¡El tiempo es breve!

Hace unos días, mis compañeros de la Preparatoria conmemorábamos los cincuenta años de haber concluido los estudios de bachillerato en el Instituto la Salle de Ciudad Obregón, Sonora.

Aún puedo recordar vivamente a los que fueron de mis profesores, qué materias nos impartieron, a mis compañeros de clase, el modo de ser de cada uno, a los que ya fallecieron…Pero el hecho de aceptar plenamente que han pasado cinco décadas desde ese 1969, reconozco que no me resulta fácil.

Cuando leí, en mi juventud, la célebre obra literaria de Calderón de la Barca: “La Vida es Sueño”, concluí pensando: “¿No será que este autor exagera?”: Pero no, con el paso del tiempo acepto que Calderón tenía toda la razón.

En una conocida carta de Pablo de Tarso a los ciudadanos de Corinto les escribió: “¡El tiempo es breve!” “¡Qué breve es nuestra duración del paso por la tierra!”

Pero, simultáneamente, me resultaba irreal el título del libro de una recolección de poemas del chileno y diplomático, Pablo Neruda (1904-1973), que lo titulaba “Residencia en la Tierra”.

¿Por qué? Porque aquí en esta vida estamos de paso y eso lo palpamos todos los días o semanas. Nuestra vecindad con la muerte es muy frecuente, particularmente con el paso de los años.

Una conclusión que podríamos sacar es que el tiempo es corto y que hay que saber aprovecharlo al máximo: 1) para mejorar y superarnos como personas en nuestro trabajo y en nuestras relaciones familiares; 2) para ponernos metas altas en la vida y no caer en la mediocridad o dejarnos llevar por el conformismo o el consumo desenfrenado de bienes materiales; 3) para atender con cariño a la esposa y estar pendientes de la esmerada educación de los hijos; 4) para abrir bien los ojos y darnos cuenta de que muchas personas necesitan de nuestra ayuda desinteresada en forma personal o con nuestra colaboración en labores sociales y asistenciales.

No puedo dejar de mencionar una anécdota que me impresionó hondamente sobre un reconocido y prestigiado abogado -bastante mayor de edad- que se jubiló y en vez de dedicarse a viajar con su esposa -porque tenía suficiente dinero- por los cinco continentes, o como se suele decir, “darse a la buena vida”, se decidió a vivir sobriamente y dedicarse a ayudar a las personas que más necesitaban de sus servicios jurídicos sin cobrar ni un solo peso y así durante muchos años.

Como le tenía confianza, le pregunté: “-¿Por qué lo haces?”

Y me respondió con firmeza y determinación: “-¿No te das cuenta? Esta vida se me escapa como agua entre las manos. Y las buenas obras son lo único que puedo dejar en este mundo”. Y concluía: “¡No puedo llegar Allá Arriba con los costales vacíos!”

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