Algunas veces es inevitable sentir simpatía instantánea ante los actos buenos que otros realizan, la filantropía tiene cada vez más cabida en la sociedad actual. Sin embargo, el católico no puede olvidar lo sobrenatural, para dedicarse a la práctica humanista, es decir reducir nuestra religión católica a filantropía. Cuando ello sucede, no es raro que eventualmente veamos situaciones de graves errores frente a nuestros ojos y no seamos capaces de identificarlos.
Uno de los casos penosos es el del sacerdote Alejandro Solalinde, quien mantiene un activismo a favor de los migrantes pero al mismo tiempo usa su imagen pública para promover el error en cuestiones de fe católica. Entre los cuales están:
Apoyar el aborto y a Católicas por el Derecho a Decidir. En 2014 oficio “Misa de acción de gracias” para celebrar el 20 Aniversario de esta organización abortista, sin ningún temor a Dios, a quien tanto menciona en sus entrevistas. La Iglesia Católica enseña claramente que debemos defender el derecho a la vida más que ningún otro (entiéndase en un orden de prioridades, sin exclusión de lo demás). Que incongruencia abogar por los migrantes y al mismo tiempo apoyar el asesinato en el vientre materno y a organizaciones abortistas.
Apoyar la practica homosexual, manifestando que la Iglesia Católica debería abrirse a la diversidad sexual. A este respecto, la Iglesia marca la práctica homosexual como uno de los pecados graves contra la castidad. Ellos al igual que los demás, están llamados a la conversión a Dios, mediante la práctica sacramental, la oración y las obras. El adulterio como la práctica homosexual, debe corregirse. El evangelio debe ser llevado a todos, el error estriba en creer que hay que anunciarlo a unos y dejar en paz a otros “porque así son felices”.
Es posible llegar a pensar que en medio de tanta violencia, al menos el padre Solalinde ayuda a los más desprotegidos. Pero no es en absoluto loable, ni católico el ayudar al prójimo materialmente y al mismo tiempo envenenar todo aquello que hubiera ayudado a su salvación eterna.
El padre Solalinde no está confundido, sabe lo que hace y porqué lo hace. La deconstrucción de la fe católica desde dentro es una de las metas del modernismo. No pocos sacerdotes y monjas sirven a los enemigos de la Iglesia, reduciendo la religión a filantropía, a mirar cómo se despedaza a la familia, a un activismo sin Dios, sin necesidad del arrepentimiento y claro, sin sacramentos. Cuando un sacerdote difunde adiestra y siniestra errores, es un deber salir al paso, basados en la doctrina católica (que tanto escozor causa al católico progresista), en la que todos estamos llamados a la conversión, en donde la misericordia es para los que se arrepienten, no para los que han hecho del pecado y el error un modo de vida, incluso arrastrando a otros.
La filantropía es ampliamente practicada por el mundo, pero el católico está llamado a practicar la caridad cristiana que es la forma más perfecta de amor al prójimo, ayudándole en esta vida a santificarse y salvar su alma para la vida eterna.
El Papa San Pio X dijo en su encíclica Notre Charge Apostolique: “Ahora bien, la doctrina católica nos enseña que el primer deber de la caridad no está en la tolerancia de las opiniones erróneas, por muy sinceras que sean, ni en la indiferencia teórica o práctica ante el error o el vicio en que vemos caídos a nuestros hermanos, sino en el celo por su mejoramiento intelectual y moral no menos que en el celo por su bienestar material. Esta misma doctrina católica nos enseña también que la fuente del amor al prójimo se halla en el amor de Dios, Padre común y fin común de toda la familia humana, y en el amor de Jesucristo, cuyos miembros somos, hasta el punto de que aliviar a un desgraciado es hacer un bien al mismo Jesucristo. Todo otro amor es ilusión o sentimiento estéril y pasajero.”
Menuda tarea tenemos todos, sepamos diferenciar entre la claridad de un manantial y lo podrido de un pantano…
Alexa Tovar alexatovar2017@yahoo.com
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