En la actualidad nos vemos bombardeados constantemente por la presencia de publicidad sobre los falsos productos milagro (aquellos que dice curar «diversas clases de dolencias»); pero no hay que olvidar que la Vida nos ha regalado uno, que efectivamente es milagroso: la leche materna.
La alimentación con leche materna, denominada lactancia materna, es la forma ideal de aportar a los niños pequeños todos nutrientes que necesitan para un crecimiento y desarrollo saludables. Es inocua y contiene anticuerpos que ayudan a proteger a los lactantes de enfermedades frecuentes de la infancia como la diarrea y la neumonía, que son las dos causas principales de mortalidad en la niñez en todo el mundo. Asimismo la leche materna es un producto asequible que puede conseguirse fácilmente, lo que ayuda a garantizar que el pequeño tenga alimento suficiente en cualquier situación.
La Organización Mundial de la Salud, recomienda la lactancia exclusivamente materna durante los primeros seis meses de vida y que esta inicie en la primera hora de vida. Datos oficiales de esta organización indican que si se empezara a amamantar a cada niño en la primera hora tras su nacimiento, dándole solo leche materna durante los primeros seis meses de vida y posteriormente dándole el pecho hasta los dos años, cada año se salvarían unas 220,000 vidas infantiles; pues en la actualidad, a nivel mundial, menos del 40% de los lactantes menores de seis meses reciben leche materna como alimentación exclusiva.
El amamantamiento debe hacerse «a demanda» de día y de noche (por menos los 3 primeros meses de vida), posteriores a este tiempo si el lactante se encuentra sano y con peso y talla adecuados, se puede empezar a introducir ciertos horarios para la alimentación, que generan mayor seguridad para el niño y descanso para la madre.
La lactancia materna también es beneficiosa para la mujer, pues si esta se lleva de manera exclusiva, funciona como un método de regulación natural de la fertilidad, con una efectividad de hasta 98% durante los primeros seis meses de vida; así mismo ayuda a que el útero se contraiga más rápidamente y que la pérdida de sangre (loquios) posterior al parto termine antes. Así mismo, favorece la óptima la formación de un vínculo sólido entre la madre y su bebé, reduce el riesgo de cáncer de mama y de ovario en un futuro, ayuda a las mujeres a recuperar más rápidamente su peso anterior al embarazo (de entre 3 y hasta 5 kilos de grasa acumulada durante el embarazo) y reduce las tasas de obesidad posterior.
Estudios científicos han demostrado que los niños que son amamantados exclusivamente con leche materna, tiene menor riesgo de padecer diarreas, problemas respiratorios, otitis media, enterocolitis necrotizante, dermatitis atópica, diabetes tipo 1, desnutrición y obesidad. En niños pretérmino, es decir que nacieron con menos de 37 semanas de gestación, las ventajas de la leche materna son mucho más pronunciadas. Así mismo, se ha comprobado que la leche materna mejora el desarrollo mental de los niños y que el contacto de la piel de la madre con su bebé le genera impacto positivo que lo beneficia emocionalmente.
Cualquier madre puede ser capaz de amamantar a su hijo y las causas que contraindican la lactancia materna (algunas enfermedades o medicamentos) son casi excepcionales. La cantidad de leche que la mujer produce, depende de la eficacia y frecuencia con la que el bebé se alimente de ella; pues mientras más se genere succión por parte del lactante, mayor será la producción de leche.
Muchas madres que reanudan su actividad laboral abandonan la lactancia materna parcial o totalmente porque no tienen tiempo suficiente o no disponen de instalaciones adecuadas para dar el pecho o extraerse y recoger la leche. Las madres necesitan tener en su trabajo o cerca de él un lugar seguro, limpio y privado para poder seguir amamantando a sus hijos. Se puede facilitar la lactancia materna adaptando las condiciones de trabajo, optando por un trabajo de medio tiempo, buscando alguna guardería en el lugar de trabajo o cerca de este, e instalaciones donde amamantar o extraerse y recoger la leche, y las pausas para dar el pecho.
Amamantar es algo que se aprende, y todas las mujeres pueden hacerlo; solo es necesario el deseo de querer darle lo mejor a nuestros hijos, de darles este producto milagroso que la Vida nos ha entregado para ellos.
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