Hay muchos aspectos de la personalidad humana en los que no se brinda suficiente formación en las instituciones educativas y considero que es tarea de los padres el tomar la delantera y presentarles a los hijos un plan atractivo, entretenido y formativo para las vacaciones.
Me refiero, por ejemplo, a actividades que les ayuden a enriquecer su mundo interior: fomentar el hábito por las buenas lecturas. Recuerdo que, en mi infancia y adolescencia, la lectura de las obras de Julio Verne, de Emilio Salgari y otros autores, fueron como el detonador para mí y mis hermanos. Porque luego buscamos, por iniciativa propia, libros de detectives y de clásicos de la Literatura Universal, así como biografías de grandes personajes de la Historia, de episodios medulares de las Guerras Mundiales, aspectos del mundo animal, de la constitución de otros planetas del espacio, del mundo de la aviación, de los científicos, inventos y descubrimientos, etc.
Además, mi abuelo había conocido a un buen número de figuras sobresalientes de la Revolución Mexicana, como: Francisco y Gustavo Madero, Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y una larga lista de generales. Con sus amenos relatos, me parece que más aprendí de Historia de esa época en México, que en los libros de texto. Por ello, otro medio de formación es enseñarles a los niños a que aprendan a disfrutar con las historias, cuentos y relatos para desarrollar su imaginación, su capacidad de concentración y de seguir un orden lógico.
También son igualmente importantes las actividades relacionadas con el aprecio de la belleza. Por ejemplo, ir de día de campo para que los hijos entren en contacto con la naturaleza; que visiten a un museo para que aprendan a valorar el arte pictórico, escultórico; que la familia asista a una obra de teatro (adecuada a su edad) o a un concierto de música resulta también muy formativo.
Ahora que se tiende a la incomunicación entre los miembros de una familia ante la presencia de los celulares, las tablets, el ipad, etc. vale mucho la pena fomentar, de forma natural y espontánea, las conversaciones sobre algún tema determinado de interés común. De igual forma, el compartir actividades. Me refiero, por ejemplo, en la participación de todos en la preparación de una fiesta.
También los viajes en coche pueden servir para compartir experiencias e ideas y conversar sobre la historia de esa ciudad colonial a la que se visita, sus obras arquitectónicas y figuras históricas más destacadas.
Muchas veces a esos planes se pueden invitar a otras familia, lo cual resulta más enriquecedor porque los hijos pueden crear nuevas amistades; se pueden organizar excursiones a bellezas naturales (una cascada, un río, una playa) o sitios turísiticos interesantes.
Resulta muy positivo, de igual forma, el que los padres se involucren en las fiestas de cumpleaños de los hijos y participen en sus juegos ya que eso fomenta la integración familiar.
Otro aspecto destacado es que los hijos aprendan a vivir el “Año de la Misericordia” convocado por el Papa Francisco en el que nos recomienda practicar las obras de misericordia corporales y espirituales. Cuando unos niños visistan un orfelinato, un asilo de ancianos, un pabellón de enfermos en un hospital y les llevan regalos y un rato de esperanza y alegría, es seguro que los más beneficiados serán aquellos niños porque son recuerdos que nunca se olvidan e invitan a hacer más frecuentes esas obras de misericordia y a pensar más en el bien de los demás.
Tan sólo son unas pinceladas se me han ocurrido sobre este tema, pero cada uno de los matrimonios puede organizar planes que resulten realmente atractivos, divertidos y formativos y de acuerdo a las circunstancias e intereses de sus hijos, de manera que los chicos pasen, ¡unas vacaciones diferentes y entretenidas!
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