Egipto; arte para la eternidad

Nefertiti

En todas las civilizaciones siempre existió la necesidad de manifestarse, de dejar huellas, pero una  que ha dejado un legado extraordinario, ha sido sin duda Egipto.

Cuando pensamos en este territorio a orillas del Nilo, nos vienen irremediablemente a la cabeza, la Esfinge y las impresionantes Pirámides.

¿Cómo es posible que aproximadamente 3500 años a.C., hubiese un país tan perfectamente organizado, sabio y creativo, como para amontonar piedras de ese tamaño y crear esos monumentos, que aún hoy cuando los visitamos, nos dejan atónitos?

¿Cómo hacían esto careciendo de la técnica que ahora nosotros tenemos?

Tenían millares y millares de obreros trabajando en las canteras extrayendo y cortando grandes bloques de piedra, para luego transportarlos  por el Nilo  hasta el desierto y ahí en un lugar previamente determinado  colocarlas unas encima de otras, de tal manera que la más grande de sus pirámides, la de Giza, puede verse desde un satélite.

El fin de estas construcciones era hacer un mausoleo donde pudieran reposar dignamente, los restos de sus faraones, que para ellos  eran seres divinos.

El pueblo egipcio creía en la otra vida y al levantar estas colosales edificaciones que tocaban el cielo, ayudaban al difunto en su ascensión al lugar de los dioses, ya que al ser considerado uno de ellos, retornaría a la morada de donde había venido. Pero eso no era suficiente, también tenían  que conservar el cuerpo; no podía ser destruido, pues debía ser preservado, para que el alma viviese en el más allá. Para este fin crearon el embalsamamiento, el cual consistía en extraer los órganos, vendar el cadáver con tiras de tela, y ungirlo con aceites y bálsamos.  Así lo preparaban para la vida futura.

Todo ese ritual no bastaba. Si hacían una o varias esculturas de piedra del faraón,  este continuaría existiendo indefinidamente, por eso esculpieron extraordinarias figuras y las colocaran dentro de las cámaras mortuorias donde nadie pudiese verlas, donde ocurriría el milagro de que su alma reviviera a través de la imagen.

En el idioma egipcio de entonces escultor significaba:   El- que- mantiene- vivo.

En la pintura encontramos una situación muy peculiar. Dibujaban lo que conocían; esto quiere decir que no pretendían representar al ser humano como realmente  era; pintaban lo que era obvio para ellos, y no les interesaba  presentarlo en forma diferente, ya que  lo que importaba era que la imagen fuese clara,  si era o no realista,  no era algo buscado,  pero no era así cuando se trataba de dibujar, animales y plantas.

En esos dibujos encontramos  un orden, una fidelidad tan impresionante con la realidad, que aún hoy nos asombramos de su limpia  e impecable ejecución.

No ocurre lo mismo al representar escenas donde aparecen  personas. Ahí  encontramos relatos extraordinarios de la vida y hazañas de estos seres. Vemos que  la cabeza la pintaban  siempre de perfil, pero los ojos eran frontales, la mitad del cuerpo o sea el tórax, era también frontal, pero los brazos, pies y piernas siempre están pintados lateralmente, y los pies siempre eran iguales, no importaba si era el derecho o el izquierdo.

Ahora esas figuras nos pueden parecer, distorsionadas y planas, pero  su semejanza con la realidad no era ningún problema, simplemente las  reproducían con sencillez. El realismo al que ahora estamos acostumbrados, en esos momentos no se consideraba importante. Pintaban  lo que conocían, y esa otra forma de mirar,  que años después  cambiaría el mundo del arte, cuando se descubrió  que se podía lograr el volumen sobre una superficie plana, en ese momento carecía de importancia.

Ese gran movimiento al que hago alusión sucede en Grecia. Ella también se inspiró en el arte egipcio, pero sin duda ha sido la cuna donde nace la forma de ver y pensar  de occidente.

Espero que este brevísimo recorrido les motive a investigar y  a conocer  lo que debemos a nuestros ancestros. Cómo a través de los siglos nuestra mirada y entendimiento ha ido evolucionando. Hemos aprendido y descubierto formas interesantes y diferentes de entender la vida y la muerte. Esto sin duda enriquece de manera sustancial nuestro presente. Una forma de concebir la existencia del hombre distante  y diferente de la nuestra, pero sin duda fascinante.

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