El liderazgo provida y el católico

“Si la Revolución es el desorden, la Contra-Revolución es la restauración del Orden.Y por Orden entendemos la paz de Cristo en el Reino de Cristo. O sea, la civilización cristiana, austera y jerárquica, fundamentalmente sacral, antiigualitaria y antiliberal”. Plinio Corrêa de Oliveira

Hace algunas semanas se desato en redes sociales una batalla campal de una organización juvenil de derecha. De los tantos mensajes que derivaron de aquello, me llamo la atención uno en particular que afirmaba que la lucha provida debía ser liderada por católicos. Dicha aseveración causo reacciones de desaprobación justo donde no debían suceder: entre católicos. Su lógica respondía a la cada vez más difundida idea de inclusión y formación de un frente común ante la aplanadora abortista cuyos avances en el aspecto familiar, social y legislativo han sido demoledores en los últimos años. Cabe mencionar que llamarse de derecha tanto como llamarse de izquierda es indicativo de que tal o cual organización esta destinada al fracaso, pues ambos extremos son, por sí mismos, destructores del orden social.

Unirse para ganar en una causa tan delicada no es malo en sí, pero definitivamente no cualquiera puede liderar una empresa exigente como la lucha provida, sea en las redes sociales, en la legislación, e incluso en campañas de oración. El liderazgo provida ha de estar en manos de católicos y aún entre éstos debe elegirse a aquel que pueda reunir ciertas características: formación sólida en el tema, de manejo de información, ciertas capacidades de comunicación, carácter y particularmente formación en la fe católica. Esto último siendo lo más importante es la columna que sostendrá al católico en la lucha provida. Suele hallarse católicos bien intencionados pero terriblemente ignorantes que, al hacer su fe a un lado so pretexto de buscar unión, desechan aquello que les sostendría en el combate.

Muchos dirán justo ahora que esta lucha es de todo ciudadano de buena voluntad, de todo aquel que defiende la libertad no importando su credo o sus ideas político-religiosas personales, porque “lo importante es la defensa de la vida” y por ende, excluirlos de liderar, esta mal. Bien, un protestante, un judío, un ateo, un musulmán y un católico liberal, por ejemplo, pueden defender la vida a rajatabla pero es común verlos ceder en temas como anticoncepción, adopción de niños por parte de homosexuales, aceptación de unión homosexual siempre que no toquen los impuestos, eugenesia; estar en contra de la violación pero a favor de las relaciones sexuales consensuadas fuera del matrimonio; combate de pornografía pero defensa de la mujer en el “sexo servicio”, etcétera. Y algunos de esos errores vienen desde su credo o ausencia de éste, es decir, la raíz de su discernimiento esta mal.

Frances Kissling ex-monja fundadora de «católicas por el derecho a decidir” nos da la respuesta: «Si nosotros como movimiento, tuviéramos que tratar de la moralidad en el aborto, nosotros perderemos, porque el discurso moral está controlado por los hombres y por la religión y está construido contra las mujeres (¿?). Pero esta perspectiva católica es el lugar exacto donde comenzar el trabajo, porque la posición católica es la más desarrollada. Así si uno consigue refutar la posición católica, refuta todas las demás. Ninguno de los otros grupos religiosos realmente tiene declaraciones tan bien definidas sobre personalidad, cuándo la vida comienza, fetos, etc. Así si se derrumba la posición católica, se gana.»

Así que considerar la unión más importante que la verdad es un craso error. No todos conocen la verdad y si lo hacen, no todos la aceptan; no todos son líderes, es preciso entenderlo para no caer en aquel argumento viciado de la “inclusión” y “exclusión”; por ejemplo, no todos son capaces de sostener un debate, no todos conocen de leyes, no todos tienen habilidades comunicativas; pero todos pueden trabajar en dar una educación católica sólida a las generaciones presentes, sea a nivel familiar, parroquial o en institución educativa. Todo católico ha de prepararse desde su trinchera para propagar la cultura de la vida, para combatir las ideas de católicos liberales que fisuran el movimiento provida y combatir los intereses que lo alejan de su recta intención. Así que la cuestión es simple: todos pueden ser milicia, sí, pero no todos pueden ser generales.

El caso de los liberales (católicos o no) es de mencionarse ¿Cuántos liberales ve usted al interior del movimiento provida? Entran y dividen organizaciones, enlodan la causa y la limitan; lo que no logra la aplanadora abortista desde fuera, lo hacen los liberales desde dentro. ¿Se ha preguntado cómo es que tanto liberal “provida” tiene voz en los medios de comunicación? Una característica común es verlos blasfemar o burlarse de los católicos en uno u otro aspecto y a éstos, defenderlos so pretexto de la libertad de expresión, penoso. Es lo que hay, pero es bien sabido que los ciegos no pueden guiar a nadie, no importa cuán áspero le parezca esto.

Al margen de la lucha de egos y desacuerdos que llegan a presentarse en muchas organizaciones provida, el católico debe tener presente esto: los frentes que hay que defender son muchos y es preciso que la aplanadora abortista no encuentre fisura alguna en ellos. En todo ámbito hay jerarquía y, el católico per ser está destinado a ir en vanguardia. Ya lo han dicho antes: “La contrarrevolución será católica o no será”…

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