El Beato Paulo VI; Fue un visionario desde el inicio de su Pontificado

El pasado domingo 19 de octubre, fue beatificado el Papa Paulo VI por el Santo Padre Francisco en la Plaza de San Pedro.  Gobernó a la Iglesia desde 1963 hasta 1978.

Era un hombre culto, refinado, que había estudiado Filosofía en París y conocía a los principales pensadores e intelectuales de su época. Amaba profundamente la fraternidad y la libertad y tenía un corazón universal. Soñaba que hubiera un diálogo ecuménico con dirigentes de otras religiones, con personas ateas, agnósticas para que no hubiera esos odios y resentimientos ancestrales y que la Iglesia se reformara en ciertos aspectos, como en la Liturgia, y  los fieles laicos tuvieran un papel más protagónico en la sociedad.

Su antecesor, el ahora San Juan XXIII, inauguró, en 1962, el Concilio Vaticano II, quien. tenía estos mismos ideales.  Pero sorpresivamente falleció al año siguiente. Y  Paulo VI fue el encargado de conciliar las dos posturas que se habían generado entre algunos de los Padres Conciliares: los que se resistían a cualquier cambio dentro de la Iglesia y los que hablaban de que “los dogmas deberían estar en evolución permanente”. Este Romano Pontífice tuvo la ayuda del Espíritu Santo, la paciencia y fortaleza para llevar a buen puerto el fin del Concilio, a finales de 1965.

Se redactaron documentos que son un tesoro permanente para la Iglesia Católica, por ejemplo, “La Luz de las Gentes” (“Lumen Gentium”) y (“Apostolicam Actuositatem”),  “La Acción Apostólica de los Laicos” en los que se expone que la santidad no es un asunto para un puñado de privilegiados sino que todo católico, por el sólo hecho de estar bautizado, está llamado a la plenitud de vida cristiana en medio de sus quehaceres profesionales, ya sea  hombre o mujer; soltero, casado o viudo; persona mayor o joven; no importa qué trabajo realice (siempre y cuando  sea honrado) sino que lo primordial es el amor de Dios con que lo realice.

El otro gran Documento es: “La Alegría y Esperanza” (“Gaudium et Spes”) es como una “bocanada de aire fresco” en el que la Iglesia manifiesta que nada de lo humano le es ajeno; que está junto a las ilusiones, esperanzas, angustias, fatigas, alegrías, tristezas y  progresos de la humanidad y que son los fieles cristianos quienes deben de recristianizar las estructuras temporales de la sociedad. Incluso en ambientes donde parece que “le han dado la espalda a Dios y dan la impresión que no necesitan de Él”. Para eso se anima a los laicos a sostener diálogos con intelectuales sobre la fe y la razón y a tener la audacia de hablar de Dios a los familiares, colegas, amigos, conocidos. Es decir, “Evangelizar” no es tarea exclusiva de la Jerarquía Eclesiástica. Los laicos deben sentir el mismo peso, inquietud y deseos de mejorar su entorno.

Los sucesivos Romanos Pontífices (Papa Juan Pablo I, San Juan Pablo II, el Papa Emérito Benedicto XVI y ahora el Papa Francisco han dado continuidad a estas directrices conciliares. Ciertamente fue lamentable que muchos de los que dejaron de rezar y acudir a los Sacramentos, abandonaron su vocación religiosa o sacerdotal; otros se han segregado, negándose a cualquier cambio,  como son los discípulos del Obispo francés Marcel Lefévbre, pero son una minoría exigua.

Me parece que lo positivo y optimista de la situación de la Iglesia actual, es que  a la vuelta de medio siglo, son sorprendentes los resultados que ha conseguido: se han tenido encuentros con los dirigentes de casi todas las religiones, con intelectuales y pensadores; se celebran las Misas en lenguas vernáculas ( propias de cada lengua o en su dialecto); han surgido innumerables instituciones y movimientos laicales que trabajan por el bien de la Iglesia, bien unidos a sus Pastores; el catolicismo ha cobrado un nuevo impulso y se sigue desarrollando por todo el mundo  y van surgiendo cada vez más vocaciones de entrega completa a Dios por  los cinco continentes y son muchas las personas que, por interés e iniciativa propias, son formadas en la doctrina de Jesucristo.

Al terminar el Concilio parecía que la nave de Pedro se bamboleaba con el peligro de hundirse, pero el Espíritu Santo dirigió la Nave de Pedro, con la mano segura del Beato Paulo VI hacia aguas tranquilas y mucho de los beneficios recibidos –espirituales y pastorales-  se los debemos a este inolvidable Papa valiente que no le importó condenar la píldora anticonceptiva por ir contra la esencia misma del Matrimonio en su Encíclica “De la Vida Humana” (“Humanae Vitae”-1968) ni delatar las injusticias que observaba de los países poderosos hacia los menos favorecidos (“El Progreso de los Pueblos” o “Populorum Progressio”-1967) y aporta valiosas consideraciones.

Finalmente, quizá sea uno de los Papas que más me han ayudado a tenerle devoción a la Santísima Virgen María  y al rezo del Santo Rosario. Afirmaba que “María es siempre camino que conduce a Cristo” y como Madre jamás nos dejará en desamparo porque está de continuo pendiente de nosotros (Encíclica “Mes de Mayo”, 1965).

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