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Buenismo es un término que supone lo opuesto a la caridad y al altruismo, reflejando la tendencia a lo despectivo y a lo satírico. Supone el descargo de la conciencia, pero sin involucrarse en el problema, ni en el prójimo. Aunque todavía no lo haya recogido la RAE, ha alcanzado una rápida extensión en el habla popular.
Buenismo se forma con el adjetivo bueno y el sufijo ismo, para crear un nombre sustantivo y darle el significado, entre otras cosas, de actitudes, cualidades, sistemas, etc. En muchos temas convierte el nombre o el adjetivo en un tono despectivo. Ejemplo: Amigo y amiguismo.
El buenismo es una expresión satírica, habitualmente en un tono fuertemente crítico, para definir a aquellas personas que procuran hacer buenas obras, a fin de ganarse el reconocimiento de los demás, aunque no siempre resulte ser el más adecuado, para resolver los problemas de las personas o de las sociedades.
El buenismo no es el camino fácil, para una sociedad educada en valores y virtudes humanas, pues no lleva a conseguir la máxima felicidad del que lo ejerce, ni a hacer felices a los demás.
El buenismo dicen algunos que es la modernidad, pues preconiza el dar como bueno, todo lo que hay alrededor y aceptar todo lo que nos digan a hagan, en función de “si no haces nada, no pasa nada”. No meterse en problemas, aunque sean injusticias propias o ajenas.
El buenismo casi siempre está basado en la ignorancia individual, que intenta sentirse bien a toda costa, sin importarle ejercer su objeción de conciencia. Pretender desmontar su falacia es tarea de titanes. El buenismo está muy arraigado en determinadas personas, que prefieren practicarlo antes que hacer las cosas con bondad.
El buenismo evita la exigencia de la sabiduría y el rigor de analizar las cosas. Prefiere pasar por alto las circunstancias y considerar a todo como “éticamente correcto”, sin importarle diferenciar lo correcto de lo incorrecto y el bien del mal.
El buenismo es dejarse arrastrar para no luchar contra la corriente, seguir a lo que dice, hace y piensa la masa, aunque eso lleve a vivir dentro de una burbuja que piensa “que todo el mundo es bueno”, optando por el camino más difícil, que siempre está lleno de escollos religiosos, sociales y políticos.
El buenismo impide distinguir entre “tengo sueños o tengo sueño”. Hay que ser muy valiente para enfrentarse ante la sociedad con personalidad y justicia, para construir caminos que lleven a la realización y a la felicidad del prójimo.
El buenismo de los padres es cómplice y encubridor, de la situación actual de la enseñanza pública gratuita. Quieren que todo siga igual que cuando empezó hace 200 años, aunque detrás haya un montón de falacias, como la de que debe ser gratuita, obligatoria y laica. Solamente se salva lo de ser obligatoria.
El buenismo lo emplean algunos padres, para apaciguar y no enfrentarse ante situaciones graves, donde tendrían que ejercer su autoridad, pero prefieren ceder de sus obligaciones como padres, antes que corregir los conflictos originados por los hijos y que estos, se enfaden y les creen problemas. Suelen complementarlo con concesiones generosas, cediendo incluso en su autoridad, aunque los hijos lo interpreten como síntomas de debilidad y sea, lo que origine el camino de nuevas exigencias innegociables.
El buenismo de los padres se refleja cuando no tienen la insistencia necesaria, en hacer bien las cosas para educar a los hijos, y no les importa la indiferencia o la resignación que demuestran, ante los malos resultados educativos que obtienen.
El buenismo se emplea, para evitar enfrentarse o dialogar con otros y así no herir susceptibilidades. Dan por bueno todo lo que hacen otros, aunque sea perjudicial para determinadas personas o para la sociedad. No se involucran en nada que pudiera ser una controversia, incluso si va en contra de los principios básicos de los derechos humanos o de las virtudes y valores humanos. No se quieren mojar en nada y para nada.
El buenismo también se aplica con las políticas de ayudas sociales, donde las clases dominantes, entregan migajas a las clases oprimidas, intentando justificar la represión y el que sus acciones, impiden prosperar y salir de la pobreza. Son sentimentalismos carentes de contenido social.
El buenismo en muchos casos es dar pescados, pero nunca enseñar a pescar. Así siempre tendrán a alguien con quien ejercer el buenismo. Se refleja en las actuaciones realizadas por algunas personas y grupos sociales de ayuda humanitaria a los más necesitados, basada en sentimentalismos y autocomplacencias, siempre bajos sus únicos criterios, por medio de subsidios, subvenciones, políticas de discriminación positiva, etc., pero al margen de cualquier crítica o medición de los resultados obtenidos.
