¿Cómo podemos concretar la Nueva Evangelización?

Desde el pasado 11 de octubre, el Papa Benedicto XVI convocó a un Año de la Fe, con ocasión de los cincuenta años del inicio del Concilio Vaticano II, y concluirá con la fiesta de Cristo Rey, el 24 de octubre de 2013.

El Romano Pontífice nos ha animado a todos los fieles a que, particularmente en este período, intensifiquemos una Nueva Evangelización en la Iglesia y en la sociedad entera.

¿Pero por dónde empezar? Por colaborar y hacer eco para  que todos los católicos se enteren que estamos viviendo el Año de la Fe, ya que son muchos los que todavía ignoran que estamos recorriendo este trascendental hecho histórico.

¿Y cómo concretarlo para no quedar sólo en buenas intenciones? ¿Acaso es labor exclusiva de sacerdotes y religiosos? No es así. Por el solo hecho de estar bautizados, todos los fieles cristianos tienen el derecho y el deber de acercar almas a Cristo, como el mismo Concilio Vaticano II señala en su documento “Apostólicam Actuositátem”.

Es decir, todos tenemos la misión de impregnar del espíritu cristiano ese ambiente específico donde nos desenvolvamos: en el trabajo,  la familia, con las amistades, con los antiguos compañeros del colegio, en asociaciones y diversos grupos sociales que frecuentamos, hasta en el mismo  terreno del entretenimiento y la diversión. Es decir, ¡la acción apostólica de un católico no tiene límites!

Me comentaba recientemente un capitán piloto aviador, quien tiene un gran celo por ayudar a que sus compañeros tengan un encuentro personal con Jesucristo, respetando siempre su libertad personal, que en sus vuelos aéreos suele tratar con personalidades importantes del mundo de la política, de la empresa y de  diversas actividades profesionales.

Me relataba que en esas frecuentes ocasiones, internamente, suele encararse con el Señor y le dice:

-¡Dios mío, que no desaproveche esta oportunidad para hablarle de ti a esta importante figura pública! Ilumíname para decirle alguna frase, algún pensamiento o regalarle algún libro para que, con su lectura o con mis palabras,  le remueva su corazón.

Y con base a su oración y perseverancia, ha ido logrando que algunos de ellos tengan cambios importantes en su vida. Por ejemplo, acercarse al Sacramento de la Reconciliación, a recibir con frecuencia la Eucaristía, o bien,  tomarse en serio su  fidelidad  conyugal y la educación de sus hijos.

En el libro “Cruzando el umbral de la esperanza”, el Beato Juan Pablo II afirmaba: “La lucha por el alma del mundo contemporáneo es enorme allí donde el espíritu de este mundo parece más  poderoso a causa de la existencia de ‘modernos areópagos’, es decir, nuevos púlpitos. Esos areópagos son hoy el mundo de la ciencia, de la cultura, los medios de comunicación; son los ambientes en los que se crean las élites intelectuales, los ambientes de los escritores y los artistas.”

Sin duda, resulta un gran reto para los cristianos influir en esos ambientes. Pero yendo a lo práctico: un profesor o catedrático en una escuela o universidad para imbuir la materia que expone a sus alumnos con una impronta cristiana, puede demostrar –por ejemplo- que no hay  contradicción entre religión y razón, entre ciencia y fe, sino que a mayor ciencia se constata la grandeza, sabiduría y omnipotencia del Creador.

En lo relativo a la moralidad pública, el cristiano del siglo XXI se debe llenar de optimismo sabiendo que Dios no pierde batallas. No falta quienes se sienten desanimados porque en algunas naciones se legaliza el aborto,  diversos tipos de drogas, la eutanasia, se vive el desenfreno sexual, el divorcio, etc. Parecería que todo se viene abajo; que los valores se desfondan… 

Pero no es así, Dios cuenta con la acción audaz y decidida de los cristianos para que, mediante su Gracia abundante, así como con la oración, la mortificación y las medidas oportunas y adecuadas de sus fieles, se recomponga el tejido social y se reinstaure el reinado de Jesucristo.

