Cuando hablar de abstinencia y fidelidad son un «tabú»

20130528-111150.jpgSí, en efecto, hablar de los temas de abstinencia sexual y fidelidad conyugal son considerados como un “tabú” hoy en día. Para muchos es blanco de burlas y para otros muchos, por temor a no ser criticados, prefieren callar cómoda o cobardemente.

El hecho es que, por ejemplo, en Uganda se recomendaron estas dos medidas a toda la población y bajaron drásticamente los índices de enfermedades venéreas y el SIDA. ¿Por qué? Porque se deduce lógicamente que, con la promiscuidad sexual, las personas se ponen en peligro de adquirir todos estos padecimientos.

Para los católicos, este mes de Mayo está dedicado a la Santísima Virgen María. Ella fue concebida sin pecado original (Inmaculada Concepción) y no tuvo falta alguna a lo largo de toda su vida. Al contrario, fue creciendo en virtudes y luchando por adquirir más santidad hasta que el Señor se la quiso llevar en Cuerpo y Alma al Cielo.

Tradicionalmente la Iglesia recomienda acudir a su poderosa intercesión para luchar en las tentaciones contra la Santa Pureza. Los novios deben de poner todos los medios por llegar castos (limpios de cuerpo y alma) al matrimonio y, hasta ese entonces, tener las relaciones conyugales para fundar una familia. Por su parte, los casados deben de cuidar todas las medidas de prudencia para vivir cada día más enamorados de sus respectivas esposas y ser muy fieles a su compromiso matrimonial.

Y es que entre los solteros y casados que viven bien la Pureza y controlan adecuadamente sus impulsos naturales, se encuentran las personas más maduras y centradas. Lo contrario sucede con los que llevan una vida sexualmente desordenada que con frecuencia caen en “sexoadicciones”, y requieren de la ayuda de un psiquiatra para salir de su codependencia.

¿Qué decirles a los que han ofendido gravemente a Dios en esta materia? Que nunca es tarde para rectificar. Que acudiendo al Sacramento de la Reconciliación (la Confesión) pueden ser absueltos de sus pecados y recomenzar, viviendo una vida limpia de acuerdo al querer de Dios. ¡Así que mucho ánimo!

¿Y qué decir de los que guardan el celibato apostólico o la virginidad? Es decir, fieles laicos, religiosos, sacerdotes que habitualmente han tenido durante su adolescencia novias o novios, pero que un día se encontraron con el Amor de Dios, con mayúscula, se sintieron cautivados y se entregaron completamente al servicio del Señor.

Me viene a la memoria la Escuela de los Hermanos Lasallistas (Cd. Obregón, Sonora) donde estudié mis estudios hasta el último semestre de la Preparatoria. Todos mis compañeros sabíamos perfectamente que ellos estaban cien por ciento consagrados a Dios. Y nos daban un testimonio maravilloso con su alegría, entusiasmo y buen humor.

Me resulta imborrable el recuerdo de un Hermano, de origen cubano, que en cuanto escuchaba música tropical –como llevaba el ritmo en la sangre y había sido muy “fiestero” en su adolescencia- comenzaba a bailar, sonriendo, poniendo ambiente y aplaudiendo. Naturalmente, todos los de la Prepa formábamos un círculo alrededor de él, llevando también el ritmo con las palmas, y nos invitaba a que también bailáramos.

-No faltaba el compañero, quien en plan “latoso” le preguntaba a este Hermano cubano que si porqué estaba tan alegre, si no tenía novia ni esposa. Y, sin dudarlo, le respondía: -¡Porque estoy enamorado de Dios y eso es mucho más grande y hermoso!

Lo digo deliberadamente, ahora que se ataca tanto a los sacerdotes, religiosos y monjas, que por un puñado de enfermos mentales que han cometido aberraciones, se ha pretendido juzgar de un modo injusto y nada objetivo a los millones de personas que a lo largo de XXI siglos del cristianismo han vivido su celibato o su virginidad con una enorme alegría, buen humor, un celo por difundir el mensaje Evangélico y que han dejado una huella impresionante de santidad.

Tengo grabada en mi memoria la alegría chispeante de santos, como: San Juan Bosco, San Josemaría Escrivá de Balaguer, el Beato Juan Pablo II, Santa Teresa de Jesús, la Madre Teresa de Calcuta, San Francisco de Asís, el Beato Juan XXIII, San Juan Crisóstomo, la Sierva de Dios, Montserrat Grases, el Venerable Álvaro del Portillo, San Martín de Porres, el Siervo de Dios Mons. Luis María Martínez, reciente santa mexicana, la Madre Lupita, el “Papa de la sonrisa”, Juan Pablo I, que supongo que se habrá iniciado ya su proceso de beatificación porque era un gran santo y tantísimos otros…

Y si observamos con detenimiento el momento en que Jesucristo resucitó, una de las primeras frases que pronuncia a las santas mujeres y luego a sus Apóstoles es: “¡Alégrense porque he resucitado y se han cumplido las Escrituras!”. Si en su paso por la tierra, hubiera tenido un rostro adusto, poco amigable y cordial, los niños no se le hubieran acercado a saludarlo. Pienso que él mismo los llamaría, con una cariñosa y franca sonrisa, y luego los abrazaría, les daría su bendición y jugaría con ellos, llevados y animados por sus madres.

De igual forma, las niñas de las apariciones de Fátima (Portugal), Lucia, Francisco, Jacinta, y al igual que Bernardette, aquella pastorcita a la que se le apareció la Santísima Virgen María en Lourdes (Francia) comentan que no ha habido artista que plasme el semblante sereno, bondadoso y tan alegre de nuestra Madre del Cielo.

En efecto, quien vive unido a Dios y a su Madre, la Virgen María, y cumple fielmente los Mandamientos del Señor, particularmente en los relativos a la Santa Pureza viviendo, según su vocación, el celibato, la virginidad, la abstinencia sexual y la fidelidad conyugal, experimenta una alegría y una paz que este mundo es incapaz de dar.

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