En las tierras de Emiliano Zapata

En estos días de vacaciones, estuve en el estado de Morelos. Visité Anenecuilco (poblado donde nació Zapata), Cuautla, Amayuca, Jonacatepec, Jantetelco, etc. Algunos de ellos se han convertido en pueblos “Mágicos” y lógicamente se ha incrementado el turismo.

Tuve oportunidad de observar el progreso cultural y el desarrollo económico de estas ciudades, así como su activa vida comercial.

Visité el “Centro Educativo El Peñón” y su Bachillerato Técnico. Me dio particular gusto que conserva el mismo buen nivel académico de hace décadas, con magníficos profesores y que muchos de los jóvenes egresados, acuden a Puebla o a CDMX para estudiar carreras universitarias.

Cierto día, tomé un café con varios padres de familia de “El Peñón” y constaté su ilusión para que el día de mañana sus hijos lleguen a ser buenos profesionistas. Y, por supuesto, están dispuestos a hacer los sacrificios económicos que hagan falta, con tal de convertir esos sueños en realidad.

Otro día asistí el “Cine Club” del colegio en el que participan matrimonios. La película versaba sobre la superación personal de los profesores y papás y cómo educar mejor a los hijos adolescentes. La participación de los padres fue entusiasta y se plantearon interesantes y prácticas soluciones.

Un día acompañé a un enfermo a visitar a un médico, antiguo alumno de “El Peñón”, con especialidad en Oncología. Me llamó la atención su excelente preparación profesional y el cariño que guardan por sus estudios de secundaria y Preparatoria en este Centro Educativo.

Un aspecto que me causó admiración del pueblo morelense es su amor por la vida humana (suelen tener varios hijos), las familias también suelen permanecen unidas, los abuelitos están bien integrados al amplio núcleo familiar y, sobre todo, son creativos, ingeniosos y con particular empuje para trabajar, aún en condiciones adversas.

La gran mayoría de las personas que conocí pertenecen a la clase media o media baja y conservan ese empeño por su quehacer profesional cotidiano y optimismo ante las dificultades. En definitiva, los morelenses son un pueblo alegre, con sentido de humor y deseos de progresar.

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