Cristianismo y derecho a la reproducción asistida

 

*Dr. Carlos Leite Poletti

Este tema ha sido recurrente en distintos foros jurídicos y hasta extra jurídicos. Se ha masificado la discusión, y se han mezclado temas que van desde la posición de la Iglesia, hasta la reproducción asistida para parejas de mujeres, pasando por supuestos derechos humanos, e incluso se habló del “derecho que yo tengo a tener un hijo”.

Para empezar, y tratando de ser escueto y sobretodo pragmático en el punto, en nuestros ordenes jurídicos nadie “tiene derecho a tener un hijo”, ¿por qué? Porque cuando existe un derecho a algo, existe alguien que tiene la correlativa obligación de dármelo, sea un bien, un servicio, etc., “alguien” el Estado, un particular, una entidad, etc. Por lo que, si yo “tengo derecho a tener un hijo”, ¿Quién tiene la OBLIGACIÓN de dármelo, facilitármelo, etc.?…sencillamente esa OBLIGACIÓN no existe, desde el punto de vista de considerar la obligación como una situación jurídica, como lo es realmente.

Se dice que la Iglesia católica se opone a cualquier tipo de tratamiento de reproducción asistida y los rechaza por antinaturales. Para la Iglesia toda fecundación fuera del acto sexual comporta un modo no humano, no natural e incompatible con la dignidad del nuevo ser, este concepto hoy si bien permanece toma otros ribetes y otras consideraciones, que darían para interminables debates.

Lo teológicamente cierto es que, la Iglesia considera que la sexualidad humana tiene dos finalidades naturales: procreativa y unitiva es decir, afianzar los lazos afectivos de los cónyuges, Ya no se habla desde hace décadas en nuestro derecho del “débito conyugal”, pero hoy, ya con otras circunstancias constitutivas de tiempo y efecto de los medios de comunicación, etc., se considera como paradigma, que el acto conyugal que impida la vida a voluntad o que carezca del amor y el respeto por la dignidad humana del cónyuge, desvirtúan la verdadera naturaleza de la sexualidad humana que Dios proveyó con un fin específico. Por medio del uso de la reproducción asistida, el acto sexual no existe, y dado que la procreación de la especie es una característica exclusiva de la sexualidad y el acto sexual, y por ende, la unión matrimonial se desvirtúa.

No obstante la Iglesia hoy, sobre todo en algunos países está cambiando o moderando su posición ya que se encuentra, en los hechos con una realidad difícil, por ejemplo, por el problema de la infertilidad, muchas parejas católicas, viven una situación angustiosa.

Además, se comienza a debatir a altos niveles ¿Se inicia la vida cuando se unen un óvulo y un espermatozoide? Sin duda que sí. ¿En qué momento a esa conjunción química se le puede llamar ser humano y en qué momento Dios le asigna un alma a ese futuro ser? ¿Le asigna alma al concebido artificialmente? Es un tema muy polémico, alimentado de mucho cientificismo, criterio religioso y presión de jóvenes parejas a las que el orden natural les ha obstaculizado concebir un hijo.

Por eso se plantea por parte de la Iglesia como objetivo intervenir con leyes humanas en el campo de la fecundación artificial, para contrarrestar la permisividad actual. La Iglesia rechaza las técnicas de fecundación por considerarlas contrarias a la moral. El papa Pío XII fue uno de los primeros en condenarlas cuando el tema era “nuevo” en el mundo. Desde 1949 el Papa Pío XII condenó la inseminación artificial y en 1956 la fecundación in vitro. También la donación de esperma.

Además, la posición es reforzada por el hecho que el feto obtenido mediante este método, en la mayoría de los casos es rechazado por el cuerpo de la mujer en el que es implantado, por lo que antes de llegar a una gestación satisfactoria, pueden usarse varios fetos, los cuales mueren de no ser aceptados por el organismo de la madre. Debido a que la doctrina Católica considera al humano como tal desde el primer momento de la gestación, se considera inmoral tomar riesgos o jugar con una vida humana, la cual en este caso corre alto riesgo de muerte. Como respuesta a los matrimonios impedidos de la gestación de un nuevo ser, la Iglesia promueve la adopción, como método necesario en la sociedad, forma natural de la construcción familiar.

Por supuesto que el debate, es casi interminable, el matrimonio no confiere a los cónyuges el derecho a tener un hijo, sino solamente el derecho a realizar los actos naturales que se ordenan a la procreación. Es contraria a la doctrina católica la fecundación de una mujer casada con el esperma de un donador que no es su marido. Constituye ofensa a la vocación común de los esposos a la paternidad y a la maternidad. Pero la inseminación artificial homóloga dentro del matrimonio tampoco es admitida. Para algunos el sentir de Dios al respecto se deja ver en Levítico 18:20: “No debes dar tu emisión como semen a la esposa de tu asociado, para hacerte inmundo por ello”.

Actualmente, algunas iglesias cristianas nacidas de la Reforma aceptan la donación de gametos siempre y cuando se realicen en parejas casadas heterosexuales. A modo de ejemplo, La Iglesia Anglicana de Inglaterra considera de suma importancia la verdad sobre el origen de los niños nacidos y su identidad genética y sugieren manejarse de la misma manera que se hace en la adopción de niños. También se oponen a cualquier tipo de pago o comercialización de los gametos. Estas posiciones evangélicas consideran que no existe impedimento moral alguno para utilizar la reproducción asistida. Aunque algunas iglesias consideran a la donación de esperma un tipo de adulterio, los evangélicos consideran que el hecho de que un esposo varón reconozca sus propia limitación física, y busque brindarle a su esposa la felicidad de la maternidad es un acto lleno de cristiano amor y lo comparan con un bebé adoptado.

Como se podrá concluir, el tema trasciende y atraviesa muchos temas, no solo el religioso, también el legislativo, y el de la ética personal de cada uno. En caso de legislarse, en cada país que así lo hizo, siempre o casi siempre la Iglesia católica asesoró más allá de su doctrina en las comisiones legislativas, para que fuese la ley en cuestión lo más benévola y contemplativa de la doctrina posible.

*Dr. en Derecho Uruguayo y católico
Asesor en Bioética de la Universidad de Uruguay

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