Cuando los niños se van

Ocho años me levanté a preparar a mis niñas para que fueran a la escuela. Mi marido me ayudaba cuando comenzaron el kínder. Las vestíamos, desayunábamos con ellas y al quince para las nueve salíamos en el auto al colegio.

El tiempo no perdona nada y transcurre sin clemencia, la mayor entró a primaria hace un año y por normas de la escuela, se debe de ir en autobús. De igual forma, mañana tras mañana nos turnábamos esta vez mi esposo y yo, levantábamos a Carlota a las seis de la mañana para prepararla a que se fuera sola a la escuela. Sin embargo, Alejandra la menor seguía en el kínder y a las ocho de la mañana como de costumbre la levantaba, y la preparaba para irse un día más al jardín de niños. Yo la llevaba, algo que me encantaba, subirla al auto e ir platicando con ella hasta la puerta del colegio, persignarla y besarla. Asimismo, recogerla diariamente, aunque era un sacrificio dejar de hacer algunas cosas personales, salir corriendo de ciertos compromisos, para estar puntual por ella, valía la pena.

No obstante, este año escolar que comienza, el tiempo me vuelve a recordar que no perdona ningún descuido y que si no viviste los momentos con intensidad y entrega, cuando te das cuenta los hijos ya están en primaria. Ale ya está en primero, Carlota en segundo y ahora como desde hace un años nos seguimos turnando mi esposo y yo, al alba despertarnos y prepararlas para que el autobús se las lleve a estudiar. Pero esta semana que comenzó ya todo muy real, ya como será de ahora en adelante, el día que a mi no me tocó levantarme, descansé unas horas más y cuando me dieron las ocho de la mañana decidí ir a las recámaras de las niñas. No había ruido, no había calor, simplemente dos habitaciones vacías que esperaba a ser ordenadas.

Abrí las cortinas, pensé en lo bonito que hubiera sido haber tenido un hijo más, que seguramente estaría acostado en la cama esperando que mamá lo besuqueara y lo comenzara a preparar. No es así, mi vida es ahora como se las platico. Y a pesar de que todos sabemos que así sucede, que el tiempo transcurre y no perdona ni espera, muchas veces olvidamos lo importante que es detenernos a mirar y disfrutar de las cosas que valen la pena de verdad.

Ahora hay un reto, otro más, el reto de verificar si mi marido y yo sabemos convivir sin ellas. El primer paso del rencuentro en un matrimonio, que cuando comienza es una luna de miel, todo se torna a la pareja, pero cuando nacen los hijos esa pareja se torna a los niños y en muchas ocasiones olvida comunicarse, dedicarse tiempo. En este caso en particular, tengo la certeza que estamos en buen sendero, que hemos hecho buen trabajo, un matrimonio en armonía que gracias a los momentos que nos hemos dedicado sabremos despertarnos y dedicarnos tiempo el uno al otro, porque aunque apenas es la primera fase para el nido vacío, se siente el cambio fuerte cuando los niños se van de casa.

Y para no quedarnos atrás y ver hacia delante

128 senadores de la República rindieron protesta este miércoles como integrantes de la LXII Legislatura, que arrancará labores el próximo sábado 2 de septiembre, pero una peculiaridad que normalmente no sucede ante dicho acto se suscitó en la cámara alta. el otrora Secretario de Educación Pública el ahora Senador Alonso Lujambio, apareció después de ocho meses en tratamiento por el cáncer de médula que padece para rendir protesta. Ver un cuerpo humano en esas condiciones, de lucha, de fragilidad, de entrega y de humildad ante la realidad de la naturaleza, nos recuerda que nada está garantizado y que debemos de vivir de ese modo para que el día que nos toque la prueba de la integridad la recibamos con la frente en alto como lo hizo el Senador Lujambio.

Nos leemos la semana que entra para no quedarnos atrás y ver hacia delante.

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