“Los hombres no pueden mejorar la sociedad prendiéndole fuego: deben buscar sus viejas virtudes y traerlas de nuevo a la luz” Russell Kirk
En 1945 al término de la Segunda Guerra Mundial, Corea fue ocupada por fuerzas estadounidenses y soviéticas, cuyas zonas estaban separadas por el paralelo 38. Tres años después los comunistas habrían de proclamar una república popular en la zona norte que ellos ocupaban. Más tarde, en 1950 la zona norte atacaría sorpresivamente a la zona sur, dado que los comunistas querían dominar la totalidad de la península. Corea se vería hundida en una guerra sangrienta y dolorosa por tres largos años.
Al terminar ésta, Corea del Sur promulgaría un Código Penal que prohibía el aborto bajo cualquier circunstancia; quedaba claro que la perdida de incontables vidas había afectado profundamente a la nación; no podían permitirse más perdidas humanas. Sin embargo, en 1973, a través de la Ley de Salud Materna e Infantil se permitió realizar abortos en situaciones tales como enfermedad genética, violación, incesto o poner en riesgo la vida de la madre. El país asiático abría así, la rendija a la cultura de la muerte. Esa fractura en la defensa de la vida sería algo que tarde o temprano reflejaría sus consecuencias.
El 30 de diciembre del año pasado, mientras todos volteábamos hacia Argentina por la legalización del aborto hasta la semana 14 de gestación e incluso hasta los 9 meses en casos específicos; en Corea del Sur sucedía lo mismo a partir del 1o de enero de este año. Una noticia sumamente dolorosa, tanto más si nos enteramos de que en Corea del Sur existe la particularidad de contar la edad de una persona sumando los 9 meses de gestación (cerrándolo a 1 año). Daba cuenta de la importancia de la vida del bebé en el vientre materno.
Este país es hoy uno de los gigantes de la tecnología, convirtiéndose en una de las economías más grandes del mundo; han exportado al mundo la llamada “ola coreana” que incluye sus producciones televisivas; sus grupos juveniles de música pop conocida como el K-pop, su gastronomía, cultura tradicional, literatura, afecto por su idioma; sus producciones cinematográficas que a últimos años ha concentrado los reflectores logrando ganar el premio Oscar en 2019 con la nefasta película “Parásitos” etcétera. La industria ha sabido vender al mundo un rostro atractivo de la cultura coreana.
La otra cara de la moneda es que esta entre los países con menor tasa de natalidad. A ello se suma que para reducir los abortos selectivos, el gobierno promulgo en 1988 una ley que prohibía a los doctores dar a conocer el sexo del bebé en gestación, dada la enorme diferencia de nacimientos de niñas con respecto a niños (en aquel entonces 116.5 niños por cada 100 niñas); su eslogan fue “Una hija vale por diez hijos”. Que en la industria del entretenimiento, los casos de abusos sexuales son cada vez más comunes; que los suicidios han aumentado entre las estrellas de la música y de la televisión.
De haber padecido la humillante ocupación y represión japonesa el siglo pasado; de conocer los horrores de una guerra entre hermanos; de haber renacido de entre las cenizas y convertirse en un país fuerte, Corea del Sur se dirige hoy con paso firme hacia la destrucción de su sociedad mediante el asesinato en el vientre materno. El país asiático es el mejor ejemplo del estado denigrante al que puede llegar una nación otrora sojuzgada y ahora tan orgullosa y pagada de sí misma. A estas alturas apenas nada podría diferenciarla de su hermana comunista Corea del Norte que tanta aversión causa al mundo occidental. He aquí al Capitalismo y Comunismo aniquilando por igual naciones enteras.
Cuando se deslumbre por el estilo de vida de una sociedad, por su tecnología, por su cultura, gastronomía, cinematografía o música, procure tomar en cuenta antes el aspecto más importante: el humano. Porque en el trato dado a los más inocentes es que se decide el futuro de una nación. Vale la pena preguntarse ¿Qué vamos a hacer? Seremos conocidos como la generación más genocida de la historia; la que teniendo antepasados que sobrevivieron guerras y pestes, hoy en plena paz contamina sociedades enteras; la que llevo la guerra a sus propios hogares mediante el asesinato en el vientre materno.
¿Hay alguna solución que nos salve de un nefasto destino? Sí, dejar de matar a nuestros propios hijos; solo así recuperaremos nuestra alma y lo demás vendrá por añadidura…
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