De la familia nace la paz

Muchas veces los católicos conocemos poco acerca de la gran riqueza de los documentos oficiales de la Iglesia, en los que vienen las verdades muy eficaces que todo católico debe saber. Además, en estos documentos se responde a infinidad de dudas y se ofrecen soluciones a multitud de situaciones que normalmente se nos presentan en el caminar de la vida.

El día de hoy me voy a centrar en un documento muy hermoso de San Juan Pablo II titulado “De la familia nace la paz”. Este documento fue escrito por el Santo Padre Juan Pablo II con motivo de la jornada mundial de la paz, y es muy oportuno en estos momentos y por siempre, porque el mismo documento afirma que el mundo anhela la paz ya que todos tenemos una necesidad urgente de paz (n.1).

Todos somos testigos de las guerras, los conflictos y la creciente violencia que constantemente produce mucha inestabilidad. También somos conscientes de las situaciones de injusticia y de pobreza en que vive la mayor parte de la humanidad. Todo esto, aunado al consumismo de los que más tienen y la devastación ambiental, hace que la paz nos parezca como algo utópico e incluso inalcanzable (n.1). Pero aun con todo este contexto, este documento es muy hermoso y esperanzador, porque nos exhorta a no resignarnos, ya que, a pesar de todo, la paz no es una utopía como podrían creerlo algunos, puesto que está inscrita en el proyecto divino originario. (n.1).

Otro aspecto muy importante, es que el Papa pone como uno de los protagonistas principales de la paz a la familia instituida por Dios. El Papa considera a la familia como el fundamento de la sociedad y su núcleo fundamental. La importancia de la familia es tan grande que en este documento el Papa nos hace reflexionar sobre la estrecha relación que existe entre la familia y la paz. Independientemente de todas las estructuras, gobiernos, asociaciones, instancias internacionales, etc., la paz no es posible sin la familia, y además la familia es insustituible en la construcción de la paz (n.1).

Y es que la familia es la comunidad educadora fundamental e insustituible que transmite los valores culturales y religiosos y que ayuda a la persona a desarrollar su propia identidad. (n.2). La familia es tan importante que de ella depende el porvenir de la sociedad, porque su papel es contribuir eficazmente a la paz, y el motivo es por el amor recíproco de los cónyuges que no es cualquier tipo de amor, desde el momento en que es un amor ordenado a una entrega y a una comunión de vida total y plena y que conlleva la principal responsabilidad de la educación de los hijos, especialmente en el respeto de la dignidad de cada persona y en los valores de la paz. (n.2). Y es que los valores se enseñan fundamentalmente por el testimonio en un amiente familiar en el que se vive el amor oblativo en el que se hacen partícipes los propios bienes.

En la educación para la paz y en la conformación de una identidad saludable para la paz, es indispensable que se vivan las virtudes domésticas que se basan en el respeto profundo de la vida y de la dignidad del ser humano. La paciencia, la comprensión, el mutuo estímulo y el perdón recíproco son lo que confiere a la persona su primera y fundamental experiencia de paz. (n.2). La familia es fundamental e insustituible para esto, porque fuera del contexto de relaciones de afecto y solidaridad recíproca y activa, las personas no se pueden autocomprender y su vida no puede encontrar sentido si no ha percibido ese amor que el ser humano debe experimentar y hacer propio. Y esto sucede porque el verdadero amor va acompañado siempre de la justicia que es necesaria para la paz que se define como la tranquilidad del orden justo. Además, ese amor de la familia es tan importante porque una vez recibido, se proyecta a aquellos que no tienen familia, a los niños privados de protección y afecto, así como a las personas solas y marginadas. (n.2).

