El desorden mundial, más que crisis económicas, calentamiento global, corrupción, ese desorden mundial más que radicar en las familias fragmentadas, en los divorcios y hogares rotos, se encuentra en la cama. Así es, en la cama de los matrimonios que han sido prisioneros de la lujuria disfrazada de amor. Relaciones sexuales genitocéntricas*, es decir, basadas en los genitales que han empañado el amor de verdad, el amor total, fiel, fecundo, libre y entregado.
El ser humano es una sustancia, que se diluye en un cuerpo y en un espíritu, que son una sola cosa que no debe de separarse. No son accidente como lo es mi computadora y la electricidad que utilizo para redactar este escrito. Dos materias hechas para distintas funciones pero que por accidente también sirven para algo juntas. El ser humano si se separa no sirve para lo que fue creado, por el contrario, se objetiviza, se relativiza y se hace daño a sí mismo. Porque nuestro cuerpo somos nosotros, no somos dueños de nuestro cuerpo, sino que todo lo que le sucede a éste, nos pasa inevitablemente.
En el momento que el mundo libremente decidió olvidarse del dominio de sí mismo y realizar los actos sexuales intencionalmente infecundos, en el momento que los actos conyugales dejaron de ser honestos y se tradujeron a infidelidades, pornografía y prostitución, ese día se comenzó a desordenar la humanidad. De haber sido cerebrocéntricos* pasamos a ser genitocéntricos*, hicimos a un lado a nuestra voluntad.
Delegamos nuestra responsabilidad a la píldora anticonceptiva, al condón, al aborto, nos hicimos a un lado y olvidamos que todo empieza en la cama, cuando la mujer es compañera, amada y respetada, y no un objeto de placer sexual. Desconocimos el aprecio a la maternidad, el valor de la familia, la educación en el amor y lo sustituimos con sexo desordenado, sin amor, utilitarista. Hicimos a la mujer un instrumento de goce y la engañamos con una lucha por su “libertad” cuando en realidad a quien se liberó fue al hombre.
En la cama está el problema cuando rechazamos la Verdad de co-crear a otro ser humano y por el contrario verlo como algo de “qué cuidarse”. Tanto que las imposiciones de los gobiernos se imputan sobre lo más íntimo de la persona; su fertilidad, la intimidad conyugal. Todo ese abandono que inicia en la cama nos ha llevado a una sociedad sumida en desesperación, ansiedad, soledad y muerte.
“Lo malo de mostrar a la mujer desnuda es que se enseña demasiado poco de quien es ella” (Karol Wojtywa) eso es lo malo porque el ser humano es tan misterioso que se manifiesta a través de su cuerpo, reflejando su espiritualidad, se hace visible. Al profanarlo y banalizarlo como un objeto, transgredimos esa realidad, reducimos al cuerpo humano a algo meramente biológico y arruinamos su diseño original.
En el abrazo esponsal está la respuesta a la recuperación del orden mundial, en la unión y trascendencia entre un hombre y una mujer que se vuelven una sola carne. En la autodonación, en la afirmación de que el otro es un sujeto y no un objeto, en el respeto al cuerpo como alguien y no algo.
“Lo que pasa en la cama se refleja en la sociedad”, así como vivimos en la intimidad trataremos a la sociedad, porque cuando no somos capaces de entregarnos, de ser fieles, de ser totales y de estar abiertos a la vida sin reservas, autodeterminados, es cuando hacemos a un lado el bien común, la vivencia y la transmisión de los valores humanos y por ende, se nos escapa la felicidad; buena, bella y verdadera.
*Citas de Juan Pablo II explicadas por Gabriela Oria de Quinzaños, a quien agradezco por enseñarnos una pequeña parte de lo que la Teología del Cuerpo es.
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