También es muy importante la labor apostólica desde el seno del hogar. El hecho de enseñarles a los hijos los principios de la Fe, de invitarlos a asistir a la Santa Misa los domingos, de rezar el Rosario en familia, de bendecir los alimentos, el visitar santuarios de la Virgen María,  vivir la costumbre de orar antes de acostarse. Todo ello, fomenta en los hijos hábitos que los recordarán durante toda su existencia y seguramente los transmitirán a las siguientes generaciones.

Además, una familia que vive su cristianismo en plenitud y de manera comprometida, lo lógico es que comunique esa riqueza a otras familias de modo natural y sea otra forma de influir –como por ósmosis- en esas “iglesias domésticas”, como les han llamado los Romanos Pontífices.

De igual forma, el Papa anima a todos los fieles a estudiar la doctrina cristiana, partiendo del Catecismo de la Iglesia Católica y de su Compendio, que constituyen dos obras monumentales y de gran riqueza espiritual y que conviene difundir ampliamente entre nuestros familiares y conocidos.

Finalmente, hemos de rezar por los frutos espirituales y apostólicos del Año de la Fe, ya que Benedicto XVI espera que muchas personas se conviertan y se acerquen al calor de la fe. Pero eso dependerá en buena parte de nosotros, si rezamos más, si ofrecemos privaciones voluntarias o actos de penitencia y si no perdemos oportunidades para que las almas tengan un encuentro personal con Jesucristo.

En esas inolvidables palabras de Benedicto XVI al comienzo de su pontificado, comentó: “Hace falta sacar a los hombres del mar salado por todas las alienaciones y llevarlos a la tierra de la vida, a la luz de Dios. Así, en verdad: nosotros existimos para enseñar Dios a los hombres. Y únicamente donde se ve a Dios, comienza realmente la vida. Sólo cuando encontramos en Cristo al Dios vivo, conocemos lo que es la vida”.

Para realizar toda esa ingente labor, ¿qué haremos sino apoyarnos en la ayuda de Santa María? San Josemaría Escrivá de Balaguer, en su libro de homilías “Es Cristo que pasa”, escribe estas  palabras: “Santa María, Regína apostolórum, reina de todos los que suspiran por dar a conocer el amor de tu Hijo: tú que tanto entiendes de nuestras miserias, pide perdón por nuestra vida: por lo que en nosotros podría hacer sido fuego y ha sido cenizas; por la luz que dejó de iluminar, por la sal que se volvió insípida. Madre de Dios, omnipotencia
suplicante: tráenos, con el perdón, la fuerza para vivir verdaderamente de esperanza y de amor, para poder llevar a los demás la fe de Cristo” (No. 175).

BIBLIOGRAFÍA

Benedicto XVI, Carta Apostólica “Porta Fidei”, 11-X-2011.

Beato Juan Pablo II. Entrevista de Vittorio Messori, “Cruzando el Umbral de la Esperanza”, Editorial Plaza&Janés, Madrid, 1994.

Beato Juan Pablo II, Carta Encíclica “Fides et Ratio”, 14-IX-1998.

Beato Juan Pablo II, Carta Apostólica “Novo Milenio Ineúnte”, 6-I-2001.

Benedicto XVI, Discurso a los participantes en un curso sobre el fuero interno, 9-III-2012.

Benedicto XVI, Homilía en las Vísperas de la fiesta de la Conversión de San Pablo, 25-I-2006.

Benedicto XVI, Homilía en el comienzo de su Pontificado, 24-IV-2005.

Mons. Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei, Carta del 29-IX-2012.

San Josemaría Escrivá de Balaguer, “Es Cristo que pasa”, Editorial Minos III Milenio, 2001. 423 Páginas.

 

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