El buenismo también se emplea en la educación escolar, para referirse a métodos y programas de la organización del sistema educativo, basados en la tolerancia generalizada, hacia comportamientos problemáticos en las aulas, o en el relajamiento en la disciplina.
El buenismo ilegítimo de los responsables de la educación escolar, que tratan a los alumnos como si fueran números estadísticos, permitiéndoles que para que no se frustren ni traumaticen, pasen los cursos, unos tras otros, sin haber aprobado las asignaturas imprescindibles, para poder entender y asimilar, lo que les traten de enseñar en el curso siguiente.
El buenismo de algunos maestros, que por una bondad mal entendida, intentar no molestar a determinados grupos de alumnos o segmentos de la sociedad, decidiendo bajar los niveles de exigencia en el esfuerzo de su formación. Aunque esta decisión conlleve, crear grupos sociales marginales, al acostumbrarles a vivir con el menor esfuerzo. Con ese buenismo consiguen no enfrentarse, ni con los alumnos, ni con sus padres. Les dejan hacer lo que quieran, sin medir las consecuencias del futuro.
El buenismos escolar, junto a la permisividad e injerencia política, convierte la enseñanza en un túnel de lavado cerebral en masa, sobre asuntos que no son de su incumbencia, como el matrimonio, la familia, la religión o la sexualidad.
El buenismo ejercido en la enseñanza, trata de conseguir una sociedad igualada por la homogenización de la mediocridad, al premiar con aprobaciones de cursos a los malos estudiantes y fomentar la falta de esfuerzo. Parece haber un decidido propósito, de conseguir una igualdad por abajo, en la mediocridad, a través precisamente de la educación, que tendría que ser la gran palanca para lograr la excelencia, del mayor número de personas posible.
El buenismo busca la aceptación de la sociedad. Los que lo practican suelen ayudar mucho a la sociedad, pero al final suele ser en beneficio propio, aunque no sea económico, pero sí de fama y de reconocimiento a sus actuaciones.
El buenismo es hacer lo que todos hacen, aunque vaya en contra de sus ideales, creencias o valores humanos. Prefieren no diferenciarse de los demás, aunque esto cree excluidos de algunas prácticas religiosas o sociales. Prefieren no hacer lo que tienen que hacer, antes que los demás se den por ofendidos.
El buenismo también se produce por falta de carácter, para enfrentarse a otros que no están haciendo bien las cosas, o que no son tan buenos como quieren aparentar. Lo hacen para que no les diga nadie que son protestones, que siempre llevan la contraria o que no transigen con lo que está mal.
El buenismo y las ambigüedades, no pueden estar en las respuestas a las preguntas tramposas y malintencionadas, sobre religión y otros temas importantes. Hay que dejar las cosas bien claras: “Al pan, pan y al vino, vino”. Aunque se sepa que a otros no les van a gustar las verdaderas respuestas, porque no son políticamente correctas. Las respuestas hay que hacerlas, con caridad, inteligencia y oportunidad, pero sin buenismo.
El buenismo no puede estar, cuando hay que luchar contra la industria del entretenimiento, que significa “entretengo y miento”. Si es mala y engañosa la programación, hay que decirlo claramente, no cabe el buenismo.
El buenismo de algunos políticos o legisladores, que crean leyes que van en contra del derecho natural y de la moral, pero que así se ganan el favor de determinados grupos de ciudadanos, que con presiones y torcimiento de la realidad, les sugieren que lo hagan por el bien a la sociedad, sabiendo de sobra, que no es bueno para el bien común. Saben que el buenismo de no querer enfrentarse a la moral, les suele suponer más votos para sus elecciones o reelecciones.
El buenismo en la política de la sociedad actual, encierra un engaño manifiesto, disfrazado, obligatorio y vinculante con la ideología de los políticos, que quieren convencer a los votantes. Casi todos los políticos, utilizan el buenismo para seducir a las masas a que crean en lo que les dicen, aunque esté disfrazado de buenismo y no de bondad política o social.
El buenismo político es algo más, que una oportunista estrategia legal para ocupar o mantenerse en el poder, sin atreverse a abordar los graves problemas existentes, incluso inventándose irresponsablemente algunos inexistentes, aunque estos no tengan consecuencias inmediatas evaluables.
