Hace unos días se llevaron a cabo las elecciones en México. Todos estábamos a la expectativa de los resultados, antes de las 21: hrs los candidatos Ricardo Anaya y José Antonio Meade admitían el triunfo contundente de Manuel Andrés López Obrador del partido Morena (Movimiento de Regeneración Nacional).
Una elección con el 63.4497% de participación ciudadana, abstención del 36.5503%. Del porcentaje que si votó, el 52.96 % lo hizo por López Obrador, es decir, alrededor del 33.00% del electorado total. No es difícil adivinar porque ganó el partido abortista y pro ideología de género en un país de mayoría católica:
Simple y llanamente porque el católico promedio (que ni siquiera sabe que ha dejado de serlo) voto por López Obrador, hubo entre ellos, católicos «provida», «profamilia», políticos provida” que se unieron al partido abortista, católicos que piensan que «hay que gobernar para todos» sin fijarse en lo falaz de la frase, porque significa que hay que darle a todos lo que pidan sin importar si está bien o mal.
Por supuesto, esto jamás se da de pronto, el haber llegado a tal grado de estulticia, nos llevo generaciones y claro está, décadas de silencio. La idea de un cambio, llevó a elegir la peor opción, la más radical y la más anticristiana.
Para muchos católicos el tema de la vida en el vientre materno queda en un segundo o tercer plano, (si es que hay algún plano en el que lo tengan considerado), todo está antes de este tema fundamental: los migrantes, la justicia, la economía, la corrupción, la infraestructura del país, la subvención, la educación, el campo, la lluvia, el sistema solar y los horóscopos.
Los católicos debemos saber que la doctrina social de la Iglesia enseña que el derecho a la vida del no nato debe defenderse más que ningún otro, entiéndase que no se habla de exclusión sino de prioridad. Y cuando las prioridades se invierten, tenemos el resultado obvio y desastroso: la victoria -en un país católico- de un partido abiertamente abortista y pro ideología de género, la izquierda más radical.
He aquí la importancia del conocimiento de la doctrina católica en provecho propio y del prójimo, porque, ignorándola, no somos capaces de distinguir el bien del mal y tanto más la conozcamos, más nos permite formarnos una conciencia del error y el pecado. No pocos católicos toman a la ligera esta parte, es más, se le ve como algo exagerado, fundamentalismo religioso, algo que nos separa de nuestros hermanos, como si hablar de la verdad ofendiera. Hoy en día se ha apuntalado una evangelización del amor a Dios y al prójimo, -irónicamente- sin Dios y sin temor alguno a Él.
Me llama la atención el discurso de algunos sacerdotes y medios católicos que llaman prontamente a “no dividir al país, a reconciliarnos, a no caer en descalificaciones”, incluso han dicho que el desenlace en las elecciones fue “esperanzador” porque se dio sin violencia. Algunos mensajes –no todos- curiosamente vienen de quienes callaron el pecado grave que se cometería al votar por un partido abortista. Porque, sencillamente, el aborto que diariamente mata miles de vidas, mata también millones de conciencias y pone en grave riesgo la salvación de las almas. Así que, perdónenme, pero…
¿Qué significa para estos católicos no dividir al país, cuando el aborto y la ideología de género ocupa un lugar preponderante en la plataforma del partido ganador?
¿Qué significa un futuro “esperanzador” cuando la legalización del aborto en todo el país ya está en marcha antes de que la izquierda radical tome el poder?
¿Qué significa la reconciliación cuando la conciencia de millones de católicos se adormecio en las recientes elecciones presidenciales?
¿Sobre qué y a costa de qué, el católico ha de ser conciliador y no ser causa de división?
Hablar de construir un México fraterno, justo, reconciliador, hablar del católico feliz, unido a los demás, pero al margen de Dios, de la Iglesia y su doctrina, es simplemente una vana ilusión. La falta de instrucción religiosa en el católico ha causado los mayores estragos; ejemplos como Irlanda, Argentina y ahora México son los más claros.
Esto es un llamado a no ser ciegos, cómodos y estultos. Es un llamado a ser autodidactas, a procurarnos instrucción religiosa, a la práctica sacramental, a ser luz del mundo, a dar la buena batalla, a unirnos en lo bueno, a amar y construir nuestro país en base al bien común, a hablar con la Verdad por dolorosa que sea, porque amamos a Dios y al prójimo.
Es un llamado a no elegir el estiércol, sino a elegir lo que es bello, bueno y verdadero… so pena de que nos pase lo que decía el Papa León XIII:
“Retirarse ante el enemigo o callar cuando por todas partes se levanta un incesante clamoreo para oprimir la verdad, es actitud propia o de hombres cobardes o de hombres inseguros de la verdad que profesan. En ambos casos, esta conducta es en sí misma vergonzosa y, además, injuriosa a Dios. La cobardía y la duda son contrarias a la salvación del individuo y a la seguridad del bien común y provechosa únicamente para los enemigos del cristianismo, porque la cobardía de los buenos fomenta la audacia de los malos”.
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