“A fuerza de verlo todo, se termina por soportarlo todo. A fuerza de soportarlo todo, se termina por tolerarlo todo. A fuerza de tolerarlo todo, terminas aceptándolo todo. A fuerza de aceptarlo todo, finalmente lo aprobamos todo”. San Agustín de Hipona
Los niños cuya edad era de 3 a 5 años, se hallaban “peleando por amor”, un par besándose en la boca y hablando como adultos; alguno por ahí desvistiéndose mientras bailaba y otros lo veían; la mayoría usando únicamente pañales con enormes seguros, haciendo poses sugerentes. Todo ello fue filmado, no hubo escándalo en los medios de comunicación, no hubo demandados, ni mujeres feministas desgarrándose las vestiduras; no. Esto sucedió, ante los mirada impávida de la sociedad hace 88 años: se estrenaba en EEUU la saga de ocho capítulos llamada “Baby burlesque” protagonizada por la pequeña Shirley Temple con otros infantes.
No ha faltado quien se queja de que veamos con ojos “actuales” un programa hecho hace casi un siglo. No es paranoia, no es exageración; la pedofilia y la podredumbre ha existido desde hace mucho tiempo. Resulta obvio por tanto, que la industria cinematográfica dirija producciones a ese tipo de público. Tal abuso con la pequeña actriz siguió en sus largometrajes donde es coestrella siempre al lado de hombres con los que sostiene un trato muy cercano y sugerente. Aquellos fueron también los años de la caricatura “Betty Boop” con características abiertamente sexuales y que se vendió en nuestro país como si fuera para niños, cuando resultaba obvio que estaba dirigida a adultos.
Es probable que si la sociedad de hace un siglo hubiese alzado la voz y exigido que “Baby burlesque” se suspendiera, se habría detenido de algún modo el abuso de esos infantes y el posterior abuso a Sherley Temple. Se habría quizá evitado ver la sexualización de Natalie Portman y Jodie Foster en películas como “León: el profesional” y “Taxi driver” respectivamente; se habrían evitado producciones en las que hombres sostienen relaciones “amorosas” y sexuales con menores de edad, tratando de normalizar al mismo tiempo la homosexualidad y la pedofilia/pederastia a los ojos del público.
El objetivo es precisamente sexualizar a los niños, la destrucción del ser humano desde la más temprana edad, disfrazar de amor algo que no lo es y pedir tolerancia. Debemos cuidar a los hijos, lo que ven, lo que hacen, con quién están, los lugares que frecuentan, las amistades que forjan, los maestros que les imparten enseñanza, los familiares que están cerca de ellos, etcétera. Para ello es necesario que los adultos y padres se tomen en serio su papel protectores de la familia. No podemos darnos el lujo de parpadear cuando se trata del cuidado de los hijos.
Pero ayer como hoy, no presentamos la resistencia que deberíamos a todo aquello que nos llega a través de la televisión, el cine, el internet, los portales de películas y los medios impresos. Y cada concesión que hacemos es una batalla que se pierde; nos tienen arrinconados con aquello de la “libertad de expresión” para que traguemos toda la podredumbre que antes debía permanecer en la clandestinidad pero hoy es puesta en la comodidad de nuestra sala sin que apenas nos demos cuenta, ya sea por indiferencia, negligencia o estupidez.
¿Y usted qué tipo de producciones permite que vean en su casa?
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