El buenismo político no tendría éxito, sin la inconsciente colaboración de sus víctimas, los ciudadanos que se dejan engañar. Estos prefieren mantener la postura del pensamiento débil, que lleva a practicar continuamente lo que les inculcan, a través de los medios de comunicación como “políticamente correcto”. Prefieren demostrar su mal entendido buenismo e ignorar lo malo que existe en la sociedad, ya que tendrían que analizar y fundamentar el bien verdadero.
El buenismo de algunos religiosos, que cuando tienen que proclamar la verdad con energía y precisión, lo hacen de manera muy blanda, rayando en la permisividad fuera de la moral, para evitar que por sus enseñanzas o ejemplos de vida, otros se sientan mal. Su enseñanza suele ser “todo vale, el Señor es muy bueno y perdona todo”.
El buenismo practicado por una caridad mal entendida, hacia los que por su mala conducta privada o pública, no se la han ganado y no se merecen determinados privilegios. Evitando que al no recibirlos, la sociedad les clasifique como no merecedores de ellos y queden señalados. Esto se suele dar, en los casos de personas que llevan una vida disoluta, que contradice todas las enseñanzas de la Iglesia, pero nadie les impide figurar como principales practicantes externos de la religión. O los que no se han ganado una beca y se la dan.
El buenismo hace que a algunos legisladores, la tolerancia les sepa a poco, si no va acompañada de ilimitados reconocimiento de derechos, principalmente de las minorías, aunque estos violen los códigos morales y terminen despenalizando determinadas conductas, que al revertirse, finalizan siendo normas de obligado cumplimiento para otros.
El buenismo no es tener derecho a desear algo y lograr un consenso social, para conseguirlo. El hecho de reivindicar algo, indiscutiblemente no tiene por qué ser bueno intrínsecamente, por mucho buenismo que se emplee para decirlo.
El buenismo es la hipocresía de dar limosna, para descargarse una responsabilidad de encima, mientras se desprecia a los pobres, se es racista, o se es xenófobo.
El buenismo es intentar convencer a un anciano, que se quede en su casa mal atendido, en lugar de que vaya a una residencia, que mejore su calidad de vida, aunque la estancia en su casa y el modo de vida, puedan ser peligrosos para su integridad personal, o pueda producir consecuencias de resultados irreversibles. Siempre hay un familiar, que se aprovecha con ese buenismo.
El buenismo de los que quieren que todas sus acciones, sean en su propio provecho, sin tener en cuenta las cualidades de los demás, poniendo sonoridad en las palabras, aunque no tengan eficacia en las obras.
El buenismo con los amigos no es racional, es lo contrario a la misericordia y no garantiza ni la verdad, ni la bondad. Se basa en la sonoridad de las palabras, y no en la eficacia de las obras. No hay mayor misericordia con los amigos, que hablarles con verdad, por muy dura que sea y ayudarle a curar sus heridas o a sobrellevarlas, con caridad y amor. La verdad, toda la verdad, y nada más que la verdad, está por encima de todas las cosas, afectivas, sentimientos y emociones.
El buenismo necio practicado obligatoriamente con los amigos díscolos y soberbios, para que no se enfaden al llevarles la contraria, produce tristeza y deja un gran vacío interior cuando no se quieren enfrentar a la realidad, aunque salgan perjudicados. Sabiendo que todo lo que se les aconseja desinteresadamente sobre sus actitudes o decisiones les sienta mal y lo consideran como un agravio. El buenismo que reciben es lo único que no les enfada.
El buenismo sensiblero, es mucho más fácil de realizar, que sacrificarse ante el dolor, los hechos, los intereses y las preocupaciones de los amigos lastimados y necesitados, que algunas veces, solo necesitan ser escuchados con atención, para poder expresar las voces de su corazón y las de su conciencia.
El buenismo jurídico produce el “prohibido prohibir” e impone el anarquismo y las convicciones de unos pocos, al resto de la sociedad, para que la ciudadanía crea que tiene derecho a todo lo no prohibido. No tiene en cuenta las consecuencias colaterales, contrarias a las relaciones con el prójimo, a la ecología, (los costes sociales de la contaminación), a la permisividad del consumismo, al uso de las drogas, al respeto a la salud pública, a la seguridad ciudadana, a la despenalización de la eutanasia, al aborto, etc.
¿Lo que hacemos es bueno o es un buenismo cómodo, irresponsable y dañino a los demás?
francisco@micumbre.com
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