El Papa reconoce que lamentablemente, en la actualidad, muchas familias han traicionado su vocación originaria de paz y se han convertido en lugar de tensiones, prepotencias, abusos y múltiples formas de violencia. La lejanía de los cónyuges por las exigencias del trabajo es un factor muy destructivo producido por el agobio de la supervivencia y por la pesadilla de un porvenir inseguro. (n.3). El hedonismo y el consumismo de sistemas políticos perversos producen riñas, exclusión de la prole, abandono y malos tratos a los menores comprometiendo la vida familiar hasta el punto de la ruptura y separación de los cónyuges siendo además conscientes de que los divorcios son una pandemia actual.

Por si fuera poco, la espiral de conflictos, han provocado que las familias queden privadas del principal miembro que las mantiene, o a migrar y desplazarse a lugares donde carecen de seguridad. A esto se añade la indiferencia de la sociedad internacional lo cual conduce, en muchas ocasiones, a las familias a la desesperación, a la venganza y a la incapacidad de buscar comportamientos de perdón y reconciliación. (n.3) Niños y jóvenes se encuentran implicados en una cultura de violencia en la que la vida parece no valer nada y ya el hecho de matar ni parece algo inmoral.

Cada vez más niños están privados del calor de una familia, porque los padres, movidos por otros intereses, abandonan a los hijos. En otras ocasiones la familia ni siquiera existe y los niños encuentran una muerte trágica, en muchas partes Inducidos a drogas, a prostitución y a organizaciones criminales. Y aunque el Estado pueda facilitar medios y estructuras de ayuda, la familia siempre será insustituible para garantizar el clima de seguridad y confianza para que las persona puedan ser un futuro de paz. (n.4).

San Juan Pablo II nos advierte que definitivamente la institución más inmediata a la naturaleza del ser humano es la familia y por eso sólo ella puede asegurar la continuidad y el futuro de la sociedad, y ser protagonista de la paz. De aquí que la familia exija todo el reconocimiento y el apoyo del Estado para realizar su misión. Porque por mucho que el Estado pueda implementar otras estructuras de apoyo, ninguna forma de institución o de unión que no sea la familia genuina, puede garantizar el sano desarrollo de los individuos y la paz social. Esto si además somos conscientes de que la educación corresponde, por derecho natural, primordialmente a los padres. Por eso, el Estado ha de crear las condiciones por las cuales las familias puedan satisfacer sus necesidades primarias conforme a la dignidad humana. Por todo esto, también, nadie puede sentirse tranquilo mientras el problema de la pobreza que afecta a familias e individuos, no haya encontrado una solución adecuada. La paz siempre estará en peligro mientras haya personas y familias que se vean obligadas a luchar por su misma supervivencia (n.5). Porque hay que reconocer que a estas alturas la sociedad no ha encontrado formas políticas y económicas verdaderas y justas.

Por todo lo anterior San Juan Pablo II termina este valiosísimo documento exhortando a las familias a ser lo que son haciendo referencia a la Exhortación Apostólica Familiaris consortio. A ser una íntima comunidad de vida y amor conyugal, llamada a dar a mor y a transmitir la vida. Se dirige a los padres y su responsabilidad de formar y educar a sus hijos para ser personas de paz; a los hijos para que aprecien el don de la familia preparándose para construirla y promoverla según sus vocaciones; y a los abuelos y demás parientes para que aporten generosamente su experiencia y testimonio para unir el pasado con el futuro en un presente de paz.

Por último, les recuerda a todas esas personas que se sienten sin familia, que la Iglesia es casa y familia para todos, y que los abandonados y solos son los hijos predilectos de Dios, cualquiera que sea su edad, sus aspiraciones, dificultades y esperanzas. (n.11).

Como vemos, este documento está lleno de riqueza y de esperanza cristiana que no debemos dejar de lado y sobre el que todos debemos reflexionar y luchar para que el plan de Cristo que en esas sabias líneas viene plasmado, se pueda realizar.

Manuel Ocampo Ponce
Guadalajara, México.

1 Cfr. Encíclica Redemptor hominis 10. Apud. Juan Pablo II. Acta De la familia nace la Paz ne.2.
2 Cfr. Gaudium et spes. n. 47.
3 Cfr. Familiaris consortio n. 17.

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