El amor, la guerra gramatical y la homosexualidad

“Ser homosexual significa extender los parámetros del sexo, la sexualidad y la familia, y transformar el tejido mismo de la sociedad” Paula Ettelbrick

El 14 de febrero, el diario de circulación nacional “El Sol de México” publicó varios artículos referentes al día de San Valentín en el que uno de esos artículos hablaba sobre el «amor» entre hombres heterosexuales y «mujeres trans», es decir una relación de hombres con hombres. El hombre que vive como si fuera mujer narraba que «ellas» sufrían porque los hombres con los que se involucraban se avergonzaban de su relación y por tanto, era necesario que la sociedad normalizara las relaciones entre hombres heterosexuales y «mujeres trans» para que «ellas» se sintieran libres de prejuicios y seguras.

¿Qué es lo que está mal? Todo.

El amor no es un sentimiento sino un acto de la voluntad, acorde al amor unitivo entre hombre y mujer. El amor verdadero se da en la complementariedad de los sexos, en la apertura a la vida y las relaciones homosexuales son el repudio físico, emocional y sexual a esa complementariedad. El rechazo de la realidad, la falta de solidez y la consiguiente promiscuidad en que viven limitan también sus relaciones; no tienen la estabilidad propia de un matrimonio.

Un hombre ciego es un ciego, una prostituta es una prostituta y no una sexoservidora. Ahora bien, un hombre vestido de mujer sigue siendo hombre, un hombre con los genitales mutilados sigue siendo un hombre dado que el cambio de sexo no existe, usted nace hombre o mujer y así morirá. Por tanto, no puede hablarse de relación entre hombres heterosexuales y “mujeres trans” cuando es evidente que ambos son del sexo masculino. Dejar de llamar a las cosas por su nombre no solo significa mentir de manera flagrante, el objetivo es transformar todo lo que conocemos mediante las palabras. Estamos en una guerra gramatical en la que se están cambiando los conceptos de la naturaleza humana; todo ello desde el seno mismo de las leyes, hasta un simple artículo dominical.

No falta quien opine que no hay nada de malo en los actos homosexuales. Cabe señalar que ser comprensivos con los demás no implica mentirles sobre las consecuencias que conlleva una conducta desordenada. El argumento recurrente de “solo buscan el amor”, no es verdad. Con el pretexto del “amor” los que impulsan la ideología de género exigen que la sociedad “normalice” las relaciones homosexuales intrínsecamente desordenadas; más tarde demandan el derecho al matrimonio buscando su redefinición y posterior destrucción mediante legislaciones absurdas; después reclaman su “derecho” a formar una familia y como es obvio que no pueden hacerlo de manera natural, exigen tenerla mediante la adopción de niños, la fertilización in vitro y los vientres de alquiler; hablamos de la destrucción total de la familia y la manipulación de la vida humana.

Y todo ello para que se sientan “aceptados”; aluden a un sentimiento destruyéndolo todo. Pero no hace falta más que sentido común: Si un hombre dice que tiene que estar con más mujeres además de su esposa para sentirse pleno ¿Usted va a exigir que se normalice el adulterio? Si un pedófilo dice que para sentirse amado deben dejarle abusar de los niños ¿Usted va a ayudarle a que lo logre? Bien, lo mismo sucede con los que practican la homosexualidad, su bienestar no radica en que se vistan como mujeres, se mutilen los genitales, se les acepte en las competencias deportivas y del espectáculo de mujeres, se le llame matrimonio a sus uniones, etc. Su bienestar radica en aceptar el sexo con el que han nacido, ordenar sus afectos y vivir a plenitud.

La sociedad no debe normalizar algo que es de suyo desordenado, menos aún presentarlo como lícito so pretexto de tratar en igualdad algo que no lo es. Estimado lector, jamás se atreva a enseñar tales mentiras a un niño porque gran parte de la estupidez mental en que vemos sumidos a no pocos adolescentes y jóvenes que defienden conductas desordenadas proviene de lo que han aprendido en su hogar, en sus aulas, con los amigos, en internet. Tenemos el deber insoslayable de no enseñarles que los actos homosexuales, la pedofilia, la violación, la prostitución, la pornografía, el adulterio y el aborto sean moralmente lícitos y buenos. El amor no está presente en ninguno de esos actos, antes bien, matan, denigran y hieren profundamente al ser humano.

Llamar a las cosas por su nombre es visto como una fobia a algo o a alguien, no lo crea en absoluto. Hable con base a la realidad y a la verdad. Gilbert Keith Chesterton lo advertía el siglo pasado: “Llegará el día en que será preciso desenvainar una espada por afirmar que el pasto es verde”

Henos aquí, deseo que libre usted la mejor de sus batallas…

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