El Mercado de Semana Santa y Pascua

“Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: «Quiten esto de aquí. No hagan de la Casa de mi Padre una casa de mercado.» Lectura del santo evangelio según San Juan (2, 13-22)

Citando este fragmento de la escrituras hago una pequeña reflexión, sobre todo en esta época de Semana Santa y Pascua en que muchas familias salen de viaje, con el pretexto de las vacaciones que otorgan las escuelas. Muchos padres de familia ahorran durante todo el año para este evento. Para salir con los hijos a un lugar diferente, a una playa, a un sitio que nunca habían visitado. Y la mayoría de las veces, me atrevería yo a decir que olvidan la razón por la que están de vacaciones. ¿Por qué sucede esto? ¿Es acaso por insensibles, malos cristianos o indiferentes?

En realidad, puede ser las tres como respuesta, pero me atrevería a decir que el mercantilismo que invade a nuestra sociedad, es la principal de todas las razones. Recordemos que el mercantilismo de hace unos siglos era un conjunto de ideas económicas que consideraban que la prosperidad de una nación-estado dependía del capital que pueda tener, y que el volumen global de comercio mundial es inalterable. El capital, que está representado por los metales preciosos que el estado tiene en su poder, se incrementa sobre todo mediante una balanza comercial positiva con otras naciones (o, lo que es lo mismo, que las exportaciones sean superiores a las importaciones). En economía, dicha política económica basada en estas ideas a veces recibe el nombre de sistema mercantilista.

El mercantilismo como tal no es una corriente de pensamiento. Marca el final de la preminencia de la ideología económica del cristianismo (la crematística), inspirada en Aristóteles y Platón, que rechazaba la acumulación de riquezas y los préstamos con interés (vinculados al pecado de usura). Esta nueva corriente económica surge en una época en la que los reyes desean poseer el máximo de oro posible. Las teorías mercantilistas buscan ese objetivo y desarrollan una problemática basada en el enriquecimiento.

A pesar de estar hablando de hace muchos siglos, si traducimos lo que he mencionado, lo podemos definir con una sola palabra: Consumismo. Vivimos una era consumista que se ha venido gestando desde tiempo atrás. Buscando el poder y el reconocimiento de acuerdo al acumulamiento material que poseyéramos. Al respecto, el consumismo innecesario, como es pagar por aventuras recreativas, viajes costosos, eventos especiales, ropa y más objetos que no son necesarios, es lo que en su época Platón llamaba pleonexia. (Es la enfermedad espiritual, apetito insaciable de las cosas materiales.) El pleonexico es aquel que no tiene suficiente, porque ignora que su espíritu no puede saciarse con las cosas materiales. Actualmente, no nos damos cuenta que no podemos saciar algo espiritual con algo material.

Finalmente, y concluyendo con el tema del mercantilismo, tras el final de la Segunda Guerra Mundial, se asiste a una liberalización continua del comercio mundial bajo el impulso de las grandes instituciones librecambistas como la Organización Mundial del Comercio (OMC), el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional (FMI). Sin embargo algunos economistas como Paul Krugman opinan que estas instituciones están guiadas por un «mercantilismo ilustrado», que no intenta favorecer los principios del librecambismo, sino favorecer las concesiones comerciales mutuamente ventajosas. Para otros economistas y pensadores, esas organizaciones, con la excusa del librecambismo, están imponiendo la forma de comercio internacional que desean las grandes potencias económicas que les controlan.

En este sentido, es una realidad, así como hace más de 2000 años Jesús reprendió a los mercantilistas en el templo, actualmente estamos viviendo a gran escala ese mercantilismo del que el hijo de Dios nos advirtió no hiciéramos con la casa de su Padre. La vida es mercantilista, una vida que Dios no quiere para nosotros. La vida no se compra ni se vende, la vida es un don de Dios que hay que aprovechar de forma trascendental. Momentos como la Semana Mayor y la de Pascua deben de ser de recogimiento, de estar en familia y no digo que no salgamos de viaje, sino que en ese viaje hagamos un lugar especial para Dios.

Nos leemos la semana que entra para no quedarnos atrás y ver hacia delante.

 

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