El amor y las redes sociales

Es propio del ser humano manifestar sus emociones. Con las redes sociales esto se ha vuelto algo cotidiano, casi una regla al tener un perfil.

Puede verse cada día a innumerables adolescentes manifestar su amor en dichas redes. Amar no es malo en lo absoluto, lo que está mal es llamar a cualquier cosa amor, lo que está mal es decir palabras profundas e importantes con un total descuido. Sé que más de un padre de familia argüirá que los chicos son así, que es la edad en la que los sentimientos se desbordan, que no hay que limitarlos, que debe permitírseles ser ellos mismos so pena de crearles depresiones o hasta una tara.

Hace tiempo un adolescente publicaba una selfie con su novia (ninguno sobrepasaba los 14 años), decenas de likes, un comentario de su mamá que decía: “Mi hijito con mi nuera, se ven preciosos” (¿De verdad?). Otro más publicaba: “Mi cuerpo ya no le pertenece a X, ahora es de Y. Siempre amaré a X pero ahora estoy con Y”. Casos en los que chicas se toman fotos en poses poco decorosas en sus recamaras o baños, lo mismo para los varones apareciendo con el torso desnudo, el común denominador, mostrarse “tal como son, ser ellos mismos” palabras que más de un psicólogo o un trabajador social pronuncia sin profundizar ni medir consecuencias cuando de aconsejar a adolescentes se trata.

Sería bueno preguntarles a los padres de familia si alguna vez se han tomado el tiempo de ver qué publican sus hijos menores de edad en las redes sociales, los mensajes privados que redactan, porque, no importa si argumentan que son respetuosos de la privacidad de los muchachos, (lo que más bien denota una negligencia enorme en la educación de los hijos), tienen un deber ineludible que cumplir.

Podrán darse cuenta de que la palabra amor, las promesas de eternidad y el estado civil son usados tan fácil y despreocupadamente que los adolescentes viven una tormenta en un vaso de agua una vez que su “romance del siglo” termina intempestivamente. Algunos solo habrán llegado a meras publicaciones, otros por desgracia más lejos al relacionarse sexualmente, asistimos al espectáculo de un verdadero divorcio. A sus escasos 14 o 18 años, su vida amorosa es del dominio público con decenas de fotos que permanecerán en internet siempre, llegarán a los 30 años habiendo tenido varios “amores de su vida” y no haber sabido amar jamás a ninguno. A ello debemos agregar que los familiares están cómodos mirando como sus hijos, nietos o sobrinos comparten tales publicaciones, los likes no se hacen esperar. Nadie… absolutamente nadie sale al paso para guiarles, viven en una orfandad increíble.

He oído decir a más de un adulto que “se les debe dejar en paz porque es su vida y cada quien sabe lo que hace”. Pero lo cierto es que mucho adulto no sabe lo que hace en ciertos temas, dejan a los chicos a su suerte. Todos aquellos que rodeamos a un niño o adolescente somos responsables por su formación de manera directa o indirecta, pero no todos quieren responsabilidades en sus hombros.

Adolescente, sé que tus sentimientos están a flor de piel, pero la sensibilidad como guía nubla el juicio y jamás es buena consejera, solo puedo decirte las palabras que el Páter Michel Quoist escribió alguna vez: “Amar no es sentirse emocionado por otro, sentir afecto sensible por otro, abandonarse en brazos de otro, admirar a otro, querer poseer a otro. Amar es en esencia entregarse a otro y a los otros. Amar no es un proceso instintivo, es la decisión consciente de ir hacia los otros y de entregarse a ellos. El deseo, la admiración, el afecto sensible pueden arrancarte de ti y lanzarte al camino de la entrega, pero no son todavía el amor. El Señor te los ofrece como medios –especialmente en la unión del hombre y la mujer- para ayudar a que te olvides de ti y conducirte al amor”

Adolescente, aún si no tienes a tu lado un adulto que te aconseje debidamente, aprende a esperar antes de pronunciar palabras tan preciosas como delicadas, no las malbarates. Cuida lo que escribes, lo que compartes en las redes sociales, lo que ocupa tu vida, las amistades que tienes, los lugares que frecuentas, guárdate por entero para aquel (aquella) que en el futuro ha de merecer escucharte decir: Te amo. Pero sobretodo aprende a esperar hasta que comprendas que el amor es un acto de la voluntad, hasta que puedas ofrecer el amor ágape que da sin esperar nada a cambio, querer el bien del otro, un amor de sacrificio.

Encomiéndate a Dios, mantente cerca de Él, una simple plegaria puede empezarlo todo: “Dios mío, te amo, pero, ¡Enséñame a amar!.» (San José María Escrivá de Balaguer)

 

Alexa Tovar alexatovar2017@yahoo.com

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