Hace un par de meses era noticia que el Obispo Celestino Áos Bracco, de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, español radicado en Chile, negaba la Sagrada Comunión a los laicos que se arrodillaron. Era la Santa Misa Crismal del Jueves Santo en la Arquidiócesis de Santiago de Chile.
Cabe mencionar que la Instrucción Redemptionis Sacramentum preparada durante el pontificado de San Juan Pablo II, indica en el apartado 91: “…Así pues, no es lícito negar la sagrada Comunión a un fiel, por ejemplo, sólo por el hecho de querer recibir la Eucaristía arrodillado o de pie”.
Este abuso litúrgico es, por desgracia, practicado por varios sacerdotes, diáconos, seminaristas y ministros extraordinarios de la comunión. Rechazan las normas referentes a la liturgia; todo aquello que implique una regla es menospreciado para dar paso a la imaginación sobre lo que creen que debería hacerse en la administración de los sacramentos. Cuando se cometen abusos en materia litúrgica, se da paso a una paulatina pérdida del sentido de lo sagrado, una desacralización.
¿No lo cree? Piense en cuantas veces nos excusamos de seguir las normas litúrgicas con aquello de que “Dios no ve los ritos sino lo que está en nuestros corazones”; se adoptan las ideas más insensatas; se promulga una Iglesia sin jerarquías, sin dogmas, sin doctrina,… y a la postre sin Dios. Si bien, está permitido comulgar de pie y en la mano (esto último únicamente en ciertas Conferencias Episcopales y solo tolerado), el comulgar de rodillas y en boca es la forma más respetuosa de recepción del sacramento, dado que es señal de adoración y de reconocimiento de Dios.
Si usted encuentra excesivo o insignificante el gesto externo de comulgar de rodillas y en la boca, debo recordarle la existencia del Masterplan para destruir a la Iglesia Católica desde dentro. Un plan de la masonería que salió a la luz en 1973, el cual intenta atacar el dogma de la Eucaristía de forma paulatina, erradicando todo aquello que huela a sagrado: que la gente no se arrodille para la Comunión; que vea como cosa normal el tomar la Hostia con la mano, pues se trata de un “banquete” y por ende se de fomentar la “hermandad” con la palabra, el canto, el diálogo (como elementos principales). Desaparece el concepto de Sacrificio en la Santa Misa; que no se use bandeja para la Comunión, así que no importa si caen partículas al suelo, étc. Este plan ataca también a la Santísima Virgen, a los Santos, las devociones como el Santo Rosario, conseguir que los sacerdotes se casen, étc. Confía en la acción de 1,300 marxistas introducidos en el Sacerdocio para horadarla desde sus entrañas.
La pregunta obligada es ¿cree usted en la presencia real de Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía? Si su respuesta es afirmativa, entonces ¿por qué no se arrodilla?
Grave es la responsabilidad de los sacerdotes que por ignorancia, dolo o deficiente formación, arrastran a otros a cometer abusos litúrgicos y a una desacralización cada vez mayor en sus parroquias y diócesis. Extienden la ignorancia en los fieles que, ávidos están de regirse por el corazón y los sentimientos antes que por una correcta disposición del alma y del cuerpo para comulgar dignamente.
En 2001, el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en su libro “Introducción al Espíritu de la Liturgia” escribió el siguiente párrafo que debemos recordar:
“Existen ambientes, no poco influyentes, que intentan convencernos de que no hay necesidad de arrodillarse. Dicen que es un gesto que no se adapta a nuestra cultura (pero ¿cuál se adapta?); no es conveniente para el hombre maduro, que va al encuentro de Dios y se presenta erguido. (…) Puede ser que la cultura moderna no comprenda el gesto de arrodillarse, en la medida en que es una cultura que se ha alejado de la fe, y no conoce ya a aquel ante el que arrodillarse es el gesto adecuado, es más, interiormente necesario. Quien aprende a creer, aprende también a arrodillarse. Una fe o una liturgia que no conociese el acto de arrodillarse estaría enferma en un punto central.”
Esta es una batalla por la salvación de las almas…
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