Esta mañana podía leerse en un periódico: “Rendimos homenaje a las víctimas del Holocausto, una tragedia incomparable en la historia humana” decía el secretario general de la ONU, Antonio Guterres en el Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto.
Es posible que mucha gente ignore que en la historia de la humanidad han existido por desgracia otros genocidios, por ejemplo:
El genocidio de La Vendée: Conocido como el primer genocidio de la historia moderna. Ocurrido durante la revolución francesa que persiguió a la Iglesia Católica, en la que destaca también el martirio de las monjas Carmelitas de Compaigne. Cabe mencionar que La Vendée había sido evangelizada menos de un siglo atrás por San Luis María Grignion de Montfort, (autor del Tratado de Verdadera Devoción a la Santísima Virgen), lo cual explica la ferviente fe católica en aquella región francesa. Ante la persecución, los campesinos de La Vendée se resistieron y formaron un ejército llamado en ese tiempo “El Ejército del Sagrado Corazón”. La joven República ordeno a las tropas arrasar con todo en aquella región, masacrando alrededor de 120,000 personas.
El holocausto armenio: Llevado a cabo por el Imperio Otomano contra los cristianos armenios, iniciado en abril de 1915 con la detención de cientos de intelectuales políticos y eclesiásticos que serían ejecutados, a lo que siguió la eliminación de todo varón en edad de combatir y después la deportación masiva de civiles, compuestos mayormente por niños, mujeres y ancianos, mediante marchas forzadas, caminando cientos de kilómetros a través de zonas desérticas en las que la mayoría moriría. Las cifras indican 1.5 millones de armenios asesinados.
El genocidio ucraniano o holodomor: Llevado a cabo por la Unión Soviética entre 1932 y 1933, con Stalin en el poder. Fue el exterminio de alrededor de 7 millones de ucranianos provocada por una hambruna artificial mediante la colectivización de la agricultura. Se restringió alimentos a campesinos que no cumplían con el plazo de entrega de cosechas, éstos emigraban a las ciudades, pero el gobierno ordeno bloquearles el acceso y todos los puertos para impedir que entrase una sola mercancía o alimento.
El genocidio del aborto: No importa cuántos genocidios haya habido, el asesinato en el vientre materno, supera por mucho cualquier cifra de seres humanos asesinados. El doctor Brian Clowes, director de educación e investigación de “Human Life International”, investigó el número de abortos provocados en el mundo desde 1973: 1.700 millones de seres humanos sin nacer. Esta cifra naturalmente se incrementa diariamente.
El aborto es el mayor genocidio que el hombre haya cometido jamás.
Éste último es realmente el genocidio que no tiene comparación con ningún otro, porque, si bien los demás ya ocurrieron e incluso a uno se le conmemora anualmente, el último ocurre –fíjese bien- bajo el amparo de la ley, no es privativo de una clase social, cada día llega incluso a las zonas más rurales la planificación familiar que incluye el aborto, hay miles de mujeres y hombres que no solo lo promueven sino que hasta lo exigen, abuelos que pagan el aborto de sus nietos, doctores y enfermeras que deberían salvar vidas son parte de este asesinato, laicos católicos que deberían alzar la voz son incapaces de decir nada incluso en una simple red social o en una conversación, porque “es un asunto de cada quien”. Y encima se le ha llamado “derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo”. Irónicamente es la ONU promueve activamente el aborto en el mundo, organismo para quien el señor Antonio Guterres trabaja.
Mientras que en los tres genocidios que he citado, los gobiernos que los cometieron hicieron lo posible por ocultarlos, ya sea por conveniencia, vergüenza o por cuidar su imagen ante el mundo, el aborto es aclamado y promovido diariamente en todas partes sin el mayor asomo de vergüenza, ha corrompido no solo al Estado, sino también a las familias,… ha corrompido las almas.
Ningún genocidio debería ser tolerado, promovido ni aprobado, pero con el aborto…
“El mundo moderno nos exige que aprobemos lo que ni siquiera debería atreverse a pedir que toleráramos” (Nicolás Gómez Davila)
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