El Abortismo en Polonia. Algo totalmente del pasado.

*Dr. Carlos Leite Poletti

El pueblo polaco, que encabezó la liberación de los Estados europeos sometidos a los regímenes comunistas, con la gran ayuda de poder contar con San Juan Pablo II como sumo Pontífice y que ha demostrado que se puede superar fácilmente un largo pasado de sufrimiento bélico y de represión política pero también abortista, ha dado un claro ejemplo en este sentido. La legalización y promoción del aborto fue una creación del invasor nazi (1942), alentada por Hans Frank, gobernador de Polonia que fuera juzgado y ejecutado por el Tribunal de Núremberg por crímenes de lesa humanidad, política abortista que retomó el comunismo bajo la imposición estalinista (1956).

A los muchos años de la liberación la democracia ha supuesto para Polonia la abolición casi general de una práctica que costó la vida a muchos cientos de miles de inocentes polacos y el sufrimiento de un número enorme de madres. De los casi sesenta mil abortos registrados en el año de 1990 se ha pasado a sólo ciento cincuenta y nueve en 2014. Además se han reducido mucho los asesinatos de recién nacidos, las muertes derivadas de embarazos y partos y los embarazos de menores.

Aunque la nueva legislación familiar polaca de 1993 aún no es enteramente justa, ya que acepta casos discriminatorios de aborto, pero aun así constituye un enorme avance que ha salvado muchas vidas sin ningún efecto negativo como contrapartida. La ley familiar polaca penaliza al personal sobre todo médico, que practica abortos, no a las madres, atentos con esto…! porque se podría traducir o ser, una práctica que se podría imitar legislativamente en Uruguay, o por lo menos no tomar a la madre como ideóloga del crimen en todos los casos. Tan sólo deja despenalizados los casos de serio peligro para la vida, o la salud de la madre, el de graves malformaciones en el feto y el de embarazos producidos de modo ilegal, por supuesto que con esto se puede discrepar pero siempre será mejor que una vía libre y totalmente desregulada. Estos supuestos aplicados con el debido rigor y vigilancia y acompañados de medidas educativas serías, que abarcan a toda la sociedad y de ayuda a la mujer, contundentemente han conseguido cambiar la tasa de natalidad en Polonia de una manera totalmente cabal y benigna.

Son varios los aspectos a destacar de la ley familiar polaca de enero del 1993, por ejemplo, garantiza un apoyo económico a las embarazadas pobres para antes y después del parto; introduce un Programa de Mejora de los Cuidados Prenatales, que bajó notoriamente la muerte de nonatos a la mitad; desde 1998 y, como prolongación de la ley, se imparte la asignatura de “educación pro familia” de manera curricular, que incluye planificación familiar para jóvenes de 11 a 19 años; y literalmente, se ha formado en temas familiares a 15.000 profesores en los últimos cuatro años para que colaboren con los padres en favor del matrimonio, de la madurez psicológica y sexual, y de la paternidad responsable, lo cual demuestra que una sociedad libre y orgullosa de si misma, donde el gobierno y las instituciones ayudan a la Iglesia, como la sociedad polaca, puede legislar muy bien aún en los temas muy delicados, cuando no hay intereses mezquinos, favores políticos que devolver, afanes demagógicos ni chacrismo.

Los lobbies abortistas han fracasado contundentemente en todas sus funestas y fatalistas predicciones. Ahora les será muy difí­cil volver a engañar, a esta sociedad cuya conciencia a favor de la vida ha crecido velozmente hasta un ochenta y uno por ciento. Sus paradigmas eran los tópicos de siempre: que la sociedad reclamaba el aborto con prácticas ilegales (como si la ilegalidad y los homicidios al margen de la ley fuesen un argumento válido y éticamente aceptable); que aumentarí­an enormemente los abortos ilegales, los infanticidios, los abandonos de bebés y los embarazos adolescentes; y sucedió que los abortistas no tenían las condiciones políticas ni materiales de sustentar esta acción que habían emprendido, sino además declaraban abiertamente, que las cárceles se llenarí­an de mujeres abortadoras; que se colapsarían los hospitales. Todo esto ha demostrado ser una serie de amedrentamientos totalmente carentes de sentido y sustento científico o sociológico.

Cada paí­s tiene características únicas que hacen a sus sociedades. Pero aparte de la reconocida autenticidad del cristianismo de los polacos, en este paí­s europeo de dimensiones y tradición cultural análogas a las de otras naciones europeas también ha entrado el secularismo feroz. Seguramente pesan tantos años de dictadura y de ateí­smo y de marxismo férreo bajo el Estado policial del General Jaruzelski. Sin embargo, la Iglesia no se ha quedado sola en lo que es la defensa de la vida en su su sentido amplio, que no es cuestión de cristianismo frente a secularismo, sino de elemental humanismo y sentido común, donde no ha fallado la correcta información y la Evangelización en ese sentido. Se ha progresado paulatinamente desde un sistema abortista, a otro en el que subsisten sólo casos aislados de aborto, que habrá que seguir atendiendo con educación y con ayuda desinteresada a las madres inexorablemente.

Con el lejano pueblo polaco compartimos los ideales indudablemente de la paz, del progreso de los pueblos, de la Santa Iglesia Católica, esos ideales comunes deben ser nuestro «faro». Queda claro que en nuestro país, Uruguay, a casi 12.000 km de Polonia, también puede transformarse en un Estado y sociedad ex-abortista, como ya parte de la ciudadaní­a está reclamando y hay quienes seguimos y seguirán trabajando para suscitar un movimiento popular a gran escala. Digo seguirán, porque nos parece que esta batalla la ganarán las próximas generaciones, para eso tenemos que trabajar desde ahora, pero para ver resultados que se verán en años. Ningún cambio serio se produce de un día para el otro.

*Dr. en Derecho Uruguayo y católico
Asesor en Bioética de la Universidad de Uruaguay

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