El admirable valor de la constancia

Durante muchos años fui profesor de un instituto de enseñanza media en el municipio de Ixtapaluca, Estado de México. Me admiraba que muchos colegas profesores tomaran el turno matutino y el vespertino, dando clases, en otra escuela porque requerían de obtener más medios económicos. Suponía un esfuerzo extra pero lo hacían con perseverancia.

Recuerdo a un maestro en particular que deseaba ser licenciado por la Universidad Pedagógica Nacional. Pero para ello, viviendo en Tlalmanalco –población cercana al Popocatépetl- era necesario que se saliera de su casa a las 4:00 a.m. y tomar los medios colectivos de transporte hasta llegar hasta la universidad ubicada a espaldas de TV Azteca.

Posteriormente se trasladaba a esta escuela de Ixtapaluca atendiendo a sus alumnos hasta las 2:00 p.m. Luego daba algunas clases por la tarde y finalmente volvía a tomar su camino rumbo a la Pedagógica. Me comentaba que regresaba a su domicilio entre 10:30 y 11:00 p.m. Y a esa hora se tenía que poner a estudiar y sacar adelante tareas de la licenciatura o corregir exámenes de sus alumnos.

Un día abiertamente le pregunté:

– ¿Y este intenso ritmo de trabajo no te cansa?

– ¡Por supuesto! -me respondió.

Y añadió:

-Pero me quiero superar como profesor. He terminado mis estudios en la Normal, ahora estoy en la Licenciatura y, al terminarla, me hace mucha ilusión realizar mis estudios de Maestría.

– ¿Y no te da sueño durante el día?

– ¡Mucho! Así que aprovecho los largos trayectos en transporte para “cabecear” un poco y recuperarme. Además, ya me ido acostumbrando.

Y después me hizo otra consideración que me ayudó a reflexionar bastante y en la que mostraba su valía humana:

-Lo que vale la pena en esta vida se saca adelante con constancia, esfuerzo y tenacidad. ¡Nada nos viene regalado!

Otro caso edificante que recuerdo es el Don Rafa, conserje de una librería y casa editorial en la que me han publicado varios libros.

Don Rafa tiene 65 años, vive en un pueblo cercano a Otumba, Estado de México, pasando las Pirámides de Teotihuacán. A diario se traslada desde este poblado hasta el sur de la Ciudad de México. También se levanta alrededor de las 4:00 a.m. y debe llegar a la librería poco antes de las 7:00 a.m. para realizar una limpieza a fondo del inmueble, de manera, que cuando vaya llegando el personal que allí labora todo esté limpio, ventilado y presentable.

Durante el resto del día, desde esta casa editorial, Don Rafa hace labores de mensajería y muchos otros menesteres. Es el último en salir de la librería ya que  debe de cerrar bajo llave todas las puertas. Toma el camino de retorno a su pueblo y regresa a su domicilio al filo de las 11:00 de la noche.

Lo que más me llama la atención de esta persona es su alegría, su permanente sonrisa, su laboriosidad y espíritu de servicio.

Así que, también, en cierta ocasión le pregunté a Don Rafa:

-Me llama la atención que siempre esté de buen humor. ¿No llega el momento en que usted se cansa?

– Pues sí, pero “hay que darle duro a la chamba” – me respondió. Además, el trabajar cada día con ilusión es el sentido de mi vida.

Luego le volví a preguntar:

-Y al llegar tan tarde a su casa, no hay un momento en que le pasa por la cabeza decirles a sus familiares: “Lo siento, pero hoy vengo muy cansado y me voy a dormir”.

Y me respondió con firmeza:

-Eso jamás lo haría porque sé que mi esposa, mis hijos y mis nietos me esperan con mucho cariño y no puedo fallarles. Y nos quedamos platicando muy “sabroso” hasta ya tarde.

Esto que relato, no se trata de casos aislados, sino que millones y millones de mujeres y hombres en nuestro país realizan estos sacrificios y a base de constancia y empeño destacan en sus estudios y trabajos.

Comentando este admirable hecho cotidiano con un buen amigo, coincidíamos en señalar que se trata de “héroes anónimos”, de ésos que habitualmente no aparecen en los medios de comunicación –no son “noticia”, como se suele decir- pero son los que sacan adelante a sus hogares, sus trabajos y contribuyen eficazmente al progreso de nuestra Patria.

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