El don oculto de la humanidad

Hasta hace pocos siglos eran dignos solamente aquellos que fueran reyes, ministros, obispos, presidentes, gente de alta alcurnia, de la realeza. Los demás, los plebeyos, gentiles, los del pueblo eran considerados inferiores. La dignidad como es conocida hoy día, no era ontológicamente entendida, sino que se consideraban dignos aquellos que tenían poder.

Entre los años 800 y 200 antes de Cristo la capacidad de reflexión humana llegó a sus grados más altos; en China Lao Tse y Confucio, en India Buda, en Persia Zaratustra y en Palestina los profetas establecen el concepto de hombre como ser libre, dueño de su destino y responsable de sus actos.

El parte aguas, el antes y el después cuando nace Cristo, el hijo de Dios, el Mesías, el Rey de los Judíos es cuando posiblemente sea el momento culminante en la historia de la humanidad en cuanto a la dignidad se refiere.

Jesús nace en una familia humilde, con un padre carpintero, una madre sencilla, en un pesebre. Jesucristo se acerca a los intocables; leprosos, paganos, se acerca y acerca a Dios a toda la humanidad.

Nos enseña la dignidad de la persona desde su concepción, nos muestra el respeto que hay que tenerle a la vida, nos comparte la alegría de la verdad. La dignidad se comprende con su existencia, con su legado y con su historia.

Con dichos sucesos, comprendemos que la dignidad es un valor y una actitud interior que nos lleva a valorar nuestras capacidades y reconocer nuestras debilidades. Que no depende de nada material ni de raza y que la razón, la voluntad y la libertad del hombre son el origen de su dignidad, pero sobre todo que la dignidad se obtiene al cultivar las riquezas intelectuales, morales y afectivas.

No obstante lo anterior, en algunos casos las organizaciones sociales son las que desconocen la dignidad de las personas y establecen desigualdades. Estas desigualdades son campo propicio para la injusticia y el abuso. En ocasiones, y lamentablemente muy a menudo la dignidad humana se denigra cuando:

 

1. Se desconoce el valor del ser humano y se somete a esclavitud y tortura, el siervo carece de derechos y está completamente sujeto a la voluntad y fines que su amo desee.

2. Se desconocen los derechos naturales del humano: la vida, la seguridad, trabajo, afecto, libertad.

3. En el aborto, los embriones humanos son destruidos para conseguir fines ajenos al embrión.

4. Someter a las comunidades a situaciones inhumanas.

5. Discriminación racial o de credo político o religioso.

6. En el nazismo, los judíos eran masacrados con el fin impuesto de mejorar la raza.

7. En el terrorismo, se mata a seres humanos por un fin político que ellos no desean.

 

Por otro lado y peor aún, cuando esa dignidad depende de nosotros mismos y somos nosotros que la degradamos, nos afrentamos y es cuando más difícil se hace darnos cuenta de que lo estamos haciendo, ejemplos de ello son los siguientes:

 

1. Utilizar la inteligencia para robar o dañar a otros es una pérdida de dignidad para ese entendimiento.

1. Respecto al sexo, emplearlo únicamente para obtener placeres rebaja mucho la dignidad de la sexualidad, despreciando el gran don de traer hijos al mundo.

2. Usar el tiempo principalmente para la diversión deteriora la dignidad operativa del hombre que deja de hacer obras buenas. La capacidad humana de hacer el bien se desprecia.

Merecedores de algo, somos todos porque somos dignos ontológicamente, dignos por el simple hecho de ser personas humanas. Somos libres, responsables de nuestros actos y dueños de nuestro destino.

Tan es así que para entender este concepto y saber respetar la vida digna y con dignidad es preciso sabernos valiosos, importantes y valorar a nuestros semejantes sin importar su etapa evolutiva, su situación económica, social, física y racial. La dignidad es un don que tenemos como humanidad.

Nos leemos la semana que entra para no quedarnos atrás y ver hacia delante.

 

Deja una respuesta