«Haced de cada hogar una escuela de patriotismo, sin que os importe el tener o no fortuna; tenéis el patrimonio espiritual, y ese basta; porque no importa nada que los caballeros sean mendigos, con tal de que los mendigos sean caballeros». Juan Vázquez de Mella
La estrategia de la Federación Mexicana de Softbol de reclutar jugadoras en el país donde se juega el mejor softbol del mundo daría frutos a nuestro país cuando clasificaron por primera vez a unos Juegos Olímpicos y se metieron a la pelea por el bronce. El 27 de julio la selección mexicana obtuvo un maravilloso 4º lugar en las Olimpiadas de Tokyo sucumbiendo ante la selección canadiense que se llevaría el bronce. Dicha selección mexicana está conformada casi en su totalidad por jugadoras nacidas en suelo estadounidense pero de origen mexicano. Los aplausos por el evidente logro no se hicieron esperar.
La polémica se desataría dos días después cuando las boxeadoras mexicanas Brianda Cruz y Esmeralda Falcón publicaron en redes sociales que la selección de dicha disciplina había tirado a la basura uniformes de gala, además de playeras y tenis. El presidente del Comité Olímpico Mexicano pidió una sanción ejemplar que incluya el veto de la selección y el caso esta bajo investigación. Por su parte el presidente de la Federación Mexicana de Softbol argumentó exceso de equipaje, razón por la cual se vieron en la necesidad de dejar los uniformes, sin embargo salió a la luz que optaron por llevarse sabanas y almohadas de la Villa Olímpica.
Un hecho desafortunado, una evidente falta de respeto de las jugadoras al haber tirado sus uniformes a la basura; no hay modo alguno en que se pueda justificar y/o defender tal acción. Si bien es cierto que todos cometemos errores, minimizarlo o deformarlo sería un error. Y digo esto a partir de los argumentos que varios comunicadores, analistas deportivos y aficionados han puesto sobre la mesa en defensa de las jugadoras:
*Bien, un uniforme de seleccionado no es solo una tela o un trapo el cual podemos tirar cuando mejor nos parezca; el uniforme lleva la bandera del país al cual se representa en la mayor justa deportiva del mundo, es irrepetible. No, no existe un contrato donde diga que deba conservarse, lo dice la educación, el respeto y el amor a la patria que se mama desde el seno del hogar.
*Criticar su acción no es una actitud machista o misógina (aquí hace su aparición el feminismo lacerante que aprovecha la ocasión para llevar agua a su molino), toda vez que la crítica objetiva per se carece de odio y sesgo. No se les llama la atención porque sean mujeres, ni porque se les odie sino porque independientemente de su sexo, su acción es reprobable.
*Aludir a la xenofobia es otro error garrafal ya que no se les desprecia en modo alguno, menos aún por haber nacido en Estados Unidos, por tener apellidos anglosajones o por hablar solo ingles; de ser así no habrían formado parte del seleccionado mexicano en ninguna disciplina; no, repito, se critica su actuar carente sentido común y de todo respeto a su país.
*Tanto aquel que gana la presea dorada, el 4º lugar o es último en su prueba no tiene disculpa ante una acción de esa naturaleza. ¿La entrega en la competencia disculpa o le da derecho a un deportista a tirar los uniformes a la basura? No. La entrega en competencia se espera de cualquiera que asiste a Juegos Olímpicos; el respeto y amor a su país es parte de esa entrega, no están disociados.
Y el caso es que justamente ese respeto y amor no se manifiesta en el presente caso, porque la historia no empezó el día del escándalo sino cuando omitieron el logotipo y la bandera de México en el uniforme de competencia. ¿Y quién es el insensato que osaría decir que no hay ofensa cuando alguien hace tales desprecios a través de acciones concretas? Se ha dicho que las jugadoras vienen de una cultura de desechar todo, muy propia de Estados Unidos, pero sabemos también que ellos aprovechan cualquier oportunidad para ensalzar a su patria, sea en el deporte, en espectáculos, películas, etcétera.
Ahora bien, después de enfocarnos en las jugadoras de softbol que sin duda alguna se llevaran un gran aprendizaje de esta situación, aprovechemos nosotros para recordar lo que es el amor a la patria y no cometamos la insensatez de confundirlo con patrioterismo barato, nacionalismo o xenofobia. Nos daremos cuenta de que el amor a la patria no se puede imponer jamás, no se compra y no tiene precio alguno; puesto que a diferencia del nacionalismo que es una ideología, el patriotismo es una virtud que se cultiva en la familia desde el día en que nacemos; es un afecto natural que halla su arraigo en el alma, que trae a la memoria la tierra de nuestros padres y que, tarde o temprano se refleja en nuestro actuar: en el aula, en la sociedad o en la mayor justa deportiva del mundo…
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