El Nacimiento, la filantropía, el arte y el amor a Dios

“Yo soy católica, yo soy inmortal; mío es el imperio de las siglos, el monopolio de las verdaderas virtudes; mía es la victoria sobre el paganismo; he aquí lo que nos dice la Iglesia por medio de las pinturas y de los ornamentos de los templos” Abate J. Gaume

Hace un par de años al subir a un autobús me lleve una grata sorpresa al ver que el chofer de la unidad había colocado en gran parte del tablero nada más y nada menos que el Nacimiento y un pequeño arbolito con esferas. Aunque modesto, denotaba el esmero con que había sido preparado: con musgo y papel se daba la apariencia de acantilado del cual bajaba un riachuelo por un costado y rodeaba el Nacimiento. Pequeñas figurillas de barro, no faltaba nadie: el Niño Dios, la Virgen María, San José, el Ángel, los Reyes Magos, los pastorcillos, un pozo, ovejas, y demás animalillos.

En esos mismos días el diario español El País publicaba una nota en que decía “La Navidad es una bella y tierna leyenda…” cuyo contenido ponía en duda el que hubiera nacido el 24 de diciembre, en un pesebre, en Belén; tocando temas tales como si estaba casado, a quién se le apareció primero, si era culto, si doblego al poder, etcétera. En todo momento hablaba de leyendas, teorías e hipótesis, gnosticismo y sectas. Uno de los tantos artículos nefastos que podemos hallar en internet, ofensivos hasta el tuétano, pero con el que muchos estarían de acuerdo pues han desligado la Natividad de todo sentido cristiano.

Parece no importar si colocamos el Nacimiento o no, si lo ponemos con figuras de cartón, de fierro doblado, de plástico, porque “lo hacemos con el corazón” y nos escudamos en ello para darle a Dios lo que nos viene en gana. La cuestión económica no es argumento válido cuando no pocas familias en situación muy difícil se esmeran al colocar el Nacimiento en su hogar con figurillas de barro, musgo, heno, luces. No somos estultos, sabemos apreciar cuando algo ha sido realizado con sencillez y esmero; una imagen, un vitral, una pintura, una representación del Nacimiento ayudan a la piedad y a acercarnos más a Dios.

Para disculpar el hecho de hacer mal las cosas, se dice por ejemplo, que mientras debatimos sobre el Nacimiento colocado este año en el Vaticano, varios migrantes mueren ahogados; hay sacerdotes a los que les insulta que mientras hay miseria en el mundo, demos la atención y cuidado a las cosas de Dios en nuestras iglesias: cálices, copones, custodias, patenas, el adorno del altar, la hora santa, las procesiones, el arrodillarnos en la recepción de la Sagrada Comunión, etcétera. Habría que recordarles la vida de los santos que, no solo veían las necesidades materiales de aquellos a quienes evangelizaban sino ante todo las necesidades espirituales. En la Iglesia Católica todo es jerarquía y los santos lo tenían claro: la salvación de las almas por amor a Dios.

Mientras diarios de alcance internacional publican artículos nauseabundos respecto a la Navidad, respecto a la vida y obra de Nuestro Señor Jesucristo; mientras sacerdotes piensan y se comportan como filántropos, un humilde chofer de autobús es más consciente de honrar a Nuestro Señor, porque al lleva a cabo su trabajo sirviendo a los demás, se encomienda a Dios y además evangeliza con su pequeño Nacimiento. Es menester que entendamos lo que decía el Santo Cura de Ars: “Todas las buenas obras juntas no equivalen al sacrificio de la Misa, porque son obras de los hombres, mientras que la santa Misa es obra de Dios”.

Se ha de amar a Dios antes que al prójimo, en caso contrario tendemos a ser filántropos en lugar de ejercer la caridad cristiana. Dios y las cosas de Dios están antes que el prójimo sin que ello sea en absoluto un desprecio a nuestros semejantes, antes bien amando primero a Dios sobre todas las cosas, amaremos al prójimo como Él lo pide. Siempre cultive usted el hábito de ser delicado con las cosas de Dios y darle su debida importancia; cada detalle contribuye a la evangelización y a recordarnos que nuestro Salvador ha llegado. Mientras un diario internacional no tiene empacho en vomitar mil cosas, ¿por qué usted habría de rehusarse a honrar a Dios en su día a día?

El mejor arte debe estar al servicio de la evangelización. Una imagen delicada y detalladamente hecha puede cautivar el interés de un niño o un adulto y ayudar a la piedad cristiana. Me enseñaron que para Dios es todo lo mejor. Y eso va desde el arreglo del altar, la custodia, los cantos, la liturgia, las procesiones, hasta las ilustraciones de un pequeño catecismo o la representación del Nacimiento. Porque todo ello tiene un impacto en el alma. En esto no cabe aquello de «Lo que importa es la intención» porque el sentido común nos impele a entregarle a Dios todo lo que tenemos y de la forma más perfecta que podamos.

Le deseo una Feliz y Santa Navidad

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