De entre los programas que vemos en la televisión, los ”reality shows” o bien los espectáculos de la vida real, ocupan un importante espacio, en los que mientras más se expongan detalles de la vida cotidiana, más televidentes habrá.
De estos programas, existen unos muy famosos, tales como “My 600-lb Life” (Kilos mortales) de la CBS, en las que se presentan casos de personas con obesidad mórbida y dada la gravedad, la solución que encuentran es someterse a operaciones de alto riesgo en un intento desesperado por salvar sus vidas.
En otro canal el programa “My big fat fabulous life” (Gran-Diosa), sobre una mujer con obesidad cuya causa fue el síndrome de ovario poliquistico Whitney Thore. Su gran pasión es el baile, la serie es el relato de su vida donde se le ve feliz con lo que hace. Declaró: “Me encantaría ver un mundo en el que las mujeres no tuvieran que ser hermosas y se les valorara por otras cosas además de por su apariencia.”, dirige una campaña #nobodyshamecampaign, que lucha contra aquello que produzca vergüenza del propio cuerpo.
Creo sin embargo que promover la obesidad como sinónimo de orgullo o bajo la bandera de belleza no tiene nada que ver con la aceptación de sí mismo o la autoestima y sí mucho con la promoción de un estilo de vida poco o nada saludable.
Tenemos el espectáculo de unos que luchan estando al borde de la muerte y el de aquellos que disfrutan orgullosos con el mismo problema. A primera vista parece muy positivo el segundo programa donde la mujer se acepta tal cual es y vive su vida como le place. Pero basta con ver algunos capítulos para darse cuenta de que sus palabras sobre la belleza no son más que la punta de lanza que promueve parte del feminismo radical donde le declaran la guerra a la belleza. Evidentemente está la belleza interior y también la belleza exterior. Todos sabemos la conocida frase: “Mente sana en cuerpo sano”, pues es cierta, pero saca de contexto hace que caigamos en apoyar lo que es dañino a la persona. Todo extremo es peligroso.
No hace falta ser un genio para advertir que dicho programa promueve un desorden en todos los sentidos bajo la máscara de aceptación, felicidad y apertura mental. Tampoco hace falta ser genio para saber que una persona obesa o anoréxica por salud debe mejorar su condición en la medida de lo posible, el amor a sí mismo es bueno cuando nos impulsa a mejorar nuestra condición física y mental, no cuando nos impele a quedarnos en una situación de salud grave y gritamos a los cuatro vientos que nos gusta lo que somos y que aquellos que no estén de acuerdo son unos reprimidos con baja autoestima.
Hoy en día llamamos positivismo a cosas que realmente no lo son y de no tener cuidado nos vamos tragando el mensaje. Pero así es nuestra televisión, programas para todos los gustos, que no existirían si no existiera la demanda. Parte del feminismo radical promueve la relativización de la belleza: todo y nada es bello a la vez. Así que podemos ver elogios hacia alguien que es un gordo desinhibido, a un hombre que se cree mujer y “gana” un concurso de belleza de mujeres, a personas Amish lograr su “libertad”, todo muy “emotivo” pero con su carga de falacia y veneno.
Valdría la pena preguntarse ¿de qué nos alimentamos cada día?
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