¿Es tu cuerpo? o ¿Eres tu cuerpo?

Ahora que se ha iniciado esta Cuaresma con 40 días de ayuno, oración y penitencia para pedir que cierren las clínicas abortistas, me parece que viene bien recordar algunas ideas sobre el derecho de los no nacidos y su composición orgánica.

En pleno siglo XXI, en que presenciamos avances impresionantes en las especialidades de genética y embriología, que nos demuestran, sin lugar a dudas, cómo se fecunda un ser humano y se va desarrollando gradualmente hasta su nacimiento. Y, además, su conformación ósea, muscular, hormonal, etc. continúa a lo largo de su infancia, adolescencia, juventud y madurez. La persona se encuentra en una continua evolución desde que el óvulo es fertilizado hasta su muerte natural.

Pero existen todavía grupos de feministas que sostienen la obsoleta teoría de que “su vientre es suyo” o como dicen sus mantas y pancartas: “Mi cuerpo es mío”. Nadie niega que la cabeza, el tronco y las extremidades pertenezcan a cada individuo.

Pero una mujer, cuando tiene relaciones sexuales y un óvulo suyo es fertilizado por un espermatozoide, en pocas semanas se formará “una mujercita” o “un hombrecito” que sólo se puede mirar a través del ultrasonido pero ya es una ser humano independiente y diferente al cuerpo de la madre.

Esa misma criatura tiene también el mismo derecho a clamar: “¡Mi cuerpo es mío y quiero vivir!” Porque estamos hablando ya de dos seres humanos que coexisten simultáneamente.

Su madre le envía oxígeno y alimentación a través de su cordón umbilical. Por medio de su vientre le brinda protección física y calor y es el mejor sitio donde un bebé puede estar hasta que nace y se le recuesta y arropa en una cuna.

Ese pequeño, en el vientre materno, ya tiene su propio corazón, su código genético, y en poco tiempo, hasta sus huellas dactilares. Estamos ante un ser único e irrepetible.

Cuando vamos a determinadas oficinas de la administración pública para obtener documentos de identificación personal, como la Credencial de Elector, el Pasaporte para poder viajar al extranjero, la Cartilla del Servicio Militar y otras tarjetas de identificación, se piden siempre las huellas digitales. ¿Por qué? Porque no existe ninguna otra persona en el mundo con huellas idénticas.

Ése fue el descubrimiento de uno de los pilares del F.B.I., Edgar Hoover, quien para tener identificados a todos los individuos sospechosos de crímenes o actos delictivos, se les llenaba una ficha con las huellas dactilares y eran cuidadosamente ordenadas de acuerdo a sus nombres.

En poco tiempo, las autoridades reconocieron que el sistema de identificación personal de Hoover era eficaz y, a partir de entonces, se comenzaron a pedir las huellas digitales a todos los ciudadanos en prácticamente cualquier Documento Oficial.

Del mismo modo, los especialistas en Genética, cuando estudian científicamente a un óvulo fecundado, pueden predecir qué altura aproximada tendrá esa persona, el color de su piel, su sexo, etc.

Los médicos que son honestos y objetivos, después de sus investigaciones, quedan asombrados ante la maravilla del inicio de la vida humana. Se han publicado innumerables libros ilustrados y videos y, sin duda, todos nos quedamos admirados ante tanta perfección, que nos rebasa, porque supera a toda explicación humana. Pero el hecho es que la criatura está allí, recién nacida, balbuceando, riéndose y me pregunto, ¿y todavía la mirada de algunas y algunos está como ciega ante tanta luz a raudales?

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