vulgo tildándolo de “policía de la Iglesia”, para el católico no fue más que la defensa de la fe católica que insta a corregir al que yerra, protegiendo a su vez al resto del rebaño. Y tales errores y herejías venidos principalmente de teólogos solo podían ser zanjados por el mayor teólogo de nuestro tiempo, (cuya profunda formación teológica había sido influenciada por Platón, San Agustín de Hipona y San Buenaventura) y trabajaría incansablemente al lado del Papa San Juan Pablo II.
Sin embargo serían temas puntuales los que le producirían los más severos ataques en su período como Prefecto de la mencionada Congregación y que podemos resumir en los siguientes:
*Teología de la liberación: SS San Juan Pablo II daría una reprimenda a esta nefasta teología en la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Puebla en 1979. Contaminaba al cristianismo en Hispanoamérica y Brasil so pretexto de la lucha por los pobres. El Cardenal Joseph Ratzinger le daría el golpe contundente mediante los documentos Libertatis nuntius (1984) y Libertatis conscientia (1986).
*Masonería: recordaría de manera puntual en la Declaración sobre la masonería (1983) que el juicio negativo respecto a las asociaciones masónicas no había cambiado porque sus principios siempre se han considerado inconciliables con la doctrina de la Iglesia y la afiliación a las mismas seguía estando prohibida.
*Liturgia: Su obra El espíritu de la liturgia, una introducción (1999) que expresa la necesaria fidelidad a las reglas que rigen la liturgia y los sacramentos.
*La unicidad y la universalidad del misterio salvífico de Jesucristo y de la Iglesia: a través del documento Dominus Iesus (2000), el Cardenal Joseph Ratzinger reafirmaba la doctrina del Extra Ecclesiam Nulla Salus (“Fuera de la Iglesia no hay salvación”). Significaba cerrar el paso al pluralismo religioso, relativismo, ni más ni menos.
El vulgo le tendrá por un intolerante, pero baste decir que por sí misma, la Verdad es intolerante al error y el entonces Cardenal Joseph Ratzinger no haría más que hacer respetar su derecho frente este último. Cuando escuchamos como Leonardo Boff dijo con amargura: «El poder eclesiástico, es cruel y despiadado. No olvida nada. No perdona nada. Exige todo” tuvimos la certeza de que la Madre Iglesia actuó como debía hacerlo…
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