CHESTERTON: UN INTELECTUAL PARA TODOS LOS TIEMPOS

Acabo de terminar de leer un excelente libro, “Chesterton: Fe, Razón y Alegría” escrita por Tomás Baviera Puig (Editorial Ciudad Nueva, Madrid, 2014) y concluyo que la obra de este gigante del espíritu constituye un tesoro intelectual para todos los tiempos.

¿Por qué? Porque Gilbert K. Chesterton en un principio de su vida universitaria, fue agnóstico. Y se fue enfrentando a todos los “ísmos” que proliferaron en su época, como: el marxismo, el relativismo (nada es verdadero ni falso, sino “desde el color del cristal con que se mire”, como diría el poeta Campoamor), el utilitarismo, el positivismo, el pragmatismo, la corriente de pensamiento generada por el psiquiatra vienés, Sigmund Freud, que reducía todo a las coordenadas humanas al placer y a sus múltiples variables…

Este destacado intelectual inglés, me hizo recordar aquella célebre frase de Aristóteles: “Admiro y estimo a mi maestro Platón, pero más amo a la verdad”. En eso se sintetizaría su actividad analítica, que se adentraba a una nueva ideología, y como esos niños traviesos -que antiguamente- desarmaban los relojes y luego no sabían cómo armar bien las diversas piezas y echarlos a andar de nuevo; Chesterton, en cambio, tenía la asombrosa capacidad de señalar con claridad los aciertos o graves errores de esos numerosos “ísmos”.

Le tocó vivir, por ejemplo, la euforia del “Positivismo” que sostenía que sólo sería creíble, todo aquello que podría ser demostrado en un laboratorio y se preguntaba: ¿Y el acto mismo de pensar, de imaginar, de crear, de recordar y deducir lógicamente? Que, desde luego, no pueden ser demostrables con un matraz y un tubo de ensayo en los laboratorios, pero que son completamente verdaderos, ¿cómo se explican? Y su fundador, Augusto Comte ni sus discípulos, no tenían una respuesta congruente para responder a sus cuestionamientos.

El marxismo, que en ese entonces, mostraba diversos ropajes: el anarquismo, el socialismo, el comunismo… concluía Chesterton que no eran sino meras utopías, donde el hombre no era más que un tornillo dentro de una monstruosa maquinaria, y que, tarde o temprano, acabarían destruyéndose por sí mismas ya que una mentira montada sobre el tabique de otra mentira, pretendiendo levantar un muro, al final, todo se vendría abajo, como una inmensa y falsa pared de un endeble cartón. En este sentido, sin duda, su visión fue profética, cuando en 1989 cayó “El Muro de Berlín” y quedó eliminada la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (U.R.S.S.).

“El Superhombre” de Nietzche, en la que este filósofo sostenía la absoluta autonomía moral del individuo, rechazando al mismo Dios y pretendiendo colocar al ser humano como el centro y la medida de todas las cosas y en la que, a base de un férreo voluntarismo, podía erigirse a sí mismo, como en “un ser superdotado”, fue otra gran utopía y el antecedente ideológico y “gran inspirador” de Adolfo Hitler, Benito Mussolini y otros dictadores de los dos últimos siglos y cuyas nefastas consecuencias están todavía a la vista de todos.

Después se adentró en conocer el pensamiento del célebre psiquiatra austriaco, Sigmund Freud, en la que supuestamente el ser humano sería libre y feliz, si se liberara de todos sus instintos y diera rienda suelta a sus pasiones. El lamentable resultado han sido miles de mujeres y de hombres, esclavizados por su adicción del sexo, al alcohol y a las drogas y se encuentran “como atados a los fuertes eslabones de una implacable cadena”, incapaces de razonar, de tener fuerza de voluntad para controlar a sus instintos y en nuestro siglo XXI se han convertido en pobres víctimas de la sociedad de consumo, que los empuja a la adquisición insaciable de bienes materiales por la superficial explicación de que “todo ello les produce placer” y a considerar a la mujer “como un mero objeto de goce carnal”, sin más trascendencia, y condenados al bienestar pasajero y efímero y, por tanto, al profundo desencanto que se experimenta cuando ese “mundo irreal” acaba desapareciendo “como pompas de jabón”. Porque el llamado “Pansexualismo” (reducir toda la existencia humana al placer) es fuente inagotable de amargura y dolor.

Gilbert K. Chesterton escribió un gran número de obras magistrales, entre las que recomiendo: “Ortodoxia”, “El Hombre que fue Jueves”, “La Esfera y la Cruz”, “El Hombre Eterno”… Estos textos nos dejan asombrados por su profundidad de pensamiento, cómo -a base de impecables racionamientos lógicos- alcanzó la verdad y, sin lugar a dudas, fue un pensador visionario que se adelantó un siglo al mar de confusión ideológica reinante en nuestro tiempo, en el que impera “El Relativismo”. Chesterton, entonces, constituye un luminoso faro y una guía segura para acceder a las verdades trascendentes.

Bibliografia: El Monstruo de la Comodidad. Autor  Alejandra Diener. 2013. Ed. Panorama

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