El celo de tu Casa me devora…

“La campana es la trompeta de la Iglesia militante; debe sonar en todas las circunstancias notables de la vida; de aquí dimana esa diversidad de oraciones y de ceremonias con que se le bendice. Debe sonar en el bautismo, debe sonar en los combates de la vida, debe sonar en el augusto sacrificio, debe recordarnos a Jesús crucificado, autor y consumador de nuestra fe” Abate J. Gaume

La mayoría todavía reconoce ciertos toques de campana: llamadas a Misa, por un difunto, en el oficio del sábado Santo, los repiques en medio de las fiestas de la Iglesia, etc. Sin embargo, particularmente existe un sonido que jamás he escuchado: el toque a rebato. Este toque es usado para convocar a los vecinos por medio de una campana, tambor, etc. con el fin de que acudan a socorrer cuando sobreviene un peligro.

Hace décadas, en la iglesia de mi colonia, sucedió que el sacerdote ordeno tocar a rebato las campanas: la maquinaria de una constructora había demolido uno de los muros de los salones parroquiales. La gente acudió enseguida en defensa de la iglesia. El “error” cometido por el operador de la maquinaria significaba la excusa perfecta de las autoridades para abrir un camino y en consecuencia, despojar a la iglesia de su atrio y convertirlo en “zona verde”. Eso fue evitado aquel día por los colonos.

La noche del martes 12 de noviembre, la Iglesia de San Francisco en Valdivia, Chile, tocaba a rebato en un llamado desesperado: vándalos encapuchados habían profanado la iglesia, destruyeron imágenes, la cruz del altar y mobiliario, el cual fue quemado en la calle. Esto forma parte de una ola de ataques a iglesias católicas en Chile en las últimas semanas. Según una descripción, cada vez se escuchaban más débiles las campanadas, acusando el cansancio del sacerdote. En los pocos vídeos disponibles se ve a vándalos arrastrando tranquilamente el mobiliario hacia la calle para quemarlo, sin nadie, absolutamente nadie que lo impidiera.

Hay quienes piensan que solo se trata de simple mobiliario quemado, figuras de yeso, sin más, que debemos ser comprensivos dada la situación que se vive en aquel país. Piensan y luego aseguran –como buenos pacifistas- que “Dios esta en todas partes”, luego entonces, “no hay que escandalizarse por la pérdida de algo material”.

Todos y cada uno de los católicos –incluidos los sacerdotes y obispos- debemos recordar que las iglesias son indispensables, aunque Dios esté en todas partes, aunque el universo sea tan venerado por la presente generación; pues bien, ni todo el universo, ni la belleza de nuestro mundo puede transmitirnos lo que una sencilla iglesia o una catedral logra transmitir: un religioso y profundo respeto hacia Dios. Bien se ha dicho que no hay quien mire el crucifijo por un rato que no empiece a amarle.

Se ha preguntado ¿qué hay en una iglesia? Sé que la respuesta parece obvia, sin embargo recordémoslo: el altar, el tabernáculo, la cruz, el tribunal de la misericordia, la fuente sagrada (algunas iglesias aún la conservan), las campanas. Símbolos poderosos sobre el corazón y los sentidos, pero muy particularmente hallaremos en una iglesia católica, la salvación de nuestra alma. Tenga por seguro que cuando se destruyen las iglesias no se destruye algo material, se destruye el culto externo; al hacerlo, se destruye el culto interno y luego la religión, más tarde la sociedad. (Para quien no encuentre relación, debe recordar que la civilización occidental fue construida sobre dos pilares: fe y razón. Cuando uno de ellos es destruido, el otro cae inexorablemente… y la sociedad con ellos).

La poca o nula respuesta de los lugareños ante el toque de rebato de las campanas para defender su iglesia, debe recordarnos el estado que guardamos de nuestra propia fe católica, esa ignorancia para las cosas más básicas de nuestra Madre Iglesia pero que para nuestros padres y las generaciones precedentes era tan importante: el celo por la Casa de Nuestro Señor.

Por último, el sonido de la campana en la Iglesia Católica es una oración, un grito de alarma, una súplica urgente al Señor… ¿y qué le diremos cuando estemos en su presencia? -“Las escuché, pero era más importante buscar la paz y convivencia entre hermanos antes que armar lío por unas cuantas cosas materiales”… o quizá podamos decirle:

“He peleado la buena batalla, he acabado mi carrera, he guardado la fe” (2ª Timoteo 4:7)

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